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La dictadura argentina, en el banquillo

Catarata de información comprometedora para los triunviros golpistas

Varios jefes militares en retiro, marinos, testificaron hasta altas horas de la madrugada de ayer en la segunda vista oral del juicio contra las tres primeras juntas militares argentinas. Todos ellos negaron tener conocimiento de algún exceso en la represión del terrorismo y estimaron que los detenidos por las fuerzas armadas fueron siempre correctamente tratados e interrogados. En contrapartida, el largo testimonio -cuatro horas y media- del holandés Theo van Boven, ex director de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y actual presidente de la Fundación Europea por los Derechos Humanos, fue demoledor.

El interrogatorio del profesor holandés, con traducción español-inglés-español, alargó considerablemente la segunda jornada; así como el empeño de numerosos defensores por preguntar repetitivamente, en un intento evidente de añadirle días y días a un proceso ya de por sí dilatado. El presidente de la Cámara Federal de Apelaciones, Carlos Arslanian, decidió sabiamente agotar en cada sesión el paquete de testigos citados, aun que hubiera que prolongar la sesión hasta el alba.En dos momentos, las defensas intentaron, con deslices cómicos, detener la catarata de información que deponía Van Boven.

El letrado del ex presidente Galtieri, Enrique Munilla, impugnó la declaración del funcionario internacional en -virtud del inciso 32 del artículo 263 del Código de Justicia Militar. El presidente de la sala replicó que tal artículo no contenía ningún inciso. "Debo tener un Código viejo", musitó el defensor "Le recuerdo que el Código ha sido reformado; usted debe referirse al artículo 264" (si el testigo declara de oídas debe citar las fuentes). Precisamente la reforma del Código efectuada por el Gobierno radical ha permitido este proceso ante la justicia civil.

En un segundo incidente, el defensor del almirante Eduardo Massera, Jaime Prats, impugnó al testigo por estar leyendo sus declaraciones. Van Boven sólo utilizaba un ayuda memoria que fue incorporado posteriormente a las actas.

Fechas, documentos, nombres

Los abogados intentaron hacer perder pie al funcionario holandés exigiéndole datos pormenorizados de sus denuncias, y Van Boven les anonadó extrayendo de su portafolios fechas, copias de documentos, nombres, testimonios, cartas, respuestas oficiales de la diplomacia argentina durante la dictadura... No insistieron.Finalmente, y aduciendo la posible necesidad de un careo posterior suyo con Luis García del Solar, actual embajador argentino en Washington, las defensas pidieron que se prohibiera al testigo abandonar el país; Van Boven había llegado a Buenos Aires por la mañana y debía regresar de inmediato a Europa. La petición fue denegada, al no dudarse de que el testigo regresará a Argentina si le requiere la sala. Con anterioridad, todos los defensores procuraron intimidarle reservándose explicítamente el derecho de denunciarle "por respuestas reticentes al tribunal".

El defensor de Leopoldo Fortunato Galtieri inquirió a Van Boven sobre si la Comisión de Derechos Humanos de la ONU que él presidió se ocupaba también de investigar las violaciones cometidas por las bandas terroristas, y el fiscal Strassera, para contrabalancear su testimonio, le preguntó sobre si también se estudiaba en su comisión la conculcación de los derechos humanos en los países socialistas. "La Unión Soviética y la dictadura argentina fueron las que primero saludaron mi cese al frente de la Comisión", dijo.

Van Boven hizo un relato pormenorizado de las denuncias -las comprobadas fehacientemente recibidas en su Comisión durante la dictadura, y de las respuestas siempre negativas de las juntas militares. Sobre los campos clandestinos de detención, llegó a recibir la respuesta oficial de que no eran tales, sino "albergues de amparo provistos por las Fuerzas Armadas para esconder a terroristas arrepentidos cuyas vidas estaban amenazadas por sus camaradas". En otra ocasión se le informó que los testimonios sobre centros secretos de apresamiento corresponderían sin duda a cárceles del pueblo organizadas por la subversión. Sobre la desaparición de niños, la dictadura argentina argumentó que "habían salido ilegalmente del país junto con sus padres prófugos".

Dicen ignorar qué ocurría

Posteriormente, y hasta la madrugada, prestaron declaración jefes en situación de retiro como el vicealmirante Santamaría, ex prefecto nacional naval; el contraalmirante Manuel García, ex jefe de operaciones del Estado Mayor de su arma; el contraalmirante Salvio Menéndez, ex subdirector de la Escuela de Mecánica de la Armada; el contraalmirante Raúl González, ex jefe de operaciones navales, también subdirector de la ESMA y ex secretario del Estado Mayor de la Armada. Todos ellos perfectos conocedores de la ESMA, tras cuyas puertas han desaparecido millares de argentinos, afirmaron ignorar que allí ocurriera algo fuera de la norma, que hubiera detenidos ilegales o que se aplicara tormentos a los hipotéticos presos.También afirmaron que, durante el desempeño de sus destinos, los cadáveres recogidos en el río de la Plata entraban, por su número, dentro de la normalidad (testimonios extraprocesales aseguran que, en la medida de lo posible, siempre eran arrojados al río con pesas de cemento). En varias ocasiones, los testigos, haciendo uso de su derecho, se negaron a contestar preguntas por considerar que podrían incriminarles.

El fiscal Strassera manifestaba ayer por radio su indignación ante el testimonio de estos jefes navales que tuvieron que estar ciegos y sordos durante muchos años para no advertir nada inusual en la Escuela de Mecánica de la Armada. Ahora, también están mudos.

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