Tiempo para querer, tiempo para comer
J. C., El mar de Bering es el hábitat natural de la ballena gris. Del mes de mayo al mes de octubre dedica hasta 18 horas diarias a comer y acumular reservas de grasa para sus largas vacaciones invernales en México, donde practica el ayuno. En su caso, amor y gastronomía parecen definitivamente reñidos.
A diferencia de sus congéneres, que se alimentan de plancton, la ballena gris come bentos, minúsculos invertebrados que viven en los fondos marinos. Como si se tratara de una excavadora submarina, va abriendo grandes surcos sobre la plataforma de Alaska. "Ninguna de esas huellas aparece en las lagunas mexicanas en las que vive por espacio de tres meses y donde tampoco hay bentos. De ahí que pensemos que ayuna durante el invierno".
Después de dedicar seis meses a la exclusiva tarea de comer, a finales de octubre toda la especie inicia escalonadamente su larga migración hacia aguas más templadas. Primero salen las ballenas gestantes y luego las demás. "No hemos podido detectar hasta ahora ninguna estructura social, ni la presencia de una guía", dice Fleischer, "pero sí hemos visto pequeños grupos de hembras, que de alguna forma recuerdan el clan matriarcal de los elefantes", que sólo toleran al macho en época de reproducción".
Bordeando la costa, a una velocidad que oscila entre los 14 y los 20 nudos (de 25 a 36 kilómetros por hora), tarda cerca de dos meses en completar su viaje a California. Los sucesivos conteos que se realizan en Vancouver (Canadá) y en las estaciones norteamericanas de Monterrey y San Diego han permitido cifrar en 18.000 el número de ejemplares. Para la semana de Navidad llegan las primeras embarazadas a la laguna Ojo de Liebre.
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