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Reportaje:

El desmedido amor de las ballenas

Un millar de ejemplares recorren 10.000 kilómetros para buscar en aguas californianas su refugio amoroso

El Gobierno mexicano, que nunca ha permitido la captura de cetáceos, ha convertido a las ballenas grises en visitantes distinguidos. No en balde las considera mexicanas de nacimiento. Un equipo de biólogos, dirigido por Luis Fleischer, las atiende durante su estancia y la Secretaría de Pesca protege la privacía de sus cortejos amorosos escalonando las excursiones turísticas, de forma que ningún día coincidan en la misma laguna más de tres lanchas neumáticas.Moverse en una fueraborda de tres metros por una bahía, donde ballenas machos de 30 toneladas brincan sobre el agua para ganarse el favor de las hembras, provoca cierta desazón. Sobre todo si por la noche se escuchó desde el campamento de los biólogos su ruidosa respiración, un bufido intermitente audible desde varios kilómetros.

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Fleischer, un biólogo mexicano de 35 años, que ha dedicado 14 al estudio de las ballenas, infunde tranquilidad con su discurso sobre la mansedumbre de estos mamíferos marinos que nada tienen que ver con la leyenda sanguinaria de Mobby Dick. "Sólo por error o por algún movimiento descontrolado podrían volcar la lancha".

Eyaculación precoz

Febrero es época de apareamiento. El celo de las hembras empieza a mediados de enero, tan sólo ocho días después del parto, y dura de tres a cuatro semanas. Mientras la madre navega pacíficamente con su ballenato al lado, encaramado a veces sobre la aleta caudal, tres o cuatro machos inician el cortejo a una cierta distancia, sacando la cabeza del agua en forma vertical, en una coreografía que hasta donde se sabe no tiene música.

La conquista puede prolongarse horas. En la última fase, los machos se colocan de forma paralela a las hembras, que nadan ligeramente rezagadas, hasta que la más atrevida se voltea bajo el agua y consuma la cópula. "El apareamiento en sí dura apenas unos instantes", explica Luis Fleischer. Pese a las formidables dimensiones de sus órganos genitales (hasta 1,70 metros mide la verga de un adulto), las ballenas son un caso consumado de eyaculación precoz.

El macho victorioso se aleja en busca de nuevas conquistas, en tanto que los perdedores siguen su acoso a la misma ballena, que puede ser cubierta varias veces. No hay violencia en el cortejo, porque tarde o temprano a cada cual le llega su turno. Quienes a veces lo pasan peor son los ballenatos, que pueden resultar lastimados e incluso muertos, aunque siempre de forma involuntaria, por las cabriolas excesivas de sus mayores.

Los adultos de los dos sexos tienen oportunidad de repetir varias veces el rito amatorio. "El esfuerzo energético que supone trasladarse desde Alaska a México", dice Fleischer, "sólo se justifica con un beneficio sexual".

Fantasías eróticas

Aunque la fantasía erótica no sea un fuerte de la ballena gris, a veces una pareja bien avenida modifica la posición habitual (la hembra encima, el macho debajo) para aparearse de lado, con medio cuerpo fuera del agua. En nuestro paseo de cinco horas por la laguna Ojo de Liebre fuimos testigos de esta variante. La presencia de un macho único, sin competidores cercanos, debió favorecer una cópula más relajada y tal vez más larga de lo que acostumbran las ballenas.

Fleischer, que califica el espectáculo de bastante insólito, ironiza: "Esas dos debieron ponerse de acuerdo en Alaska para encontrarse cuatro meses después en este lugar y a esta hora".

Sólo unas pocas ballenas juveniles pasan el invierno a la altura de la isla de Vancouver. En palabras de Fleischer, "para qué hacer tanto esfuerzo en el viaje si la fiesta es para las mayores". El resto de la especie se acomoda en las costas mexicanas de California, preferentemente en el Pacífico, aunque algunas se deciden a bordear el cabo y se introducen al mar de Cortés.

Los mexicanos establecen con ellas una cierta relación de paisanaje, ya que en términos generales todas las ballenas grises nacen en sus aguas. Sólo unas pocas prematuras paren durante el viaje. Nunca se ha observado el nacimiento de un ballenato, que suele pesar de 350 a 400 kilos. De mantenerse la misma proporción respecto al peso de la madre en la especie humana, un niño nacería con 800 gramos.

Se cree que el parto tiene lugar de noche y que el ballenato nace de cola, tal como ocurre entre los delfines. Éstos son asistidos por parteras especializadas, algo que no se ha comprobado entre las ballenas. Por lo demás, la nueva criatura asciende a la superficie por instinto para tomar aire. A partir de ese momento no se separará de la madre durante seis meses, en los que se alimenta exclusivamente de la leche materna, tan rica en grasas (70%) que llega a ser casi sólida.

El amamantamiento se realiza por lo general bajo el agua, aunque con mar en calma la madre se pone de costado, con sus tetas sobre la superficie, para facilitar la operación. "Si muere la madre durante esta etapa el ballenato no tiene la más mínima posibilidad de sobrevivir. Se moriría de hambre, ya que no hemos observado casos de adopción, que sí se dan en otras especies animales".

La ballena se convierte en adulta hacia los ocho años. Pero en la época en que fue sometida a una fuerte presión por la. caza se detectó alguna madre precoz de sólo cuatro. Actualmente, es una especie protegida de la que sólo se permiten 90 capturas anuales a los esquimales de Alaska y otras tantas a los de Siberia. Su período útil de reproducción se calcula en unos 15 años, aunque vive más de 40 y puede llegar a los 60.

Llegó la 'reaganomic'

La laguna Ojo de Liebre empieza a poblarse de ballenatos apenas una semana después de que ingresen las primeras gestantes. Su presencia se adivina desde lejos porque junto al típico chorro de vapor que expulsan las adultas, surge otro mucho menor. El equipo de biólogos que dirige Fleischer ha contado este año 600 bebés-ballenas en esta bahía y 400 más en las otras tres sometidas a vigilancia. Hasta hace unos años este programa científico era compartido con Estados Unidos, pero los recortes presupuestarios de Reagan pusieron fin a la participación norteamericana.

A mediados de marzo, los ballenatos emprenderán un extenuante viaje de 10.000 kilómetros al mar de Bering. A diferencia de sus madres, que tendrán que nadar con el estómago vacío, ellos podrán alimentarse de una leche tan nutritiva que en sólo dos meses les ha permitido multiplicar su peso por 10. Antes que las madres y sus hijos, saldrán de California, este mismo mes de febrero, las ballenas machos. "Ellas vienen a lo que vienen y en cuanto termina la época de celo se van a llenar sus tanques".

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