Sorprende la presencia del asesor presidencial Robert McFarlane
Cuando hoy se entrevisten por primera vez George Shultz y Andrei Gromiko, el secretario de Estado norteamericano no estará solo: le acompañarán Robert McFarlane, asesor presidencial; el embajador Paul Nitze (su amigo personal) y el embajador estadounidense en Moscú, Arthur Hartman. Los demás componentes de la delegación permanecerán en una habitación próxima.La presencia directa de McFarlane en la entrevista se considera un hecho sin precedentes. Nunca hasta ahora un asesor presidencial ha tomado parte personalmente en contactos de este tipo. Shultz aseguró que él mismo había solicitado al presidente Reagan que McFarlane fuera miembro de la delegación, pero algunos observadores tienen dudas al respecto.
El secretario de Estado, George Shultz, insistió en que el jefe de las conversaciones era él, pero que la "experiencia y conocimientos" de Robert McFarlane podrían serie de gran ayuda. "La presencia de McFarlane", explicó, "subraya simplemente, como la de los otros integrantes del grupo, la importancia que concedemos a la entrevista y el deseo de estar preparados para analizar cuidadosamente y dar una respuesta adecuada a cualquier proposición soviética", explicó Shultz.
Shultz hizo hincapié también en que su delegación estará en permanente contacto con el presidente Reagan, que ha tomado una parte decisiva en la preparación de la postura norteamericana.
El secretario de Estado se negó a revelar quién podría ser el jefe de la delegación norteamericana en el caso de que se llegue a un acuerdo con Gromiko para la apertura de auténticas negociaciones. Sin embargo, reiteró que Paul Nitze ha renunciado por adelantado.
"El embajador", explicó George Shultz, "seguirá siendo un importante consejero para el presidente Reagan y para mí mismo". La presencia de Nitze habría sido bien acogida por los aliados europeos, que han llegado a estimar a este exquisito, culto y heterodoxo negociador. Sin embargo, Nitze cuenta con enemigos en el Pentágono. Por parte soviética, la presencia de Víctor Karpov, que negoció las SALT-2, consideradas como ventajosas para Moscú, parece disipar cualquier duda.
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