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Pinochet cierra la puerta al diálogo con la implantación del estado de sitio en Chile

El presidente de Chile, general Augusto Pinochet, solucionó el martes una nueva crisis política en Chile, abierta con la dimisión del ministro del Interior, Sergio Onofre Jarpa -confirmado en el cargo-, echando mano al recurso clásico de todas las dictaduras: la implantación del estado de sitio, el uso de la fuerza y la represión. Con ello ha cerrado la puerta a cualquier ilusión de diálogo y de negociación con los líderes de la oposición, que ayer ya anunciaron su decisión de continuar con las protestas masivas.

El fin de la crisis se ha saldado con la sorprendente confirmación del ministro del Interior, Sergio Onofre Jarpa, quien deja de ser ahora el ministro de la apertura para transformarse en el líder de la opción dura del régimen. Su misión ahora no es dialogar con la oposición u ofrecer concesiones políticas, sino aplicar el estado de excepción y justificar la represión masiva.Sergio Onofre Jarpa presentó su dimisión el pasado lunes, precipitando una crisis de Gobierno que tuvo mucho de espectáculo público y poco de discrepancia real, según ha demostrado el desarrollo de los acontecimientos.

El ministro del Interior dijo que no podía seguir impulsando la apertura por culpa de la oleada de atentados extremistas contra unidades policiales y de la incomprensión de la Iglesia católica, convertida en una de las principales vertientes de la oposición a Pinochet.

Jarpa no mencionó la decisión que ya había tomado el general Pinochet de clausurar el diálogo político -que, a decir verdad, nunca existió- y de sepultar en el olvido las propuestas incluidas en el proyecto enarbolado por el propio ministro del Interior al asumir su cargo en agosto del año pasado: apertura política, elección anticipada de un congreso, regreso de los exiliados y libertad de Prensa.

Simulacro de crisis

Ahora queda patente que el juego malabarista que constituyó el simulacro de crisis de Gabinete, indica que la renuncia de Jarpa no fue real, que su cargo no estuvo en juego y que se trató de un montaje típico de un régimen militar que busca excusas para justificar una nueva ola represiva.Un segundo objetivo, a juicio de los observadores políticos, ha sido presionar a la jerarquía católica para que aísle en el interior de la Iglesia a los curas rebeldes y advertir a la oposición que sólo será admitida en un juego político que no pretenda el derrocamiento de Pinochet. Al culpar a los obispos por el fracaso de la apertura, Jarpa no estaba más que reconociendo el fracaso de su propio proyecto político y, de paso, ofreciendo su figura política en apoyo del mantenimiento de un régimen al que contribuyó a crear desde su antiguo puesto de líder de la derecha fascista.

"Vamos a seguir trabajando con los chilenos que no están politizados, mientras la oposición democrática no clarifique su posición frente al marxismo. Los dirigentes políticos que no le hagan el juego a la subversión pueden seguir existiendo, pero los que hacen pactos con el comunismo no podrán permanecer", dijo Jarpa tras su ratificación.

Salvaguardar la democracia

El general Pinochet fue más claro durante su discurso al anunciar el estado de sitio: "Habrá quienes hablen de una falta de voluntad democrática o de un afán de perpetuarse en el poder, pero estas medidas son precisamente para salvaguardar la democracia y la libertad".La reacción de la oposición fue resumida ayer por el actual presidente de la opositora Alianza Democrática, el socialista Ricardo Lago. "El general Pinochet", dijo el dirigente de la coalición moderada, "cree en la lógica de la fuerza y de la represión frente al descontento. Es lamentable, porque nosotros seguiremos luchando por la recuperación de la democracia. Creo que se avecinan días duros y difíciles para Chile".

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