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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un prudente optimismo

EL MINISTRO de Economía y Hacienda acaba de anunciar una nueva política económica para la segunda parte de la legislatura. Según él, han pasado los peores momentos de la crisis y se inicia un período distinto. Sin embargo, la coyuntura aporta tantos claroscuros que no es posible hacer una definición tajante del momento económico: es cierto que el sector exterior ha manifestado un dinamismo envidiable, que la inflación está cediendo -aun con ciertos repuntes inquietantes- y que la tendencia al crecimiento del déficit se ha roto, por fijar los aspectos más positivos. Pero también lo es que el desempleo sigue aumentando, que la reconversión industrial -aun tomada la decisión política de ir hacia adelante- está por concretarse, que la Seguridad Social avanza hacia la bancarrota y que el consumo privado no se recupera. O, por citar lo más reciente, que la producción industrial permanece estática o incluso a la baja.Pese a todas estas contradicciones, el Gobierno ha decidido soltar algunas amarras de la economía, quizá motivado también por las próximas elecciones autonómicas, preludio de las generales. En el transcurso de los próximos meses, con un panorama económico más claro y con las medidas que complementen esta decisión expansionista, se podrá hacer un juicio de valor más documentado sobre si es la coyuntura económica o la política la que ha determinado el cambio anunciado.

La frontera entre las dos etapas la marca el texto del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 1985, presentado con 10 días de retraso respecto a la fecha límite que marca la Constitución. Los presupuestos son el documento básico de la política económica de cualquier Gobierno, y su contenido define ésta más que ninguna declaración. Si, como ha dicho el ministro, estos presupuestos son el arranque de una nueva etapa, no se debe suponer que el giro sea copernicano, puesto que sus principios generales se corresponden más con una etapa de ajuste que de relanzamiento. "La ley de Presupuestos Generales del Estado para 1985 presenta, como rasgos fundamentales, la austeridad en el gasto, la moderación fiscal y el diseño de importantes cambios estructurales en el sistema de ingresos y gastos del sector público", dice la memoria.

El documento mantiene el objetivo prioritario de gene ración de empleo y fomento de la inversión, pero "sin renunciar por ello a la necesaria reducción del déficit público. Una política de fomento de la inversión y el empleo que obligase a renunciar a la reducción del déficit público tendría a corto plazo efectos negativos sobre la inflación y la tasa de interés, y pondría en peligro la consecución de estos objetivos". Por ello, los presupuestos se esfuerzan en hacer compatibles estos grandes objetives de política económica, "sin recurrir a un crecimiento de la carga fiscal soportada por los ciudadanos españoles que cumplen ya con sus obligaciones tributarías e insistiendo en un estricto control del gasto". El Gobierno re coge como suyas las sugerencias que el Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo a España en su último informe sobre nuestro país. Y hay que recordar que en la re -¡ente asamblea del FMI y del Banco Mundial se insistió en la necesidad del ajuste, pero en un ambiente de cierto relajamiento, al menos psicológico, superior al de años anteriores.

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0 sea, que la política de prudente expansión y el documento programático de la política económica para 1985 se mantienen dentro de la ortodoxia recomendada por lo:; organismos de vigilancia del mundo occidental. La tercera pata del taburete en que se nos va a sentar en el futuro la constituye el recién firmado Acuerdo Económico y Social (AES), muchos de cuyos capítulos han sido incluidos en los presupuestos. La moderación salarial que se refleja en el AES -una banda del 5,5% al 7,5%, con una inflación prevista del 7% en 1985- no está tan ajustada como en otras ocasiones, ya que la experiencia indica que el resultado final de la negociación de los convenios se sitúa en la parte alta de la banda. Ni siquiera los empresarios han defendido este año mayores sacrificios salariales, entre otras cosas porque el consumo privado está desmayado y, de no recuperarse, amenaza con hundir muchas industrias y con distorsionar la política de exportaciones, a base de colocar a cualquier precio en el extranjero las existencias invendidas aquí.

Las condiciones del exterior -el reflejo de la recupera -.ión norteamericana-, el importante aumento de los excedentes empresariales este año, la moderación salarial, la tendencia a la baja de los tipos de interés y las nuevas expectativas de mayor flexibilidad en el mercado de trabajo -adaptación a las normas comunitariasparecen avalar una corriente de cierto optimismo que estimule la inversión y genere empleo, sin desequilibrar de nuevo la economía española. Pero es demasiado pronto para cantar victoria, y las cifras del paro y del déficit, lo mismo que el aboroto, incapacidad y mangancia de la mayoría de las empresas públicas, siguen siendc, incómodos testimonios de las dificutitades.

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