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García Márquez: "Yo comencé a escribir dibujando"

El premio Nobel colombiano abre en Madrid una exposición de artistas compatriotas suyos

Gabriel García Márquez empezó a escribir dibujando. El premio Nobel colombiano, autor inolvidable de Cien años de soledad y exégeta ahora de la pintura de su país, lo dijo ayer en Madrid antes de hablar de las exposición de pintores colombianos que hoy se inaugura oficialmente en la sala de exposiciones madrileña del Banco Exterior de España. Sin mejor humor que el que le deparaba el mal tiempo y sin excesivas ganas de extenderse sobre su obra pasada y futura, el autor de El coronel no tiene quien le escriba cumplió su función de visitante ilustre de la capital de España con la sobriedad propia del nativo del Caribe.

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Envuelto, más que cubierto, por el tejido de pata de gallo de su chaqueta, Gabriel García Márquez se desdibujaba ayer entre el tapiz del mullido sillón, con la vista perdida, sin su habitual sonrisa. Pálido, como la pared que había a su espalda, se perdía en el silencio pesado de la tarde. El premio Nobel colombiano ha interrumpido excepcionalmente la redacción de su novela, para venir a Madrid a inaugurar la exposición Pintado en Colombia que inaugura hoy el Banco Exterior de España. La pintura no ha jugado en la vida de Gabriel García Márquez un papel tan importante como la literatura y la música. Sin embargo, su amistad con Alejandro Obregón, el "abuelo menor", como le llamó él, de los pintores contemporáneos en Colombia, ha sido una de los vínculos del escritor con las artes plásticas. "Yo empecé a escribir dibujando", afirmó García Márquez. De niño solía crear sus historias por medio de dibujos antes de aprender a escribir y más tarde, hacia 1950, cuando participada en la revista deportivo-cultural Crónica, publicó unos bocetos que, explicó, eran casi coplas de dibujos de Obregón.

Un buen lector de cuadros

Gabriel García Márquez no ha seguido el rumbo del trazo. "No soy un pintor, pero soy un buen lector de cuadros", dijo. "Estoy seguro de que los grandes poetas han sido también buenos dibujantes". La literatura lo ha enfrentado a un modo distinto de creación, y a una relación diversa con su público. "Me costaría mucho adaptar mi mente a la idea del pintor que vende su original, su cuadro, y se lo llevan para una casa. Obregón tiene un cuadro que se llama La violencia, de Fernando Santos Castillo, el dueño del periódico colombianó El Tiempo. Alejandro le fue a buscar una noche y estuvo por tumbar su puerta para que le dejara ver su cuadro. Entró, vio su cuadro, se tomó una copa y se fue. Y eso lo comprendo, debe ser muy difícil deshacerse del original".

Mirada azul

Entre las pinturas que posee García Márquez se encuentra una que hasta cierto punto simboliza el vínculo de estos dos artistas. El Autorretrato de Obregón, el "único cuadro terminado a bala", relata García Márquez. En el cuadro aparece un hombre rubio, de mira da azul, con un solo ojo, un autorretrato que quiso retratar a la vez al héroe colombiano Blas de Lezo, un hombre tuerto. El ojo azul es la luz del cuadro, el otro está oculto por las sombras. El punto final de este cuadro fue un balazo calibre 38 en el ojo azul, seguido por otros cuatro. García Márquez no es coleccionista, pero tiene muchos cuadros especialmente de autores latinoamericanos y españoles: Tápies, Guinovart..."La pintura hay que ir adquiriéndola poco a poco, si no se convierte en especulación. Aunque de todos modos está bien que se ejerza una especie de mecenazgo con ella", afirmó.

Momentos antes García Márquez había mencionado su profunda vinculación a la poesía. "Yo no escribo poesía pero intento dar soluciones poéticas a todo lo que es cribo. La poesía es el el único arte que informa sobre todas las otras artes. Las planteamientos de mis textos no son filosóficos, antropológicos, ni conceptuales.

Los planteamientos de la novela que escribe actualmente están muy cercanos a ello y a sus riesgos. En estos momentos se encuentra a la mitad de la novela, le faltan 250 días y 250 folios para terminar esta historia de amor. "Estoy abordando esta historia de amor sin pudor alguno. En cada página se habla, se sufre, se goza y se alimenta el amor". Uno de los principales elementos de esta novela es la música popular, la música comercial, las baladas y boleros que se escuchan en la radio.

"Yo estoy tratando de ponerlo todo. Es el mismo método que utilizaba Pablo Picasso o Pablo Neruda, que no esquivaban nada y seguían produciendo sin censuras. Las canciones populares dicen todo lo que sienten del amor y dicen cantidades de basura, pero a veces aciertan y dicen algo muy exacto. Me dejo llevar por mi intuición, tienes que soltarlo todo pero hay un filtro y después te quedas con el oro puro, pero hay que atreverse".

Escribir en castellano

Gabriel García Márquez, que ayer no tenía la habitual locuacidad que se adjudica a los creadores caribeños, afirmaba que para él resultaría imposible escribir en idioma distinto a la lengua castellana. Sin embargo, esta herramienta le resulta execesivamente formal y complicada, porque no se entiende que en época como la actual sean precisos los prolijos acentos que esta lengua demanda y que él trata de obviar. El autor de Crónicas costeñas pretende aún llevar a cabo su viejo proyecto de eliminar esos artilugios en el periódico que todavía tiene que fundar. Sus proyectos de fundar un periódico -El otro, debía llamarse, como uno de sus homenajes a Jorge Luis Borges- no han sido totalmente descartados. "Hace falta mucho dinero para fundar un periódico y el dinero que obtuve con el Premio Nobel hubiera alcanzado para un día de papel. Hacen falta cuatro millones de dólares aproximadamente para hacerlo y ya tenemos tres". Con esa evidencia y un resfriado incipiente, el autor de La mala hora se fue a descansar en el hotel que un día descubrió en la capital de España y que hoy le tiene cerca del viejo monumento madrileño al poeta Rubén Darío.

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