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Tribuna:El 'revanchismo alemán' y los países socialistasANÁLISISANÄLISIS
Tribuna
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Moscú y sus aliados

Cuando Honecker hizo pública su renuncia a visitar la RFA en la fecha prevista, la interpretación inmediata, en muchos lugares, fue decir,que la presión sovietica había impedido el viaje. Tal interpretación refleja sin duda mucha parte de la verdad; la prensa soviética había lanzado ataques envenenados contra cualquier idea de acercamiento entre. las dos Alemanias. Es más, una entrevista de Honecker en Neues DeutschIand había sido censurada en Pravda eliminando todo lo que tendía a preparar el viaje. Ahora bien, ¿es suficiente esa explicación para comprender lo que está sucediendo? Probablemente no. Porque durante un período, hasta la cercanía del verano, Moscú había conocido y aceptado ese viaje. Se habla de una entrevista Honecker-Chernenko en junio en la que el líder soviético dio luz verde. Luego se trocó en roja. ¿Por qué causas? En realidad, surgen a este respecto dos grupos de ínterrogantes: uno sobre las contradicciones entre Moscú y sus satélites; otro sobre las contradicciones dentro de la dirección soviética en un momento particularmente complejo y peligroso de la situación internacional.Por supuesto, la aparición de tales contradicciones no es algo nuevo, se han dado en épocas anteriores; pero cobran ahora mayor agudeza y rompen la barrera del secreto. No parece dudoso que la cuestión de los misiles nucleares de alcance medio ha tenido un efecto multiplícador en el Oeste y en el Este, de la crisis del sistema de bloques. Los europeos, de uno y otro lado, han tornado conciencia de que se abría la posibilidad de un holocausto nuclear, europeo, sin efectos (o con efectos mucho más limitados) en las superpotencias. La tendencia pqr tanto a acentuar la autonomía, incluso dentro de los bloques, a buscar otras posibles fórmulas de seguridad, u potenciar las relaciones intereuropeas, se ha manifestado, de diversas formas, en los últimos tiempos. En Occidente ello es obvio, y el propio Kissinger lo reconoció en un artículo en la pasada primavera. Pero quizá nose ha valorado suficientemente el signíficado de las reacciones, más soterradas sin duda, pero reales, provocadas en Hungría, la República Democrática Alemana, incluso Checoslovaquia y Bulgaria. Por no hablar de una Rumanía con estatuto ya reconocido de discrepante en temas internacionales; o de Polonia, cuya evolución, con el régimen militar de Jaruzelski, la anu lación del partido comunista y la amnistía de los opositores, se aleja del modelo soviético. El factor indicado más arriba no es exclusivo. En el orden económico, una pre sión objetiva empuja a los países citados a intensificar sus relaciones con Occidente. El agotamiento del potencial ideológico derivado de la Revolución rusa de 1917 -utilizado a tope por la URSS para asentar su hegemonía- modifica el clima social en los países del Este; incluso entre sectores de sus equipos dirigentes. En este movimiento centrífugo no figuran ahora los dirigentes herejes, el Inire Nagy de la Hungría de 1956 o el Dubceck de la Checoslovaquia de 1968. Están los fieles a Moscú; por eso, en un momento dado, obedecen. Pero ello no anula la realidad de contradicciones que tienen un ámbito, no ideológico, sino estatal.

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No cabe duda que el fracasado -viaje de Honecker ha ayudado a desvelar estos problemas. No es extraño porque el problema de Alemania desempeña un papel especial en Europa. Independientemente de las fórmulas jurídicas, es una nación dividida. Moscú saludó ayer la Osipolitik de Brandt; ahora rechaza el intento de una Westpolítik de Honecker. Un sector de la dirección soviética puede valorar una proceso hacia una eventual filandización de Alemania cómo un camino para disminuir- la influencia de EE UU y superar los bloques. Pero en otro sector prevalece el temor a los demonios. que podría desencadenar una Alemania unida.

En todo caso, Moscú está dando en los últimos años una imagen

de inmovilismo, y a la vez de indecisión, ante grandes opciones de política internacional. Desde la muerte de Breznev, la máxima dirección da una sensación de transitoriedad, que se hace más, aparente en ciertos momentos. Ello fomenta que plasmen y se enfrenten diferentes escuelas de pensamiento. Con Andropov se iniciaron ciertas reformas para elevar la efectividad del sistema productivo; acabar con corrupciones y despilfarros; promover gente más joven y capaz. Chernenko ha sido más bien el retorno a la rutina de un aparato omnipotente; pero en condiciones más precarias, porque el problema de su sucesion está en la mente de muchos. Estos fenómenos de debilidad en la dirección soviética no pueden dejar de reflejarse en sus relaciones con los otros países del bloque oriental. Éste tiene sus estructuras formales y orgánicas, sus mecanismos militares, económicos, etc... Representa una fuerza inmensa. Pero su unidad tiende a ser más de fachada, de coyuntura, de coerción; y menos una cohesión interna en torno a un proyecto histórico. Lo más probable es que las tendencias centrífugas no desaparezcan; más bien lo contrario. Son hechos a tener en cuenta en toda reflexión sobre las perspectivas de una autonomía de Europa.

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