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Convencimiento en Argentina de que el país hará frente a sus compromisos de pago

La incertidumbre y alarma mundiales por la posición argentina ante el Fondo Monetario Internacional no son comprendidas ni aceptadas en este país. Las opiniones de los líderes políticos sobre la carta unilateral de intenciones al Fondo Monetario Internacional son discrepantes, y van desde su suscripción al rechazo absoluto, dividido en dos frentes: quienes estiman que la posición argentina es claudicante ante sus acreedores y quienes piensan que el proyecto económico-financiero del Gobierno de Raúl Alfonsín es heterodoxo e incoherente.

Lo que nadie piensa en Buenos Aires es que el Gobierno radical de Alfonsín albergue la menor idea de abandonar el Fondo y ser declarado en suspensión internacional de pagos. Todas las fuerzas políticas argentinas coinciden en la necesidad de afrontar y pagar la deuda externa -excepción hecha de gropúsculos de la izquierda maximalista- y sólo difieren en la concreción del plan económico que haga posible dicho pago, volviendo a coincidir en que los pagos no pueden sumir al país en la miseria.Hasta el ultraconservador diario Ámbito financiero estima que aun cuando el Gobierno ha optado por caminar en el borde de un precipicio, la carta argentina de intenciones deja abierta la posibilidad de nuevas negociaciones. Sólo un punto oscuro se destaca en esta tranquilidad: el pasado lunes el Banco Central Argentino no habilitó a los importadores para pagar los vencimientos atrasados después de febrero. Se especula con la posibilidad de que se desee acumular divisas durante unos días de cara a un enérgico enfrentamiento con el FMI, pero a nadie le cabe en la cabeza que el presidente Alfonsín haga con la deuda externa lo que el general Galtieri hizo con las islas Malvinas.

En Washington, el anuncio de que Argentina va a negociar directamente con el FMI, dando la espalda a la misión de este organismo enviada a Buenos Aires, ha hecho en las últimas horas crecer el nerviosismo en círculos financieros y bancarios norteamericanos, informa la agencia Efe.

Una bomba de tiempo

El agravamiento del problema pone en evidencia la paradójica dependencia de la banca privada acreedora. Datos actualizados señalan que México, Brasil, Argentina y Venezuela deben a una decena de bancos norteamericanos la suma de 37.038 millones de dólares (más de 5,5 billones de pesetas). La estabilidad financiera de la gran banca de EE UU depende de la capacidad de pago de esos países.El precedente ya existe, aunque, afortunadamente para la banca privada, la deuda boliviana no tiene entidad suficiente como para provocar el cataclismo. La deuda latinoamericana ha sido comparada durante la reciente cumbre de líderes de países industrializados con una "bomba de tiempo".

En Buenos Aires, los funcionarios del Gobierno y el propio presidente, en público y en privado, han reafirmado su intención de afrontar los pagos, con las únicas salvedades de esclarecer la deuda (economistas imparciales estiman que al menos un tercio de los 43.000 millones de dólares son evasión de capital) y de no obligar al país a entrar en recesión económica.

La estimación de que Argentina podría vivir algunos años en régimen de autarquía -tiene alimentos, petróleo y enriquece su uranio- es un supuesto económicamente cierto pero políticamente falso. Por obvio que resulte, debe recordarse que los argentinos no son bolivianos, y que la mayoría social de este país es europea en su origen y en su identificación, urbana, exitista y consumista.

Ya el aplazamiento de los pagos y el mercado negro subsiguiente están provocando gravísimos desabastecimientos para la salud pública o para la psicología nacional, por exponer sólo dos ejemplos. Oncólogos y enfermos se desesperan ante la falta de drogas de importación y los automovilistas que compraron masivamente sus vehículos en el extranjero durante la dictadura militar no pueden reponer ni un parachoques.

Además del estudio de las cuentas y de los análisis económicos parece necesario vivir en la Argentina para entender las quejas del presidente Alfonsín hacia los países desarrollados expuestas en su mensaje a las Cortes generales de España. Las huelgas de celo de los empleados telefónicos y de Correos tienen sin servicio a 300.000 teléfonos en el gran Buenos Aires e inutilizadas las llamadas por operadora al exterior, y 12 millones de cartas -sólo en la capital- permanecen acumuladas en sus sacas.

En los primeros seis meses del año la inflación asciende al 169%, tras un 434% -oficial- en 1983. La clase media urbana está proletarizada y los obreros de la industria no llegan al 20 de cada mes. Cada día son más frecuentes las referencias a la inflación de la República de Weimar que aceitó el camino del nazismo. Sólo el recuerdo del barbarismo de la dictadura militar impediría el surgimiento de un Hitler argentino.

Problemas estructurales heredados terminan de configurar el sombrío panorama: el subsecretario de Administración Tributaria ha revelado que la evasión fiscal argentina en el pasado año es calculable entre 3.500 y 4.200 millones de dólares, lo que se acercaría a un décimo del total de la deuda externa.

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