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EEUU y la URSS se disputan los favores de Europa en un seminario sobre euromisiles

"Se diría que asistimos a un concurso de belleza entre las dos superpotencias para ver quién atrae más a Europa". La frase, pronunciada en un momento de los debates por el diputado socialdemocrata alemán Karsten D. Voigt, resume bien el desarrollo de las jornadas sobre Euromisiles y pacifismo, organizadas, durante el pasado fin de semana, en Segovia, por la Asociación de Periodistas Europeos, el Movimiento Europeo y la Fundación Pablo Iglesias.

El embajador Maynard Glitman, adjunto de Paul Nitze, jefe de la delegación norteamericana en las conversaciones INF de Ginebra, sobre euromisiles y el soviético Henry Trofimenko, director en el Instituto de Estudios Canadienses y Norteamericanos de la Academia de Ciencias de la URSS, plantearon, en efecto, un debate, más político que militar, sobre las razones y consecuencias del despliegue de los nuevos misiles norteamericanos de crucero y Pershing II, en el que cada uno trató de presentar a Europa como víctima de la situación nuclear creada por el otro bloque.Otras voces autorizadas, como la del ex ministro francés Michel Jobert, la de la pacifista y miembro de la ejecutiva del Partido Laborista británico Mary Kaldor o la del citado Voigt, expusieron, con matices diversos, lo que Europa piensa de su propio futuro y del estado de cosas creado por las dos potencias. Se habló menos de pacifismo, y casi siempre en el contexto de los otros problemas.

Glitman mantuvo dos tesis básicas: que los misiles soviéticos SS 20 son un arma diseñada para librar una guerra nuclear limitada en Europa y, por tanto, para separar en el plano estratégico a los dos pilares de la Alianza, y que las conversaciones de Ginebra fracasaron porque, más que negociar, a la URSS le interesa explotar las contradicciones que el despliegue de los euromisiles ha creado en la opinión pública europea.

Criterios dispares

Trofimenko sostuvo, en cambio, que los euromisiles han sido desplegados bajo presión de EE UU y con el objetivo básico de garantizar la prolongación del dominio político norteamericano sobre Europa, que quedó en suspenso cuando los acuerdos SALT restablecieron la paridad nuclear general entre las dos potencias. En cuanto al fracaso de Ginebra, Trofimenko asegura que se debe exclusivamente al hecho de que, desde el punto de vista de Washington, esas negociaciones estaban condenadas al fracaso, ya que no han sido sino un pretexto para poder desplegar los nuevos misiles norteamericanos en Europa.Sobre estos planteamientos irrumpió con un lenguaje informal Michel Jobert, para asegurar que no le preocupa la ruptura de las negociaciones INF, ya que, además de que soviéticos y norteamericanos se entienden perfectamente al margen de ellas, se trata de un proceso que se desarrolla a espaldas de Europa, y que sirve para que Chernenko o Reagan satisfagan sus respectivas necesidades de mostrar firmeza. Añadió que está "a favor de la Unión Europea Occidental (UEO) a condición de que no se utilice para rehacer la OTAN", mientras Pascal Bonifaz justificaba la tesis de su Gobierno de que "es preferible un equilibrio a un nivel superior de armas que un desequilibrio neto".Desde planteamientos ideológicos muy diferentes, Mary Kaldor retomó parte de la argumentación de Jobert, cuando dijo que "en ambos lados los misiles no se dirigen tanto contra el otro bloque, sino contra la propia opinión interna de cada potencia". Añadió que lo realmente nuevo no son los SS-20, sino el hecho de que la URSS haya anunciado, por primera vez, su despliegue a la opinión pública, "de forma que el elemento nuclear ha pasado a formar parte de las relaciones Este-Oeste"..

El expositor más directo de un nuevo plan de deshielo, basado en la multilateralidad y autonomía europea, fue el alemán Karsten Voigt, quien, desde la plataforma de los contactos privilegiados de su partido con los socialistas franceses, y probablemente de otros contactos menos evidentes con partidos comunistas de la Europa del Este, sugirió la viabilidad de una política de seguridad común europea, fundamentada en tratados sectoriales y en un nuevo espíritu de tolerancia. Aseguró Voigt que ese proyecto está ya en marcha, aunque será un proceso "largo y difícil, que los conservadores temen porque no les permite trazar planes a largo plazo".

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Dijo Voigt, por ejemplo, que no sabe si la Comunidad Europea de Defensa, replanteada últimamente por Mitterrand, "es el monstruo del lago Ness o el cometa Halle, que reaparece cada cierto número de años".

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