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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una declaración significativa

LA DECLARACIÓN conjunta que acaban de hacer pública los jefes de Estado y de Gobierno de México, Grecia, India, Suecia, Tanzania y Argentina, y con la que se ha solidarizado Felipe González, es, sin duda, uno de los documentos oficiales que, alejado de tecnicismos y circunloquios protocolarios, refleja de modo claro las opiniones y sentimientos del hombre de la calle, no sólo en los países indicados, sino en el mundo entero, y de un modo particular en Europa. Quizá lo más destacado de la declaración (cuyo texto aparece hoy en la página 4 de EL PAIS) sea que sus firmantes, a la vez que reconocen que los Estados poseedores de armas nucleares "tienen la responsabilidad primordial" de impedir una catástrofe nuclear, agregan que "el problema es demasiado grave para dejarlo exclusivamente en sus manos", y por ello toman una iniciativa concreta, al demandar "como un primer paso", que los Estados nucleares "suspendan los ensayos, la producción y el emplazamiento de armas nucleares", a lo que deberá seguir una reducción sustancial de las mismas. Hay al mismo tiempo una valoración muy positiva de la movilización ciudadana sobre este tema. La declaración es un no a la pasividad, a la actitud de esperar a ver qué hacen los grandes. Estamos, pues, ante una propuesta concreta, comprometida, que choca -sería absurdo disimularlo- con lo que es hoy la política defendida por las dos superpotencias. No es casual que Canadá y Rumania, consultados durante la preparación del documento, en fin de cuentas no lo hayan suscrito; por temor sin duda al disgusto, uno, de EE UU; otro, de la URSS.En resumen, la declaración firmada por De la Madrid, Papandreu, Indira Gandhi, Palme, Nyerere y Alfonsín propone la congelación de los armamentos nucleares a escala universal, para ir luego a J su disminución y avanzar hacia un desarme general. Ello coincide con lo que piden amplísimas corrientes de opinión en numerosos países, sobre todo en EE UU y en Europa, desbordando en gran medida los llamados movimientos pacifistas, si bien éstos son factor esencial para esa toma de conciencia cada vez más generalizada. Examinada desde nuestra coyuntura europea, no es fácil apreciar cuál puede ser la eficacia concreta, en el plano gubernamental, de la declaración que estamos comentando. Primero la colocación de los SS-20, la de los misiles Pershing 2 y de crucero después, han desatado en nuestro continente una dinámica demencial de acumulación de armas nucleares. El abismo es cada vez más obvio entre la concepción europea de su seguridad y el interés de EE UU de disponer de armas nucleares en su confrontación global con la otra superpotencia. Pero lo grave es que Europa no tiene voz en ese asunto: EE UU y la URSS son los que deciden si discuten, si negocian, o no.

A pesar de obstáculos tan serios, ciertas medidas parciales pueden tener importancia para buscar caminos de cambio y alejar los peligros. En ese orden, la decisión de Felipe González de solidarizarse con la declaración de los seis mandatarios es positiva; expresa, sin duda, sentimientos compartidos por la generalidad de los españoles. Pero cabe desear que esta toma de posición ayude a poner sobre el tapete la necesidad de una política española más activa y dinámica en la cuestión del armamento nuclear. Y en este sentido no está de más recordar que seguimos sin firmar, a pesar del compromiso electoral del PSOE, el Tratado de No Proliferación.

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