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Reportaje:

Atados 'de pies y manos', pero en libertad

Fue un estreno, especial, a finales del pasado marzo. Era el primer espectáculo del Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires desde el retorno de la democracia, producido en una institución oficial tradicionalmente dedicada a desempolvar obras anacrónicas. En la, platea, invitados no habituales: autores, actrices y actores que hasta hace poco integraban las listas negras, varias madres de Plaza de Mayo, alguna señora tocada con una boina blanca -clásica identificación del partido radical-, antiguos exiliados. Además de las nuevas autoridades del área cultural, del público adicto a los estrenos, de curiosos y de alguna vedette rutilante.En el escenario, una metáfora sobre el país y sobre lo que pasó titulada De pies y manos. Una obra especialmente escrita por el dramaturgo Roberto Cossa, un autor de los prohibidos, para el actor Alfredo Alcán, y en cuyo elenco figuran otros nombres hasta ahora vetados, como el de Carlos Carella. A través de cinco personajes -un profesor y su entorno familiar: madre, novia, amigo y discípulo-, Cossa articula un rico ejercicio de introspección, alejado tanto de las claves del. teatro realista como del simbolista. Violentando tiempos y diálogos crudamente cotidianos, el autor expresa la ambigüedad y la duplicidad de sentidos de un lenguaje de los argentinos, que atraviesan fanto el tono de comedia como el drama más doloroso. Y, en el que un abrazo puede expresar afecto y, al mismo tiempo, ahogar.

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Una reflexión sobre los traumas familiares, sociales y morales de una sociedad atada -¿de pies y manos?-, aunque ahora con la libertad de interrogarse sobre su memoria histórica, o sobre las complejas relaciones entre la justicia y la piedad.

Y en un momento como el actual en Argentina, de "sigilosa esperanza", como lo ha definido otro dramaturgo, Patricio Esteve, para quien "se trata de reconstruir un espejo trizado, sucio, gastado, que, a la manera de los esperpentos de Valle Inclán, deforma las imágenes y las proyecta en una locura general".

En esa reconstrucción, el teatro ha jugado un papel especial bajo el régimen militar. Ahogado al cine (a pesar de algunas excepciones destacables como Tiempo de revancha, de Adolfo Aristarain, recientemente estrenada en España), corrompida la televisión y la radio oficiales, dificultada la publicación de novelas y ensayos escritos dentro del país, y regimentada la prensa, la censura afectó de otra manera a la actividad teatral.

Fuera de los circuitos oficiales, pero en un espacio suficiente como para convocar a un público relativamente amplio, el teatro logró mantener vivo un lugar para la palabra pública, no monopolizado desde el poder. A partir de 1981, en la experiencia denominada Teatro Abierto, autores, actores y público rescataron una parcela de libertad,en numerosos espectáculos breves, transformados, asimismo, en ceremonias de resistencia. Teatro Abierto se replantea ahora la forma de trasladar ese espíritu crítico a la nueva situación del país. De pies y manos señala un camino posible.

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