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Reportaje:

La cultura argentina en la nueva democracia

El fin de la censura en el cine, el teatro y los medios de comunicación anima el comienzo de la transición, tras ocho años de dictadura

La recuperación de la democracia en Argentina ha nacido cargada de acechanzas. Una dé ellas, la del pasado reciente -tiempo de un régimen atroz, y de una guerra perdida- cobra nueva intensidad a medida que el Gobierno de la Unión Cívica Radical (UCR), presidido por Raúl Alfonsín, da sus primeros pasos en medio de condicionamientos muy duros. En esos factores, combinación de una economía desquiciada, una tensión social latente y una corrupción generalizada, reaparecen los perfiles de lo que fue la dictadura militar (1976-1983) pero también de lo que son sus consecuencias actuales.Tal vez por eso, el signo más destacado del panorama cultural de estos cinco meses de Gobierno democrático es el retorno a un ejercicio de la libertad largamente impedido, que se trasunta en climas y atmósferas más propicios para la creación. Una nueva iniciativa alienta muchas de las manifestaciones culturales actuales, especialmente en la ciudad de Buenos Aires, que sigue siendo el centro de gravedad del país.

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Obras teatrales, novelas, ensayos, letras de canciones, películas y medios de comunicación intentan aproximarse -por la vía del testimonio, la reflexión, la representación o la exhibición sensacionalista- a lo ocurrido en la última década. Y tanto en la vida social de Argentina como en los rincones, íntimos de sus habitantes, en los que la memoria y el terror libraron sordas batallas.

Algunas de esas obras comenzaron a filtrarse entre los pliegues de una censura en retroceso, durante los últimos meses del Proceso de Reconstrucción Nacional, nombre con el que el régimen militar se designó a sí mismo. Ahora, la censura ha sido abolida, el Proceso sigue siendo el nombre que con kafkiana familiaridad alude al antiguo régimen, y la dimensión cultural recobra una presencia más abierta, gana poco a poco su espacio en la calle, aunque sin abandonar ese tejido subterráneo de pequeños actos de identificación con que ha operado en la sombra.

Sin 'listas negras'

La nueva Administración democrática ha procurado, en estas pocas semanas de gestión, desatar la red de prohibiciones, recomendaciones y bloqueos que pesaban sobre los medios de comunicación -en especial en la televisión y el cine- y verificar, como en otras áreas del Estado, la situación de inanición económica y caos administrativo heredada en muchos de los medios estatales dedicados a la comunicación y a la cultura.Al cumplir 100 días de Gobierno, la UCR difundió ampliamente una síntesis de las 100 medidas prometidas en su plataforma electoral. En el apartado Cultura, se daban como cumplidas en ese momento -el pasado 23 de marzo- la eliminación de toda forma de censura, de las listas negras y de la discriminación ideológica, y la reorganización del Instituto Nacional de Cinematografía".

Al margen de estas formulaciones, la gestión del radicalismo en el área cultural parece orientarse a la dinamización y saneamiento de los centros bajo control estatal, para facilitar la distribución y el acceso a los bienes culturales. Y también a relacionar las producciones generadas en la absorbente capital, Buenos Aires, con las de las provincias, tradicionalmente aisladas entre sí.

El nuevo secretario de Cultura de la Nación, el dramaturgo Carlos Gorostiza, ha definido esta primera etapa como de preparación .de una futura transformación cultural del país. "Los primeros tiempos serán muy duros, ya que deben romperse viejos esquemas hondamente arraigados.. Desde mucho antes de 1976 (año del último golpe militar), existen prohibiciones, impedimentos y diversos tipos de obstáculos. Siempre hemos mirado con envidia las cosas que pueden hacer europeos y norteamericanos en materia cultural, y eso pasó porque siempre tuvimos una cultura autoritaria. Todavía nos cuesta mucho entender que de la discusión nace la luz".

Los problemas, previsibles, no se han hecho esperar: "Un claro ejemplo es el de la libertad de expresión cinematográfica que, aunque está destinada a los adultos, ya levantó voces de protesta que atacan la pornografía. Lo único que hacemos nosotros es otorgar libertad de expresión y proteger a los menores y a la familia".

Por su parte, el secretario de cultura de la Municipalidad (Ayuntamiento) de Buenos Aires, el psicoanalista y novelista Mario Pacho O'Donnell, entiende su campo de acción a partir del convencimiento de que la cultura "no es un ámbito de adoctrinamiento, sino de disidencia, de confrontación, de discusión". Y ha subrayado la necesidad de crear un espacio "que permita el florecimiento cultural" y no sólo "administrar los que la cultura genera".

Convocatorias masivas a diversos actos culturales promovidos por el ayuntamiento parecen subrayar este último intento: "En una misma noche, por ejemplo, juntamos a 15.000 personas en las Barrancas de Belgrano y a 10.000 en el parque Lezama" (situados en puntos opuestos de Buenos Aires), con espectáculos que han sido posibles tras el retorno de la democracia.

"Destrucción psíquica"

Además del teatro Colón y del San Martín -que ha incorporado a su programación temas y autores hasta hace poco vetados-, del ayuntamiento bonaerense depende el Centro Cultural San Martín, dirigido por el escritor Javier Torre (de 33 años), hijo del cineasta Leopoldo Torre Nilsson. "Cuando llegué aquí", ha declarado, "me encontré con una especie de inmenso hospital, en el que no quedaba nada. El objetivo, ahora, es que funcione, que haya jazz, cine, literatura, una buena biblioteca, que sea un lugar para trabajar y experimentar". Decenas de actos musicales, recitales, debates, conciertos, ciclos de cine, conferencias, talleres literarios o ciclos de danza van salpicando, cada mes, la nutrida programación de este centro.En otro campo, el cineasta Manuel Antín, nuevo director del Instituto Nacional de Cinematografía, también tuvo motivos para la sorpresa al asumir su cargo. "Encontré en este organismo más de 140 personas para que atendieran la producción de sólo siete películas que se realizaron el año pasado. En los mejores tiempos del cine argentino se hacían 50 películas por año y el instituto tenía 25 o 30 personas. Esto es lo que se llama crecimiento demográfico de la frustración".

El objetivo de Antín para este año es remontar la producción nacional de películas a unas 25, para lo cual se ha ampliado el presupuesto oficial en la materia. Se propone, asimismo, la reapertura de varias escuelas de cine que existían en capitales de provincias y, en Buenos Aires, de una Escuela Nacional de Cine para posgraduados.

El pasaje de una producción promedio de 30 filmes por año a sólo siete u ocho no es el único saldo negativo de estos años. "Gran parte de nuestro país tiene que ser psicológicamente reincorporado", ha señalado Antín, "porque la destrucción mayor que hemos tenido nosotros es la destrucción psíquica. Los argentinos nos olvidamos de pensar, o hemos perdido la costumbre de pensar".

Prensa, memoria y destapes

El retorno al régimen constitucional ha encontrado, por su parte, una Prensa escrita debilitada por la disminución de lectores y por problemas financieros. Con escasas excepciones, diarios y revistas han disminuido su tirada en la última década. El matutino Clarín -con una venta diaria promedio que supera los 400.000 ejemplares- ha conseguido mantenerse como el de mayor difusión.Mientras se redujo la venta de periódicos y disminuyó la audiencia de los cuatro canales de televisión de Buenos Aires (hasta hace pocos meses administrados por las Fuerzas Armadas), la radio fue ganando en los últimos años una audiencia considerable y constituye actualmente un medio masivo de gran proyección.

El sector de las revistas de información general no ha incorporado nuevas publicaciones de amplia difusión, tras el reciente cambio de régimen: las que existen son las que acompañaron al Proceso militar (y ahora se han reconvertido) o las que surgieron en los últimos años, cuando comenzaron a aflojarse los lazos de la censura. La revista antidictatorial Humor, surgida en esas circunstancias, conserva su primacía en la nueva etapa.

Más que la profusión de nuevas publicaciones resulta significativo el tratamiento que han tenido en una amplia franja de los medios de comunicación, y desde las últimas semanas del régimen militar, temas lacerantes como el de los desaparecidos. Las revelaciones sobre la represión se convirtieron en espectáculo macabro.

"El resultado de tanto circo es la banalización del pánico", ha señalado el escritor Juan Carlos Martelli. "Y luego de ella, la saturación. Violencia y culpa no serán noticia.( ... ) Los casos cansarán tanto como las confesiones y las reconstrucciones: todo aburrirá. De la fatiga a la desmemoria hay un solo paso: otros destapes, otras cortinas".

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