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Andropov y las debilidades de la Union Soviética

"El fallecido Yuri Andropov conocía la Unión Soviética mejor que nadie, pero" dice el antiguo presidente norteamericano Richard Nixon, "a pesar de conocer los puntos fuertes de su país, no era tonto. Era también consciente de las profundas debilidades de la Unión Soviética". En este extracto de su último libro, La paz verdadera: estrategia de Occidente (Editorial Little Brow & Co.), Richard Nixon hace una valoración del fallecido dirigente del Kremlin, evalúa el clima político y económico en el que Andropov se desenvolvió y sugiere que, a pesar de que jamás puedan llegar a ser amigos debido a sus irreconciliables intereses, la Unión Soviética y Esta dos Unidos pueden cooperar en interés mutuo.

Es necesario abrir la puerta a una paz verdadera. Para ello hacen falta dos llaves. Estados Unidos tiene una y la Unión Soviética tiene la otra. A menos que las dos superpotencias no adopten tina nueva relación de independencia, sin inmiscuirse cada una en los asuntos de la otra, el mundo no verá la paz verdadera en este siglo.Estados Unidos quiere la paz. La Unión Soviética quiere el mundo. Pero siendo las dos mayores potencias militares del mundo, los dos queremos evitar una gran guerra de la que ninguno de los dos saldría con vida. Y, como las dos primeras potencias económicas mundiales, cada una de ellas con enormes recursos y un pueblo capaz, podemos cooperar en cuestiones que nos beneficiarán inmensamente a ambos.

Debemos conocer no sólo los puntos fuertes de nuestro adversario, sino también sus debilidades.

Ningún hombre conocía los puntos fuertes y las debilidades de la Unión Soviética mejor que Yuri Andropov. Durante 15 años estuvo al frente del KGB, el aparato policial y de espionaje soviético. Continuamente escribía informes de la amplia red de agentes soviéticos en su país y en el extranjero y viajaba con frecuencia por todo el bloque oriental.

Andropov conocía los puntos fuertes de la Unión Soviética. Podía mostrar algunos logros importantes de la última década. Desde 1974, más de 100 millones de personas han caído en el área de dominación comunista o se han perdido para Occidente. Y, lo que es más ignominioso, los soviéticos han conseguido, superioridad sobre Occidente en el armamento nuclear más potente y preciso, los misiles balísticos estratégicos y de alcance medio, con base en suelo firme.

Pero Andropov no era tonto. Era igualmente consciente de las profundas debilidades de la Unión Soviética. Su economía sigue en una situación desesperada. Las economías occidentales han atravesado mares procelosos, pero la economía soviética flota muerta sobre el agua.

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Su presupuesto militar, enormemente desproporcionado, era dos veces mayor que el nuestro en relación con el porcentaje del producto nacional bruto (PNB) que consume, y supuso un enorme freno para la economía, reduciendo el incentivo de producción de los trabajadores y limitando el potencial de crecimiento.

Los costes de las conquistas soviéticas suponen un enorme desagüe para su economía, desesperadamente débil. Andropov tuvo que inyectar enormes recursos económicos en su imperio para mantener sus inseguras inversiones políticas a flote. Cuba, Laos, Angola, Etiopía, Vietnam y Nicaragua le cuestan más de cinco millones de dólares diarios. Afganistán le ha costado millones de dólares y miles de bajas. La resistencia con que se están tropezando los regímenes marioneta soviéticos en Afganistán, Angola, Mozambique, Etiopía y Nicaragua demuestran que la Unión Soviética es cada vez menos incapaz de digerir lo que traga.

Un momento oportuno para la paz

Andropov podía jactarse de las enormes victorias conseguidas por la Unión Soviética en el Tercer Mundo, pero su situación con las principales potencias mundiales le ha hecho parar. Se enfrentaba a enemigos potenciales en Europa occidental, Japón, China, Canadá y Estados Unidos. Juntos, estos países representan por encima del 60% de la economía mundial, y suponían para la Unión Soviética la poca grata posibilidad de tener que enfrentarse a unos enemigos poderosos en dos frentes.

Cuando Andropov sumó los totales del balance de los puntos fuertes y los flojos de la Unión Soviética, no encontró razón alguna para sentirse animado. Tenía que buscar la forma de solucionar los problemas o, al menos, de mitigarlos. Eso hace que actualmente haya grandes posibilidades de conseguir una paz verdadera. Para decirlo de una forma simple, ambos bandos quieren la paz: Estados Unidos, porque cree en la paz, y los soviéticos, porque la necesitan.

Es el momento oportuno para llegar a un acuerdo.

Para mantener la paz y defender nuestra libertad, tenemos que adoptar una política práctica de distensión. La distensión práctica consiste en una combinación de distensión con medidas disuasivas. Tenemos que dejar claro a los soviéticos, mediante nuestra fuerza y nuestra voluntad, que cuando amenacen nuestros intereses corren el riesgo de provocar una guerra.

Nuestro primer objetivo debe ser hacer que una guerra sea improductiva. Un agresor inicia una guerra pensando que puede ganar algo con ella. Para disuadirle de iniciar la guerra tenemos que seguir siendo lo suficientemente fuertes como para que un agresor potencial saque la conclusión de que perdería más de lo que posiblemente pudiera ganar.

Actualmente, Estados Unidos no cuenta ya con la superioridad nuclear para disuadir a los soviéticos de una agresión. Aunque todavía vamos por delante en misiles disparados desde el mar y el aire, la Unión Soviética ha adquirido en los 10 últimos años una superioridad decisiva en las armas nucleares más potentes y precisas, los misiles instalados en suelo firme. Tienen capacidad para dar un primer golpe y la posibilidad de destruir virtualmente todos nuestros misiles desplegados por los mares en un primer ataque, quedándoles capacidad para destruir nuestras ciudades.

No podemos esperar recuperar la superioridad nuclear que habíamos tenido durante 30 años, pero lo menos que debemos hacer es impedir que los soviéticos tengan esa superioridad. El misil MX nos ayudará a alcanzar ese objetivo. Es potente y con la suficiente precisión para alcanzar los misiles soviéticos instalados en suelo firme. Supone al menos un comienzo para rectificar el equilibrio de poder militar. Y, lo que es también importante es que, en caso de guerra, el misil MX le dará al presidente norteamericano otra alternativa distinta del ataque a las ciudades soviéticas.

La cuestión del control de armamento no puede separarse de la cuestión de la seguridad nacional. Están estrechamente ligadas. Si se llevan de una manera realista las negociaciones sobre el control de armamento, son mejor que nada. Y, si se quiere disminuir el riesgo de guerra mediante un acuerdo, éste debe perseguir al menos seis objetivos.

Disuasión y distensión

Debe dar lugar a un verdadero equilibrio entre las superpotencias. No debe permitir que ninguna de las dos superpotencias tenga capacidad para realizar un primer ataque. Debe poder especificar los medios para que cada uno de los bandos pueda comprobar el cumplimiento del acuerdo por parte del otro. Debe limitar las pruebas de tecnología de nuevos misiles que desequilibrarían el equilibrio estratégico. Debe disminuir, y no simplemente limitar, los arsenales nucleares de las superpotencias. Debería permitir la puesta en práctica de las recomendaciones de la Comisión Scowcroft de reemplazar los misiles de cabeza múltiple instalados en suelo firme por otros con una única cabeza nuclear y móviles.

Sólo cuando esté asegurada la disuasión será eficaz la distensión. Si los soviéticos se dan cuenta de que la agresión no dará frutos, no les quedará otro remedio que comportarse con moderación. Entonces podremos reforzar el efecto del temor a la guerra ofreciéndoles las recompensas de la paz.

Nuestro poder económico deja al suyo pequeño, porque nuestro sistema económico funciona y el suyo no. Los aliados de la OTAN más Japón superan la producción de la Unión Soviética y de sus aliados del Pacto de Varsovia en una proporción de tres a uno. El comercio entre nuestros sistemas puede hacer que se interesen en la paz y hacer que se moderen incluso más.

Habría que ampliar el comercio en ciertas formas que sirvieran únicamente a nuestros intereses. Esto significa que no debemos venderles a los soviéticos ni productos ni tecnología que contribuyan directamente a su capacidad militar. También significa que nuestro comercio no debe realizarse con precios subvencionados ni unas fáciles condiciones de crédito. La norma debería ser "comercio, no ayuda".

Fuera de esto, deberíamos aumentar nuestras relaciones económicas. Si quieren comprar cuerda, debemos vendérsela, pero de una forma que les ate las manos y que les impida ampliar su dominio. Cuanto más logremos comprometer a la Unión Soviética en una compleja red de relaciones comerciales, más fomentaremos su interés por la paz, al tiempo que aumentaremos el incentivo para que mantenga buenas relaciones con nosotros.

Nuestro primer objetivo debería ser construir un nuevo tipo de relación con los soviéticos, en la que podamos inducirles a cesar en su agresión. Esto sólo sucederá cuando las relaciones bilaterales con nosotros sean para ellos más importantes que su aventurismo.

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