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Italo Calvino, partidario de que los bronces de Riace viajen a Los Ángeles

Juan Arias

El escritor Italo Calvino está de acuerdo en la cesión de los bronces de Riace a Los Ángeles para que presidan los Juegos Olímpicos que se celebrarán en esa ciudad norteamericana el próximo verano.Calvino ha preferido ir contracorriente de algunas firmas prestigiosas como Guttuso, Argan, Arbasino y otros, que han defendido con pasión que los dos grandes guerreros griegos adoptados por Italia no se deben mover, no se les debe molestar en su silencio secular de Regio Calabria.

Calvino dice que sí, que deben viajar. Y entre serio y broma, entre ironía y ternura, va deshaciendo una a una las objeciones de los partidarios de la inmovilidad de los dioses de bronce. A los que objetan que puede ser peligroso el viaje, Calvino responde que cómo es posible que dos atletas tan robustos que han soportado incólumemente más de 2.000 años las inclemencias del fondo del mar puedan ahora constiparse por hacer un cómodo viaje hasta Los Ángeles, y escribe: "Me niego a creer que sean frágiles y vulnerables".

Dice también el escritor que siempre fue partidario de que las obras de arte "que se identifican con su colocación física" no hagan viajes, dejando vacía su cuna. Y pone el ejemplo de Las meninas del Prado. Los bronces de Riace no, porque en realidad, dice Calvino, "están aún viajando" y lo único que sabemos de ellos es que el viaje hace parte de su destino, ya que, afirma, lo único cierto es que "viajaban en una nave que no sabemos de dónde venía ni a dónde iba".

Pero, eso sí, dice Calvino, con una condición: que los norteamericanos paguen un contrato en dólares y hagan pagar el billete de los broncíneos atletas a todos cuantos deseen extasiarse con los bronces italianos y, desde luego, que esos dólares "vengan todos a Italia".

Y para los que proponen que se les mande a los norteamericanos una copia, Calvino es tajante: "Existe un aspecto fetichista en la fascinación de una obra de arte que no se puede olvidar. Lo que el visitador quiere admirar es el objeto verdadero, que tiene tantos años y que ha vivido tantas vicisitudes".

Y más estos dioses de bronce, a los que la gente otorga ya hasta virtudes que tocan la esfera de lo religioso o el arcano de las divinidades paganas y que "hasta hacen milagros".

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