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Poco público y numerosas personalidades en el festival cinematográfico de Huelva

ENVIADO ESPECIAL Con una asistencia inusual de personalidades del mundo latinoamericano del cine, pero al tiempo con poco público, se está desarrollando este IX Festival de Cine de Huelva.

Lo primero es consecuencia evidente del impulso que, a nivel oficial, está recibiendo el cine de habla hispana: la reciente reunión mantenida en Madrid, en la que se estipuló la creación de un mercado común entre estos países, de forma que sus problemas individuales pudieran ser superados con una colaboración conjunta, significa un paso decisivo, no sólo en la política gubernamental de cara a los países de América Latina, sino, ante todo, de sensibilidad ante los problemas de expansión de sus respectivas cinematografías, de las que no se escapa la española, al margen de su última repercusión en países extranjeros.

Éste fue, indirectamente, uno de los puntos señalados en la primera parte de las conversaciones sobre Medios de comunicación y cine, celebradas en Huelva bajo la coordinación de Román Gubern. Técnicos y críticos de México, Argentina, Perú, Uruguay y España se enfrentaron a la virtual conexión con futuros satélites y medios de cable que propagarán la cultura del país hegemónico contra la realidad estética de las restantes naciones. De poco valdrán los apuntes personales que surjan en las cinematografías dominadas si la técnica acabará dominándolos y si, por otra parte, las expresiones locales tienden también a una imitación de los modelos imperialistas. Se impone la conexión entre países.

Por otra parte, la Prensa onubense recoge alarmada la escasa asistencia de público. No es algo exclusivo de este festival, más aún si se tiene en cuenta la baja convocatoria de las sesiones comerciales normales en esta ciudad.

Dijo el crítico catalán José Luis Guarner en las ya citadas conversaciones que la industria cinematográfica se ha visto afectada por la evolución del público, cada día más joven. Su cambio de gusto y mentalidad respecto a las generaciones anteriores obliga a crear películas especiales para ellos si se quiere mantener la hegemonía del mercado. Abundó en esto Román Gubern, repitiendo las informaciones fundamentales del reciente encuentro de Estrasburgo, según las cuales un ciudadano medio europeo, tomando como ejemplo el belga, no acude al cine hasta cumplir los 14 años y deja de ir a los 30, dado que ha vuelto a formar una familia. Su tiempo cinematográfico depende de su deseo de conectar socialmente con otros semejantes: durante el resto de su vida se transforma en un espectador de televisión. Según eso, el cine latinoamericano defendería una batalla perdida, según matizó el crítico Fernando Lara. Las conversaciones continuarán y el propio festival tratará de dar una respuesta a todo ello.

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