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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La verdadera batalla de Chile

Quienes tuvieron la oportunidad de conocer o de vivir lo sucedido en Chile en 1973 -el golpe de Estado quee depuso al Gobierno de la Unidad Popular y que acabó con una de las más antiguas democracias de América- han podido comprender, en opinión del autor de este artículo, las profundas lecciones que este hecho dejó a los chilenos.

Lamentablemente, cierta Prensa ha venido dando acogida a una serie de opiniones que no sólo falsean los hechos acaecidos hasta el 11 de septiembre de 1973, sino que además en nada contribuyen, más bien obstaculizan, el reencuentro del pueblo chileno. Opiniones que tienen en la mira de sus ataques a la Democracia Cristiana y a algunos de sus personeros como el fallecido ex presidente de Chile Eduardo Frei. Opiniones que, en fin, no son más que la expresión de la parálisis ideológica en que algunos quedaron hace 10 años, cuando otros se pusieron en movimiento hace mucho tiempo en el país.Empeñados en permanecer congelados en el pasado, los autores de aquellas opiniones no cesan de responsabilizar a la Democracia Cristiana del golpe de Estado de 1973. Se niegan a aceptar que, antes de ser asunto del príncipe, la culpa política es asunto nuestro, de todos, porque la política es culpabilidad de masas. No quieren entender que, por tanto, nadie está libre de culpas, y que unos son más responsables que otros, juicio que le corresponde hacer al pueblo ante la historia.Dos caras de la medallaY lo cierto es que la medalla tiene dos caras y que ambas caras constituyen la verdad. A la opinión pública se le quiere enseñar sólo una de estas caras. La cara de los cambios políticos y sociales; de la lucha contra la miseria y el hambre; de la transformación de la estructura de tenencia de la tierra; de la nacionalización de las riquezas básicas del país; de las reformas educacionales; de la sindicaflzación campesina; del desarrollo de las organizaciones populares, y de la superación de todos aquellos males que encuentran su origen en el sistema capitalista prevaleciente en Chile. Sin embargo, a esa misma opinión pública se le quiere seguir ocultando la otra cara. Se le quiere seguir ocultando que tales cambios trascendentales para el pueblo chileno comenzaron en 1964, con el Gobierno de la Democracia Cristiana, y que a dicho Gobierno se le negó todo apoyo para impulsarlos, hasta "la sal y el agua", como declararía el secretario general de un partido de izquierdas.

Pero más allá de esta lectura antojadiza de la realidad vivida, hay unas lecciones que se están aprendiendo por los chilenos y que están conduciendo a los chilenos hacia la conquista de un nuevo porvenir. Unas elecciones que todavía es preciso enseñar a aquellos que no han querido aprenderlas.Hacia la dictadura del proletariado

Hacia fines de la década de los sesenta y comienzos de la del setenta, la antigua democracia chilena fue perdiendo el valor que había tenido para lograr la evolución pacífica del país. El llamado foquismo revolucionario, desarrollado por una ultraizquierda que seguía el ejemplo de la revolución cubana, fue creando efectos desestabilizadores en las instituciones públicas. La estrategia del poder dual, popular, armado y alternativo al poder y al Estado burgués fue echando por tierra los pilares democráticos y transformando el régimen de libertades en un mero instrumento de asalto. La vía chilena hacia el socialismo moría para dar paso a la vía insurreccional hacia la dictadura del proletariado. Por el otro lado, desde la derecha, se venía jugando la opción militarista que debuta con el tacnazo, un movimiento militar que pretendía derrocar al Gobierno democristiano. Desde 1967, en que se reunifican todas las grandes organizaciones empresariales de Chile, jamás dejó de estar en la mente de los grupos conservadores la idea de un proyecto poscapitalista que conectara con la doctrina de seguridad nacional y con el nuevo carácter de la guerra interna antisubversiva. La democracia fue sirviéndoles sólo para ganar tiempo en su estrategia. Así se aprendía la primera lección: la democracia es un valor en sí mismo, una forma permanente de vida, y no sólo un conjunto de procedimientos para la conquista del poder.

La toma de terrenos, de fábricas, de escuelas y universidades, y a veces de poblaciones enteras. Los grupos de choque, el asesinato despiadado de hombres públicos, como el comandante en jefe del Ejército René Schrieider o el ex ministro del interior Edrnundo Pérez Zujovic, la infiltración de las fuerzas armadas por ambos1ados eran todas prácticas que unían a los extremos en una sola lógica: la del enfrentamiento. Desde la derecha se cosechó el golpe de Estado. Desde la Unidad Popular se cosechó amargamente la derrota de una guerra que nunca libró, pero para la cual se preparó militarmente, como lo han reconocido todos sus partidos. Así se aprendía la segunda lección: la democracia es un régimen político fundamentado en el diálogo y en el consenso racional de personas que pactan socialmente y de cuyo acuerdo queda excluido el recurso a la violencia.

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¿Cuidado con la Alianza Democrática?En 1969, el candidato de la Democracia Cristiana a las elecciones presidenciales, Radomiro Tomic, propuso a los partidos de la Unidad Popular la conformación de un amplio bloque político que asegurara la unidad social del pueblo tras un proyecto de cambios profundo. La proposición fue rechazada. En 1971, la Democracia Cristiana se declara un partido socialista, comunitario, pluralista y democrático que lucha por instaurar en Chile una sociedad socialista, comunitaria, pluralista y democrática. Y luego, apoyó en el Parlamento, como ya en 1970 había votado por Allende en el Congreso para que éste fuera presidente, todas las reformas realizadas por el Gobierno que coincidieran con el programa de Tomic. A pesar de todo esto se desarrolló en contra suya una política de aislamiento y de marginación permanente que sólo vendría a ser rota por Allende en septiembre de 1973, cuando ya se sabía la inminencia del golpe de Estado. Su propio partido le negó entonces el respaldo necesario para aprobar conjuntamente con la Democracia Cristiana la refor ma constitucional de las tres áreas de la economía.

La Democracia Cristiana y la Unidad Popular pudieron de esa forma haber defendido unitariamente el proceso de cambios con tra las presiones antidemocráticas; sin embargo, la política de alianzas de ese momento nunca favoreció tal camino. Así se aprendía la tercera y más significativa de las elecciones: no es posible asegurar ningún proceso de cambio por la vía democrática, en sociedade como las latinoamericanas, a me nos que se cuente con el apoyo de una amplia mayoría nacional de trabajadores.

Quedan todavía algunas dudas que aclarar después de lo dicho. ¿Por qué se sigue insistiendo en atacar a la Democracia Cristiana precisamente hoy, cuando el pueblo chileno se moviliza unitariamente? Aquellas minoritarias opiniones, ¿van dirigidas exclusiva mente a la Democracia Cristiana o tienen otro objetivo? En realidad, la única explicación que puede en contrarse a la magnitud de las acu saciones que se le están haciendo al Partido Demócrata Cristiano, es el consciente propósito de crear dudas en torno a la validez de una alternativa que no es sólo la democristiana. Dudas que no dañan la imagen del partido en el interior del país, aunque fuera de él pue den crear ciertos obstáculos al en tendimiento amplio de los chilenos. Dudas que hieren los espíri tus de los militantes de dicha colectividad, pero dudas en todo caso demasiado débiles como para ser capaces de alterar su programa político. No es, por tanto, a la Democracia Cristiana a quien se bus ca hostigar, sino a la opción unita ria que se ha levantado en Chile.Miedo a la soledadCuando en la Prensa se exclama: "¡Cuidado con la Democracia Cristiana, no olviden que apoyó el golpe de Estado!", lo que en verdad se está pensando es: cuidado con la Alianza Democrática, porque está unificando a las fuerzas que ayer estuvieron enfrentadas. Cuidado con la Alianza Democrática, porque ha sido capaz de cristalizar la unidad de cristianos, marxistas y racionalistas, bases fundamentales de sustentación de un gran proyecto - nacional y popular. Cuidado con la Alianza Democrática, porque, a través suyo, puede pasar la historia que seguimos negándonos a construir.

Al fin y al cabo, se trata de un miedo terrible a la soledad política. Miedo a permanecer petrificados en 1973. Miedo a la incapacidad mental de despegar del pasado cuando todo se ha puesto en movimiento.

es representante de la Democracia Cristiana chilena en España.

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