Negociar con Marruecos
LAS NEGOCIACIONES pesqueras con Marruecos siempre han sido duras. Esta vez se arrastran desde octubre y no le han ido a la zaga en dificultades.El nuevo Gobierno socialista tomó el testigo de la negociación en diciembre, con la pretensión de desbloquear con rapidez el tema. Se aceptaron condiciones iniciales un tanto peligrosas sobré la forma de pago de los cánones de pesca y, en el diseño de una nueva estrategia, se globalizó la negociación. Una representativa delegación española, que incluía al titular de Transpprtes, se trasladó a Rabat e hizo probablemente concebir esperanzas a la parte marroquí sobre la posibilidad de discutir incluso el tránsito de sus naranjas por el territorio español.
Estos apresuramientos y los propios, problemas internos, políticos y, sobre todo, económicos de nuestros vecinos les han empujado, sin duda, a elevar el nivel de sus exigencias. Las propuestas iniciales marroquíes incluían cláusulas prácticamente inaceptables: duración limitada del acuerdo de pesca a dos años y medio, pero denunciable en cualquier momento; reducción en un 70% del esfuerzo pesquero español; concesión para el pescado marroquí de contingentes a la importación en España libre de derechos; absoluta libertad de tránsito para todos los productos marroquíes. Otras exigencias, más propias de una negociación entre Gobiernos y delimitadas dentro del marco global, se referían a la concesión de créditos favorables a la parte marroquí.
Algunas de estas condiciones han ido desapareciendo o modificándose y ha resultado posible aproximar las posturas. En primer lugar, se ha fijado la duración del acuerdo en cuatro años. No hay cláusulas de revisión y sólo figura el compromiso de reunirse las partes contratantes cuando España ingrese en la CEE. La reducción del esfuerzo pesquero, es decir, del tonelaje de los pesqueros que faenan en aguas marroquíes se ha establecido en un 40% a lo largo de los cuatro años de duración del acuerdo. Los cánones pesqueros se pagarán en pesetas y su aumento será del 70% durante el período de vigencia del acuerdo. El complemento financiero se centra en la negociación de un crédito comercial para la compra de mercancías españolas y un crédito de Gobierno a Gobierno en unos términos realmente generosos. La delicada situación de la balanza de pagos de Marruecos quizá alarme un poco a la hora de conceder estas facilidades financieras, pero tampoco se puede olvidar que se trata de un excelente cliente de nuestros productos al que se le han abierto créditos importantes en fechas recientes y con el que tenemos el tira y afloja de un acuerdo pesquero y otros contenciosos en modo alguno desdeñables. Los créditos, por otro lado, son el complemento con el que el resto de los contribuyentes españoles ayudan y apoyan a los pescadores, que se ven directamente afectados por el incremento en el pago de los cánones.
En todo caso, la firma del acuerdo es una buena noticia y una prueba tangible de que España y Marruecos, como las autoridades marroquíes han recordado en más de una ocasión, están condenadas a entenderse. Esta es una necesidad mutuamente ventajosa. Lo desgraciado es la continua pérdida de ese hilo conductor y los coscorrones que nos provoca su búsqueda en la penumbra o en la oscuridad. Quizá parte de estos desajustes sean fruto de que los dos países han confiado en exceso su entendimiento y la resolución de sus contenciosos a la acción de los Gobiernos respectivos. Pero las relaciones entre vecinos son mucho más ricas y complejas que las que pueden encauzar sus gobernantes. Unas veces unos asuntos marchan y otros andan atascados. De este modo, las pretensiones generales de globalizar las negociaciones pueden resultar un camino peligroso. En efecto, el orgullo nacional y la intransigencia que los planteamientos globales provocan puede echar por tierra o retrasar acoplamientos parciales aquí y allá, que sumados y restados arrojan una mejora sin la necesidad de enfrentamientos entre las naciones. Naturalmente, con la firma del acuerdo y su ratificación posterior por los Gobiernos no se cierra el proceso de nuestras relaciones con Marruecos. En la práctica diaria tenemos el deber de mejorarlas hasta el punto de conseguir que la colaboración y el entendimiento sean la parte más destacable de las mismas en lugar de los recelos y los contenciosos. Es preciso plantear con rapidez y firmeza ante la Comunidad Económica Europea la discriminación a que están sometidas nuestras frutas y hortalizas frente a las de otros países mediterráneos. Esta discriminación es hoy día un obstáculo prácticamente insuperable para negociar los tránsitos de productos marroquíes por nuestro territorio y es importantísimo obtener una solución por parte de la CEE. Además, este contencioso es también materia de queja de los pescadores canarios y andaluces, que lo relacionan con las importantes alzas en el pago de los cánones y la ampliación de zonas prohibidas a la pesca por motivos estratégicos. Sin olvidar que los cánones no son el único precio que pagan los españoles por el derecho a pescar en aguas territoriales marroquíes, sería siempre más razonable, en aras de una buena vecindad, que las restricciones entre los dos países se minimizaran. Todos los esfuerzos que vayan en esta dirección serán positivos, pero, sobre todo, las autoridades deben alentar el acercamiento entre las instituciones y los sectores productivos capaces de enriquecer la colaboración cultural y económica.
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