_
_
_
_

Serrat es Gardel

Cenaba de tres a cinco de la madrugada en la cantina de Pepe Fechoría, un gallego de Orense que se vino en 1949 y que hoy dirige el mejor restaurante de Buenos Aires. Comía con hambre, pero sin fuerzas: en 20 días perdió tres kilos. A esa hora todavía tenía que firmar, autógrafos, recibir abrazos y tomarse fotografías antes de sentarse a la mesa.Ninguna de las 50 llamadas telefónicas que recibía por día le llegaba directamente a su habitación del hotel, ni siquiera a la de su representante: las llamadas se atendían en otra habitación que ocupaban dos empleados puestos por la producción.

Después de una conferencia de prensa en la que respondió a las preguntas de casi 150 periodistas, no concedió más que unas pocas entrevistas privadas, entre ellas una a EL PAÍS, después de que fuera sobornado con un periódico atrasado que defendió de sus músicos con uñas y dientes.

Fin todas las conferencias de prensa dijo: "No esperaba tanto. Después de ocho años y medio, venía con temor por ver que cosas siguen igual y qué ha cambiado. Casi todo es distinto, pero esto es demasiado, tanto cariño con que me han recibido".

Su compromiso político quedó siempre claramente expuesto arriba y abajo del escenario Arriba cantando, mucho más de lo que se esperaba, con ganas, y obligando a sus músicos a volver a escena para devolver con un tremendo esfuerzo todo el afecto que recibía. Y abajo diciendo, por ejemplo: "Noto que hay una gran esperanza, pero le tengo miedo a las trampas que todavía quieren poner en el camino; por eso insisto en que no se debe perder la memoria. Ahora más que nunca este pueblo debe recordar lo que vivió. Yo noto un hueco generacional que ahora se está pagando muy caro. Espero que pronto puedan volver los dos millones de argentinos que hay en el exterior y que no se tengan que ir nunca más". Hasta se manejó con ironía para desmentir públicamente a Bernardo Neustadt, el periodista argentino más famoso del régimen, que había asistido a uno de sus recitales siendo insultado a coro por todo el público.

Al día siguiente, en su programa de radio, Neustadt dijo que había sido hostigado por un grupo de 40 o 50 personas, y por la noche en un reportaje Serrat le recordó que habían sido 12.000.

Pasó los días con los ojos húmedos, recibiendo a viejos amigos, palabras, flores, cartas, abrazos, lágrimas de agradecimiento, y se hizo tiempo para visitar a don Claudio Sánchez Albornoz y también al premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, a quien se ofreció para cantar en un festival a beneficio de los inundados.

Empezaba a cantar sin pedir silencio y lo lograba. Sobre el final, antes de que se sucedieran las peticiones de "¡otra, otra!", cantaba un tanto que presentaba así: "De Enrique Santos Discepolo, Cambalache". Y entonces no faltaba quien dijera: "Serrat es Gardel". Imaginen entonces ustedes hasta qué punto se quiere a Serrat en Argentina.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_