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René Favaloro: "Implantar un corazón artificial será algún día como instalar un marcapasos"

Milagros Pérez Oliva

El II Congreso de la Sociedad Catalana de Cirugía Cardíaca se inició ayer en Barcelona con la presencia del doctor René G. Favaloro, eminente cardiólogo argentino propuesto dos veces para el premio Nobel de Medicina, colaborador en las investigaciones que han permitido realizar tres implantaciones de corazón artificial en la universidad de Utah, en los Estados Unidos. Las dos primeras apenas lograron mantener vivo al paciente durante varios minutos, pero la tercera, seguida día a día en todo el mundo, consiguió hacer vivir, y hasta sonreir, durante 112 días al dentista Barney Clark.

Barney Clark murió la noche del 26 de marzo pasado. De aquel experimento ha quedado la imagen de un hombre sonriente junto a la inmensa máquina que le proporcionaba vida, una máquina de la que, en el mejor de los casos, no podría separarse jamás. Para el doctor Favaloro, esta imagen, que pudo ser angustiosa para algunos enfermos, será muy pronto superada: "Hoy parece todavía lejana la posibilidad de que alguien pueda llegar a hacer vida normal, con un corazón artificial, y sin embargo, hace quince años, algo tan simple como el marcapasos era un complejo aparato que acompañaba constantemente al paciente en una horrenda maleta. La medicina evoluciona y en este campo, todavía más, porque el corazón, con toda su importancia, no es más que una pequeña bomba, un órgano sencillísimo".Hasta ahora, la alternativa a un corazón que ya no resiste, es el trasplante. Su técnica se ha perfeccionado de tal modo que en estos momentos, el 60% de los pacientes está vivo a los cinco años de efectuada la operación. "Pero existe el problema de ese otro 40% que no sobrevive a causa del rechazo. La alternativa al problema del rechazo es el corazón artificial. Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de mortalidad que existe, y a menudo mueren personas muy jóvenes. Hasta ahora, el 80% eran hombres y el resto mujeres, pero cada vez mueren más mujeres gracias al tabaco y las píldoras anticonceptivas. De modo que cualquier avance en este campo de la medicina debe ser visto con la mayor de las esperanzas. Llegará el día en que la implantación de un corazón artificial será, no digo una operación rutinaria, pero sí una operación más".

El doctor Favaloro fue un pionero de la cirugía coronaria. "Bueno, en Medicina nadie puede atribuirse en exclusiva un mérito, porque todo es evolución. Se va avanzando poco a poco y cada uno hace lo que puede. En mi caso, si algún mérito se me quiere atribuir, en todo caso ha de ser el de haber sistematizado la cirugía del puente aorto-coronario a partir de los trabajos iniciados en 1967. En 1968 operamos en Estados Unidos los primeros infartos agudos. Hoy está demostrado que los enfermos operados viven más y mejor que los que no se operan. Pero, cuidado con las falsas expectativas, porque la intervención quirúrgica no está siempre indicada en todos los enfermos. Eso hay que repetirlo mucho, porque la mayoría de la gente cree que el quirófano es milagroso en las enfermedades coronarias, y no siempre está indicado".

La patria latinoamericana

El doctor Favaloro se apasiona cuando habla de medicina. Y con la misma pasión enjuicia críticamente la situación de su país, se muestra entusiasta del modelo español de transición a la democracia y se interesa por la opinión que los españoles tienen del rey Juan Carlos, "ese gran estadista que tienen ustedes". Él no milita en ningún partido político, pero es un luchador por la unión latinoamericana: "Somos ricos, tenemos reservas más que suficientes de todo, y sin embargo, vivimos pobres por que estamos colonizados intelectualmente". Contra ese colonialismo ha querido luchar él, dando ejemplo con su conducta. "En América Latina no tenemos nada que hacer sin la unidad de todos los países. Es nuestro gran reto: la unidad latinoamericana y la transformación social. Porque no hay duda de que el futuro de la humanidad está en tratar de resolver la ecuación de conseguir un mundo social sin que pierda la libertad".Él es un médico vocacional donde los haya, con una historia muy poco convencional dentro del mundo científico. Pocos saben que el brillante doctor propuesto dos veces para el premio Nobel de Medicina inició sus primeros pasos en la profesión como médico en un pueblecito de 700 habitantes, Jacinto Arauz, justamente allá donde la Pampa argentina pierde el verdor y se inicia el desierto. De aquella experiencia le queda el convencimiento de que "el médico debería estar obligado a trabajar uno o dos años como mínimo en las zonas rurales". Como médico rural ejerció durante 12 años y formó un equipo que intentó mejorar las condiciones sanitarias de aquella inhóspita tierra. Acabó fundando un pequeño hospital, con su quirófano y su instrumental, donde atendían y operaban todo tipo de enfermedades, "porque en mi país, las distancias son tan grandes, que ni siquiera teníamos el recurso de enviar al paciente a la capital", dice. Y allí decidió, con los cuarenta años en el horizonte, especializarse en cirugía coronaria.

Siguió, como muchos otros, el camino del norte. Diez años ejerció en Estados Unidos. Su trabajo en la Cleveland Clinic alcanzó un gran prestigio, del que dan cuenta sus numerosos títulos hororis causa. Pero en el punto culminante de su carrera, el doctor Favaloro hizo las maletas y se volvió a Argentina. "Hay un proverbio chino que dice: "Si planificas por un año, todo lo que haces es sembrar arroz. Si piensas en diez años, entonces plantas árboles, pero si piensas en toda la vida, lo que has de hacer es enseñar".

En la universidad de Buenos Aires ha formado ya varias hornadas de especialistas de todos los países latinoamericanos, que realizan sus investigaciones en la Fundación Favaloro, con la que la universidad de Utah tiene establecido un convenio de colaboración. Un convenio por el que el equipo del_doctor Favaloro colabora en las investigaciones del corazón artificial. Ellos han aportado, entre otras investigaciones, el aparato que establece la cantidad de sangre que debe suministrarse al enfermo, el llamado caudalímetro.

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