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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Economía y seguridad en Williamsburg

WILLIAMSBURG, como la primera conferencia en la cumbre del Château de Rambouillet en 1975, ha sido una consecuencia de la crisis internacional que desencadenó el alza de los precios del petróleo y de otras muchas materias primas. El gran crecimiento económico que se inicia con la reconstrucción de una Europa devastada por la segunda guerra mundial, y sostenido por una masiva distribución de la renta, había durado casi dos decenios. Pero el esquema industrial se agota cuando los países y sus habitantes se encuentran con que están prácticamente equipados en infraestructura, medios de transporte y artículos de consumo duradero, y en 1975, las políticas económicas basadas en estímulos fiscales. y disciplinas monetarias demostraron ser incapaces de enderezar un crecimiento sin inflación.En ese momento el temor a que el aumento del paro y el estancamiento del crecimiento provocara reacciones desesperadas, como había ocurrido en los años treinta, fue el factor determinante para que las instituciones internacionales nacidas después de la segunda guerra mundial (FMI, OCDE, CAT, Banco Mundial y las propias Naciones Unidas) viesen con satisfacción la iniciativa de que los jefes de Estado de los grandes países industriales buscasen un terreno de entendimiento al calor de la lumbre.

Rambouillet tuvo este carácter íntimo que, sin embargo, se fue perdiendo quizá debido al escaso éxito a la hora de encontrar soluciones. Apareció entonces toda la parafernalia de propaganda y ostentación para agasajar, e incluso deslumbrar, a los ilustres visitantes y sus cortejos. En definitiva, las cumbres económicas no Consiguieron sus ambiciosos objetivos iniciales, aunque sus consecuencias' fueron positivas en el sentido de evitar la dispersión y la búsqueda de soluciones aisladas. Naturalmente, en estos ocho años de incertidumbre no podían faltar las recriminaciones y se achacaba al vecino la responsabilidad de no conseguir poner orden en la propia casa. La agenda de Williamsburg venía repleta de problemas pendientes. El déficit presupuestario norteamericano, lejos de corregirse, como había prometido la nueva Administración Reagan, se convertía en un factor decisivo en la determinación de los altos tipos de interés del dólar. Altos tipos que ejercen un efecto sifón de los ahorros mundiales, contribuyen a encarecer el precio del dinero y, en consecuencia, desaniman a la inversión en el resto del mundo. También inciden en la sobrevaloración del dólar -y, por tanto, en la fluctuación de los tipos de cambio- y dificultan la toma de decisiones a los empresarios que operan en el mundo real.Esle déficit presupuestario de Estados Unidos fue, en primera instancia, el fruto de una fuerte recesión de la economía norteamericana, provocada por una rigurosa política monetaria cuyo objetivo era acabar con la inflación, y ahora se ve empujado por los gastos que la carrera armamentista de Reagan comporta. El éxito de la política antiinflacionista ha sido rotundo y por primera vez comienzan a llegar indicios inequívocos de una recuperación de la actividad en la economía norteamericana. También en la República Federal de Alemania y en el Reino Unido hay un renacer de la esperanza económica, mientras los japoneses confirman su propósito de fundamentar su prosperidad futura aumentando su mercado interior y no a través de un continuo esfuerzo exportador.

La declaración sobre seguridad

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Todavía no se conocen plenamente los resultados de Williamsburg, pero el primer documento que ha sido aprobado, la declaración sobre seguridad, confirma lo que ya había ocurrido en ocasiones similares- los asuntos militares y el deseo de dar una impresión solidaria frente a la URSS parecen haber rellenado algunos de los vacíos provocados por la falta de entendimiento y de soluciones económicas y políticas desde las que plantear una recuperación sostenida del empleo y de la producción. Varias razones han contribuido a colocar el tema de los armamentos nucleares en un lugar mucho más destacado de lo que se había previsto. Primero, la voluntad de Reagan de dar a la opinión norteamericana la sensación de, que su actitud en las negociaciones con los soviéticos tiene el pleno respaldo, al más alto nivel, del mundo occidental. En segundo lugar, el deseo de impresionar a los amplios sectores de Europa occidental que siguen oponiéndose al despliegue de los euromisiles con la itnagen de la unidad de los siete dirigentes de los mayores países del mundo industrializado, incluida una personalidad socialista como Mitterrand. El laborismo británico, las socialdemocracias alemana occidental, sueca, austriaca, etcétera, lo mismo que numerosas Iglesias, han hecho públicas posiciones directamente contrarias a la decisión de la OTAN en materia de euromisiles. Por eso, venciendo resistencias de Francia y de Canadá, Estados Unidos ha exigido, y obtenido, que la declaración se comprometa en puntos específicos particularmente polémicos, como la no inclusión en las negociaciones de Ginebra de los mis¡les franceses y británicos.

Es probable también que la publicación por parte de la Unión Soviética, en vísperas de la cumbre de Williamsburg, de una declaración anunciando que su respuesta a los euromisiles será aumentar el número de los SS 20 y colocarlos además eix países del Este más próximos a la frontera con los países de la OTAN ha dado un argumento más a Reagan para presionar a sus huéspedes y convencerles de que firmasen el texto especial sobre seguridad. Esos gestos de diplomacia agitadora, con tonos amenazantes tanto de un lado como de otro, sólo sirven para agravar la tensión.

La declaración ayudará, por lo demás, a conservadores y democristianos en las próximas elecciones del Reino Unido e Italia, respectivamente, toda vez que aparecen así más alineados que nunca con las decisiones de Washington y que pueden surgir temores en el electorado a la hora de decidir la discrepancia. Por lo demás, por parte de seis de los presidentes participantes en la cumbre, la declaración sobre seguridad no es más que la repetición de cosas que ya han dicho reiteradas veces en los últimos tiempos; nos referimos a los presidentes de países miembros de la OTAN. Lo que constituye una sorpresa es que el presidente Nakasone haya incorporado, en nombre de Japón, su firma a semejante texto. Con esa firma al pie del documento, la frase siguiente adquiere un significado muy particular: "La seguridad de nuestros países es indivisible y debe ser considerada sobre una base global". Es una concepción en cierto modo nueva que se inscribe en una doble tendencia visible en la política de la Administración Reagan en el último período: incorporar cada vez más a Japón a una política militar y extender la utilización de la OTAN a zonas del mundo que no están directamente cubiertas por el Tratado del Atlántico Norte, pero en las que Estados Unidos desea tener un creciente apoyo de sus aliados.

El presidente, Ronald Reagan ha marcado un gol en el terreno nuclear y de la confrontación con la Unión Soviética. Sin embargo, no es seguro que con ello logre disminuir las dificultades que se anuncian en Europa en la perspectiva de la colocación de los euromisiles a finales del presente año.

En el Parlamento de Dinamarca, unas horas antes de iniciarse la cumbre de Williamsburg, fue aprobada una moción, presentada por el partido socialdemócrata, pidiendo que no se aplique la decisión de la OTAN mientras sigan las negociaciones de Ginebra. La moción añadía que en esas negociaciones los misiles franceses y británicos debían entrar en el cómputo del armamento occidental. Es la primera vez en 34 años que Dinamarca rompe la tradición de unidad de los partidos en materias de política exterior. Casos de ese tipo, formas diversas de resistencia a la colocación de los euromisiles, van a repetirse en otros lugares de Europa.

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