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Visita al Magreb

La visita del presidente del Gobierno, Felipe González, a Marruecos, los días 28 y 29 de marzo, es la primera salida oficial -fue oficiosa su participación en París, hace dos meses, en un encuentro de la Internacional socialista- del nuevo jefe del Ejecutivo español. Probablemente, seguirán en mayo y junio los viajes a la República Federal de Alemania y a Estados Unidos.La visita llega, tras la confirmación, en los últimos meses, del protagonismo del monarca alauí Hassan II en la escena internacional. Mantiene privilegiadas relaciones con Estados Unidos y -recuérdese la reciente visita de Mitterrand a Rabat- con Francia. Con los problemas de fondo de la pesca, Ceuta y Melilla y el Sáhara-Polisano, más que resultados espectaculáres hay que esperar de esta visita del señor González una definición más clara de las respectivas posturas.

El viaje se realiza también tras la estancia del vicepresidente Alfonso Guerra en Argel. Resultados concretos tampoco los ha habido. En lo más preciso, el gas natural, las negociaciones proseguirán. En cambio, sí ha habido una delimitación de ambas posturas, argelína y española, en los grandes problemas del área común.

Ante la hibernación del problema de la OTAN, el impasse en las negociaciones con Londres, las puertas cerradas en la CEE, aunque sean debidas sobre todo a la mezquindad de la política francesa, como acaba de recordar el presidente italiano Pertini, es de esperar que en el Magreb, y especialmente con Marruecos, pueda el nuevo Gobierno español conseguir algún resultado.

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Si no es así y sólo las palabras. de buenas intenciones siguen adornando nuestra política exterior, habrá que empezar a considerar firmemente las críticas del jefe de la oposición, calificando de esquizofrénica la presencia española en el mundo. Una esquizofrenia que consistiría en dialogar con todos, pero no estar asentada en ningún proyecto consolidado, en estar en todas partes sin arraigar en ninguna.

La tarea se ve facilitada por los evidentes síntomas de occidentalización del Mediterráneo occidental con Argelia, tras Marruecos y contra Libia, en el actual intento de buenas relaciones con Estados Unidos. En este marco, la reciente adhesión de Felipe González al sistema defensivo occidental, ante el secretario de Defensa de Estados Unidos, Caspar Weinberger, permite entrever mejores relaciones con Marruecos. Si de las buenas palabras se pasa a los hechos, y veremos el primer logro diplomático de una política exterior sometida hasta ahora al tanted, al diálogo, pero no empeñada todavía en las grandes decisiones.

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