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Tribuna
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La necesaria unidad de la oposición chilena

Desde el momento mismo en que se instauró, la tiranía de Pinochet ha tenido que enfrentarse con la oposición de los sectores más avanzados de la sociedad, representados por los partidos de izquierda. A la oposición de izquierda se sumó más tarde la del centro político y social. En el último tiempo se ha hecho presente también la oposición de derecha.Nosotros, comunistas, proponemos el entendimiento de todas las fuerzas opositoras, de izquierda, de centro y de derecha. Decimos claramente que sólo la unión y la lucha de todos pondrá fin a la tiranía. De lo contrario, ésta seguirá devastando al país.

No es indispensable que todos pensemos ahora igual respecto al tipo de régimen democrático que deba construirse mañana. Lo importante hoy es aunar las voluntades para derrocar la dictadura y ponerse de acuerdo en la idea general de que al pueblo le corresponde decidir el futuro de la nación.

Sin exclusiones

Los comunistas no excluimos a nadie de ninguna acción unitaria contra el fascismo, ni en la lucha de hoy por echarlo abajo ni en la tarea posterior de erradicarlo totalmente y de crear un nuevo régimen democrático.

Nuestro partido, como los demás partidos populares, tiene pleno derecho a participar en la dirección del Estado. No obstante, podría ocurrir que, en virtud de la situación política concreta de mañana, algún o algunos partidos, comprendido el comunista, no participen en el Gobierno que suceda a la tiranía, lo apoyen, sin embargo, desde fuera en todo lo que tenga de positivo o se ubiquen en la oposición al mismo.

Por tanto, la composición del futuro Gobierno no es un asunto que imprescindiblemente deba definirse hoy, aunque es preciso dejar, una vez más, establecido que sólo un régimen democrático de amplia unidad nacional estará en condiciones de enfrentar la gran tarea de reconstrucción.

La situación actual es en extremo dramática y desastrosa. Los desocupados y sus familiares, que suman cuatro millones de personas, se debaten en medio del hambre y la miseria, la mayoría nacional es presa de la angustia. Los pobres viven hoy peor que nunca. Muchos empresarios de la ciudad y del campo han perdido sus bienes. La tiranía fascista ha llevado a cabo la más gigantesca expropiación de los pequeños y medianos propietarios en beneficio del capital imperialista y de los clanes financieros, a pesar de lo cual algunos de estos últimos están colpasados debido al fracaso del esquema económico.

La intervención de varios bancos tiene como objetivo central que'e1 Estado se haga cargo de las cuantiosas deudas que tienen, para satisfacer así a sus acreedores externos, principalmente norteamericanos.

Pérdida de confianza

Se ha perdido la confianza en el régimen. Pinochet trata de recuperarla. Pero la confianza, como la virginidad, una vez que se pierde no se recupera con nada. Cada día que pasa se hace más grave la crisis económica, social, política y moral. Las medidas que toma la dictadura no hacen sino agravarla. La cesación de pagos en que han caído importantes empresas revela que el país se encuentra ya sumido en la catástrofe.

Algunos políticos miden cuidadosamente el terreno que se pisa. Parten de la base cierta de que Pinochet declara a Chile en ruinas, y de ello sacan la conclusión de que otros deben ser los que se quemen primero en el fuego de las inmensas dificultades. No nos parece ésta una posición correcta, por no decir palabras más duras. A la caída del fascismo no se puede dejar al país al garete, expuesto a entrar en un período caótico. No se puede anteponer el cálculo egoísta al supremo deber patriótico de restablecer la democracia y de empezar, cuanto antes, a reconstruir la nación.

Los comunistas pensamos que, por el contrario, es necesario y posible evitar todo interregno y asumir desde el primer día la responsabilidad de encarar los obstáculos y comenzar a satisfacer las necesidades del pueblo y a resolver los problemas. Es justamente una razón que hace imperioso el acuerdo entre todos los sectores de la oposición, desde la izquierda a la derecha. Este acuerdo no es fácil, pero no es imposible lograrlo. Los comunistas estamos dispuestos a poner toda nuestra voluntad y empeño en tal sentido.

Luis Corvalán es secretario general del Partido Comunista de Chile

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