El desafío de la música guilleniana
Difícil es encontrar la música adecuada para la poesía de Jorge Guillén. Los cinco compositores citados por los versos de Jorge Guillén han respondido excelentemente y cada cual a su manera. Tomás Marco, en su breve página titulada Una música, va directo -como es su hábito- a la encardinación de lo musical en lo cultural y, paralelamente, a la búsqueda de reacciones sensoriales. Lo que, en este caso, ha desembocado en unos pentagramas que tienen algo de neoimpresionistas en el espíritu o en la delectación sonora aún cuando no en la organización.La voz de la soprano, asistida o alternada por un cuarteto de maderas y un trío de cuerdas, están bien combinadas e incluso reciben algún vientecillo de la psyche fallesca.
Bien distinto ha sido el proceder de Cristóbal Halffter, que parece haberse apoyado en lo más austero del espíritu poético de Guillén. Cristóbal, en Leyendo a Jorge Guillén, ha enfrentado un lector que, sin más música que la alta y condensada de los versos, recita fragmentos guillenianos, con una viola y un violoncello, que siguen un curso de estupenda escritura, interrumpiendo, contrastando o uniendo los textos. Ya la combinación es de por sí austera y aleja cualquier idea de complacencia tímbrica.
Sugerencias
El sistema de trabajo de Luis de Pablo suele obedecer a una coherencia, gracias a la cual todas las obras de un-período responden a análogas búsquedas y soluciones. No hay, entonces, composiciones ocasionales para De Pablo. Menos podía serlo la dedicada a Jorge Guillén, poeta que cuenta entre sus lecturas preferidas desde la juventud. El manantial, es texto que, en su formal en su concepto, en el aire de su vuelo, ofrece largas sugerencias musicales.
De Pablo las ha entendido por un lado como aceleración del tiempo, tema que le ocupa y que desarrollará en otras obras; por otro, como evaporación de la palabra a partir de una extremada condensación del lenguaje. El intento del compositor, bien atractivo, es llegar a una música guilleniana hasta el punto de que cuando se inicia, la vocalización ya suena a Guillén, antes de que sea dicha una palabra del poeta. Inmaculada Burgos y dos tríos instrumentales tan relacionados como contrastados entre sí (vinieron a mi memoria Cesuras y Radial, como antecedentes lejanos), articularon una versión preciosa.
Con pocos elementos y fascinante imaginación, Francisco Guerrero dio una vez más la sorpresa de su expresión inusitada, arriesgada hasta el extremo y capaz de conectar con el auditorio. Las dos sopranos (tanto Angeles Zanetti como Inmaculada Burgos, cantaron bien, y un doble cuarteto instrumental con percusión, bastan al músico andaluz en su Vada, para construir un mundo de doble significación: intramundo de la poesía guilleniana y esplendor fisico-acústico obediente al gusto barroco por las contradicciones.
Correspondió a -Carmelo Bernaola cerrar el programa con una apretada y bellísima partitura, titulada simplemente Versos, para soprano y seis instrumentos o, más exactamente, tres dúos instrumentales: flauta-óboe, clarinete-clarinete bajo y viola-violoncello.
La línea de las últimas obras de Bernaola continúa en la dedicada a Jorge Guillén, no sólo por la maestría de la factura, sino por la voluntad de crear música bella o, como suele decirse, biensonante. Entonces, en la partitura, parecen aceptarse largas y cualificadas herencias con el dualismo impresionismo-expresionismo como eje, a fin de dar a los versos elegidos no solamente la dimensión musical propia del compositor, sino aquella que dimana de la misma palabra poética.
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