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El Festival Internacional de Cine de San Sebastián

'Querelle' película póstuma de Fassbinder, y ' Cangrejo', de Roman Chalbaud, abrieron la sección oficial

'La fiesta de la imagen' comenzó con exhibiciones y debates sobre el fenómeno del vídeo

Con la parte más trivial de sus protocolos -discursos, bailes, rayos laser sobre la ciudad y un sol de opereta- comenzó a rodar el 30º Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Quienes vaticinaron el pasado año que el nombramiento de Luis Gasca como nuevo director del festival suponía que éste iba a orientarse hacia reclamos turísticos y hacia ceremoniales más o menos mundanos, susceptibles de ser instrumentados políticamente, acertaron. Pero acertaron también quienes intuyeron que la llegada de Gasca supondría un mayor dinamismo, una mayor credibilidad ante el mundo de las distribuidoras cinematográficas y, sobre todo, un mayor rigor en la elección y estructuración de las diferentes secciones.Tras la inauguración en el palacio de San Telmo, se abrieron las primeras puertas de esta maratoniana fiesta de la imagen: las exposiciones dedicadas a grabados eróticos de Picasso, cedidos por el Ayuntamiento de Barcelona, a las colecciones de fotografías de David Hamilton y Lamberto Scipioni, a una muestra de hologramas cedidos por el Museo Holográfico de París y a otra dedicada a ilustrar los futuros debates sobre la literatura del folletón por entregas.

En cuanto a películas, la sección oficial -que entra también inevitablemente en la parte verbenera y protocolaria de la fachada del festival- proyectó como plato fuerte, Querelle, obra póstuma del director alemán recientemente fallecido Rainer Wender Fassbinder. Completó esta primera ración do cine oficial el filme venezolano Cangrejo, dirigido por Román Chalbaud.

Querelle ha defraudado profundamente, y era, en cierta manera, inevitable que así fuese. En la conferencia de prensa de ayer sobre este filme, el actor Laurent Malet asumió -estaba en su derecho y probablemente en su deber-, la defensa del pobre Fassbinder, lo que le convirtió, ya que no en un buen actor, cosa que nadie es en Querelle, sí en un abogado de causas perdidas. La figura de Fassbinder, hinchada por una crítica que dio por hechas demasiado precipitadamente calidades que sólo eran potenciales, comienza a recibir ahora las primeras andanadas. El, en palabras de Cabrera Infante, "detestable cine alemán actual" puede haber comenzado con Querelle a bajar los peldaños de la cumbre donde le encaramaron hacia la confortable medianía que en realidad se merece.

Las restantes seccionines arrancaron con Alfino y el condor, del chileno Miguel Littin, en la sección homenaje; la sueca Mamma, de Sufanne Osten; la cubana Polvo rojo, de Jesús Díaz, y las españolas Picasso nuestro, de Lluisa Borrás, y Octubre doce, de Ernesto del Río y Luis Egiraun, en la sección Nuevos realizadores. En las sesiones de ayer se proyectaron dos filmes latinoamericanos. El peruano La familia Orozco, de Jorge Reyes, pasó desapercibido; y el brasileño De tripas corazón, de Ana Carolina Teixeira, ha levantado, por el contrario, algunos rumores que lo califican de interesante.

Las secciones de homenajes a Fassbinder y al argentino Leopoldo Torre Nilson también comenzaron, así como la dedicada -con el nombre de El otro camino- al cine independiente y underground, donde se proyectaron Anarquismo en América, un curioso filme de presupuesto mínimo y con algún interés, otra alemana cuyo nombre más vale olvidar y la norteamericana Talk to me, de Julius Potocsny, nombre húngaro que, esperemos, no resuene tan mal como el engendro húngaro proyectado ayer en la sesión oficial, Megall Az Ido, de Peter Lothar, que acompafió a la norteamericana de Taylor Hackford, Oficial y caballero, que nos llega rodeada por su extraña y un poco oportunista aureola de filme machista o algo similar, con aires provocativos contra los movimientos feministas, que hall adquirido carta de naturaleza en el cine norteamericano.

Primeras exhibiciones de vídeo

Una de las secciones más atractivas de la 30ª edición del festival de San Sebastián, el Primer Festival del Vídeo, que organiza y coordina Guada Echevarría, ha dado sus primeras exhibiciones con Paradis-video, una producción francesa que va a servir de aperitivo a emisiones y debates que aquí nadie duda que van a ser la más interesante iniciativa del festival e incluso, si adquiere continuidad, uno de los signos distintivos de su identidad futura.En las sesiones de ayer se emitió un interesante vídeo musical norteamericano y comenzaron los primeros debates sobre este fascinante mundo, con la participación de Félix de Azúa, Roman Gubern, Vicente Molina Foix, Antoni Muntadas, Jean Paul Fargier y Philippe Sollera.

La serie de exposiciones citadas, la concentración de estudiosos del vídeo y la sección a él dedicada, las mesas redondas sobre literatura folletinesca y su vinculación al mundo de la imagen, la rigurosa muestra de cine español de los años cincuenta, la presencia entre los nuevos realizadores de filmes de algunos que pueden darnos la pista de los cineastas del mañana y una exhibición casi exhaustiva de la producción cinematográfica española pendiente de estreno, son las partes incontestablemente serias de un festival que ha vuelto a elegir su vieja fachada festivalera y trivial como reclamo y envoltura de un tratamiento global y serio del mundo de la imagen y de su futuro. La fórmula descaradamente, casi agresivamente, ecléptica de la línea Gasca está aquí, bien patente desde el primer día.

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