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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La política defensiva norteamericana / 1

La Administración Reagan está empeñada en recuperar, y luego mantener, un nivel de fuerza defensiva suficiente para disuadir todo posible ataque contra nosotros. En unos momentos de fuertes rigores presupuestarios, éste es un compromiso que cuesta trabajo y que a menudo ha generado conflictos.Los recursos dedicados a la defensa, de ser gastados en otras cosas, podrían brindar un considerable bien público. Pero no podemos olvidar que el servicio social más importante que un Gobierno puede prestar a su pueblo es el de mantenerlo vivo y libre. Es una obligación que hemos estado peligrosamente cerca de abandonar.

Hace dieciocho meses, la Administración Reagan puso en marcha su programa para reconstruir el sistema defensivo de Estados Unidos y ya hemos hecho avances apreciables. Estos avances se manifiestan tanto en una mejora de la gestión de los recursos como en un aumento de los mismos.

No obstante, no hemos hecho más que comenzar, si es que queremos ponemos en condiciones de cumplir nuestros compromisos con nuestros aliados y de contener la agresión soviética. A quienes objetan que no podemos financiar unos niveles defensivos suficientes porque los fondos presupuestarios son necesarios para otros fines, sólo puedo responder que están haciendo cálculos equivocados. Los gastos de defensa no pueden determinarse a partir de lo que va quedando de otros capítulos; muy al contrario, han de calcularse en función de la amenaza a la que realmente hayamos de hacer frente. Y esa amenaza es muy real hoy, y además es una amenaza creciente.

Apoyo a los aliados

La segunda manera en que podemos defender la nación es cumpliendo los compromisos con nuestros aliados. Esta idea tiene una historia accidentada: desde la advertencia de George Washington contra las alianzas que crean ataduras a las propuestas modernas que propugnan la retirada de nuestras tropas de Europa, nuestro país siempre ha manifestado una veta aislacionista. Pero la época en que este aislacionismo podía ser sostenido por las barreras naturales de nuestra geografía hace mucho que ha pasado. Ya no podemos engañamos pehsando, que los compromisos con nuestros aliados proceden solamente de un deseo altruista de proteger la libertad. De hecho, la defensa de su libertad es simplemente la defensa adelantada de nuestra libertad.

Pese a esta realidad,"hay quienes hoy critican nuestro compromiso con nuestros alidos, y en especial lo hacen los que quieren que disminuya el grado de compromiso de esta Administración con la OTAN. La OTAN, una de las alianzas de más éxito en la historia del mundo, ha asegurado a Europa el más largo período de paz de la historia modema. La reciente incorporación de España ha reforzado su vitalidad. Por su eficacia demostrada, ha sido un punto central de la estrategia soviética el intentar destruirla. Existe también una tentación de dar por supuestas las ventajas de la OTAN, y hay quienes caen en la de pensar si la Alianza merece el esfuerzo. A partir de ahí, se habla de desigualdad en el reparto de cargas, y en particular, en épocas de austeridad presupuestaria.

Pero no podemos dejar que esa austeridad nos oculte la contribución efectiva de nuestros aliados a su propia defensa y a la defensa de otras naciones. Durante los años setenta, los años de nuestra despreocupación, muchos de nuestros aliados hicieron considerables contribuciónes para apuntalar nuestra debilitada posición. En años más recientes, dentro de la zona de la OTAN se han producido hechos muy prometedores que demuestran la continuidad del compromiso de nuestros aliados. Un exponente de ello es el apoyo del país de acogida, que amplía el reparto de cargas y que permite una utilización más eficaz de las fuerzas norteamericanas. Hay que hacer otro esfuerzo también. Todos, en efecto, tenemos que hacer más. Pero, por encima de todo, hemos de mantener a la OTAN fuerte y unida.

Haciéndose cgrgo de la iinportancia de otras zonas, en particular del suroeste asiático, para el bienestar económico de Occidente, la OTAN ha procedido a atender problemas fuera de su área. Estamos estudiando con nuestros aliados cuestiones tales como los derechos de sobrevuelo, de acceso en ruta y de apoyo, en el caso de que nuestra seguridad y la de Occidente hiciera necesario que proyectásemos nuestra fuerza en Oriente Medio o en otras zonas. La guerra de las Falkland (Malvinas) demuestra lo vital que es estar preparados para eventualidades, y también para las crisis que con mayor probabilidad puedan estallar.

Pacificación del Sinaí

Hay que señalar también que nuestros aliados europeos han proporcionado una gran ayuda con su acuerdo de participar en las olyeraciones pacificadoras como la del Sinaí, entre otras. La disposición de Gran Bretaña, Francia, Italia, Noruega y Holanda de ayudar al mantenimiento de la paz en una región tan históricamente insegura como Oriente Medio supone una contribución importante para la seguridad colectiva del propio Occidente.

Pese a nuestro pleno compromiso con nuestros aliados, en ocasiones hemos de defender posturas incómodas para ellos. Hemos animado a nuestros aliados a aumentar sus gastos de defensa igual que aumentamos los nuestros. Esta petición nunca resulta muy popular, pero es necesario hacerla. Análogamente, hemos hecho todo lo que hemos podido para evitar contribuir directamente al ya crecido potencial militar ofensivo de la Unión Soviética. Esta convicción se traduce en una determinada línea de acción con relación a las transferencias de tecnología, al gasoducto que la URSS propone tender hacia Europa y a los créditos. Algunas de nuestras medidas a este respecto resultan necesariamente incómodas para algunos de nuestros aliados.

El tercer y último principío de nuestro consenso en tomo a la seguridad es la búsqueda de acuerdos eficaces sobre reducción de armamentos. Esta Administración decidió poco después de iniciarse su mandato que la mejor manera indiscutiblemente de lograr una paz duradera con la URSS sería persuadir a ésta de que conviniera con nosotros en reducciones verificables y amplias de armamentos, hasta llegar a una igualación por ambas partes a niveles muy infbnores a los actuales.

Estados Unidos ha ofrecido un programa amplio sobre reducción de armamentos que incluye la eliminación de los proyectiles de alcance medio con base terrestre, una reducción de un tercio en el número de cabezas de proyectiles balísticos estratégicos, una reducción importante en las fuerzas de tierra de la OTAN y del Pacto de Varsovia, así como salvaguardias que reduzcan el riesgo de guerra accidental.

Caspar Weinberger es secretario de Defensa de Estados Unidos.

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