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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Colombia: las posibilidades de un presidente

Por costumbre, en lo que llaman la democracia colombiana, los presidentes toman posesión de su cargo en una fecha simbólica para el país. Se trata del 7 de agosto, día en el que se conmemora el triunfo del ejército libertador en la batalla del puente de Bocayá, después de nueve años de lucha (1810-1819). Pero a la larga, la referencia histórica es lo que menos cuenta en estas tradicionales ceremonias, que siempre han estado cubiertas por el sopor de la espera; más ahora, cuando la incertidumbre inquieta al pueblo colombiano, dentro y fuera del país, por las mismas condiciones en las que llega el nuevo presidente electo, Belisario Betancur. Todos reconocemos en él un alto nivel intelectual, aunque no se compartan sus principios políticos, esencialmente populistas y conservadores.Es habitual entre los políticos oficialistas en Colombia y América Latina el impulsar sus campañas con un sinnúmero de promesas que tan sólo pueden llegar al producto de su demagogia, la del partido al que representan, que en el caso del país es el liberal, o el conservador.

El nuevo presidente ha logrado convencer al 30% del electorado colombiano, que el pasado 30 de mayo votó por él, creando una nueva esperanza, de la que en estos momentos es imposible predecir algo. Lo único cierto es que el presidente Belisario Betancur ha quedado muy comprometido con las clases populares al prometer dentro de su programa de gobierno desterrar el analfabetismo, que llega a un porcentaje muy alto. Igualmente, el nuevo presidente ha prometido solucionar el problema de la vivienda, que afecta a un 70% de la población urbana y rural; acabar con el desempleo, uno de los problemas más graves que debe afrontar, ya que es mucha la mano de obra parada y pocas las posibilidades de abrir más puestos de trabajo, teniendo en cuenta que lo primero que debe entrar a solucionar el nuevo Gobierno son las condiciones del trabajador colombiano, cuyo sueldo difícilmente alcanza para sobrevivir con amargura. El promedio de un 50% de la población escasamente gana 20.000 pesetas al mes (10.000 pesos colombianos), y el alto costo de la vida marca 50.000 pesetas, a las que alcanza escasamente la clase media. Es una condena asfixiante. Escritores que no pueden vivir de lo que escriben, o actores de teatro que ganan 5.000 pesos colombianos, y eso cuando son grupos reconocidos, como La Candelaria o el Teatro Libre, en Bogotá; al igual que el Teatro Experimental de Cali (TEC), en Cali, cuyo trabajo han venido manteniendo desde hace más de veinte años, siempre bajo las mismas condiciones.

En esto seguramente será favorable el nuevo presidente, aunque es muy difícil que se salga de los carriles marcados por el partido gobernante; pero queda la posibilidad de que siga queriendo su propio pasado intelectual y su amistad personal con varios artistas colombianos, con los que, de un modo u otro, ha estado colaborando. Posiblemente, Belisario Betancur cree una especie de descanso en ese país tan atropellado por la violencia.

Una amnistía necesaria

Este es uno de los temas principales que desde hace varios años ha venido preocupando al país. Hay que aclarar que la guerrilla colombiana es de las más permanentes en América Latina, y su influencia en el sector del campesinado y en algunos sectores de la clase obrera es bastante fuerte, al igual que la sirripatía de un 60% de la población.

Los cuatro grupos armados mantienen en jaque a los militares, están lo suficientemente fuertes para exigir condiciones y garantías. Esta no es una guerrilla política, como lo era la guerrilla liberal que se formó en el período de la violencia (1948-1953), aunque es de esa guerilla de donde surge la esencia de lo que es hoy una guerrilla de clase que lucha por unos principios sociales. El proyecto de amnistía del presidente Turbay fue un fracaso de entrada porque en realidad a los militares no les preocupó, y la prueba está en la actitud del ex ministre, de Defensa general Camacho Leiva; que durante su ministerio se portó como un pistolero, reprimiendo al país de una forma brutal. Ahí están los cientos de presos políticos, muchos de ellos torturados hasta acabarlos, porque simplemente eran de izquierda; a ellos también les debe llegar la amnistía, más ahora que el Gobierno saliente ha levantado el estado de sitio y las posibilidades del nuevo presidente son mayores para llegar a una total amnistía con los alzados en armas, que están dispuestos a deponerlas, pero con un máximo de garantías; porque aquí ya no puede existir el engaño que sufrió la guerrilla liberal, traicionada por su propio partido. No, el nuevo proyecto de ley debe estar sujeto a las condiciones de lo que encierra la, palabra en sí, es decir, el diálogo franco y abierto entre las diversas fuerzas políticas y militares, que es una de las exigencias fundamentales de los grupos armados. Hasta el momento, dos de los grupos alzados en armas se ha mostrado dispuestos a deponerlas; el Movimiento Diecinueve de Abril (M-19), especialmente, ha venido buscando esta deseada amnistía. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han sacado su ramo de olivo, sin bajar la guardia, claro está. Por suerte para el nuevo presidente, el desprestigio del anterior Gobierno liberal no ha podido terniinar más deteriorado. Las manifestaciones que se dan diariamente: en diferentes ciudades del país, el paro nacional del transporte, el inconformismo, es general a todos los niveles.

Un país convencido

De todos los males, el mejor era éste; el optimismo es compartido, ya que con Belisario Betancur se rompe el esquema tradicional de las familias y los clanes políticos que tanto daño han hecho al pueblo colombiano, marcado por una violencia sin igual en América Latina.

Para el nuevo presidente las condiciones no pueden ser más favorables, aunque la crisis económica no da mucho que esperar; sin embargo, el nuevo presidente cuenta con el apoyo de todos los sectores políticos y militares, incluso los mismos partidos de izquierda están dispuestos a colaborar para sacar adelante un sistema en quiebra.

Tal vez con Belisario Betancur se inicia un cambio no sustancial, pero que por lo menos da la posibilidad de algo mejor, y esperemos que el presidente no se vea maniatado por la caverna tradicional del Partido Conservador, que pueda actuar con cierta libertad, así no cumpla ni la mitad de su programa de gobierno. Es esta la esperanza del pueblo colombiano, dentro y fuera del país.

Manuel Giraldo-Magil es escritor colombiano. Autor de la novela Conciertos del desconcierto, premio Nacional de Novela Colombiana 1981.

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