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El novelista retiró solemnemente sus declaraciones contra José Antonio Rodríguez

El presidente del Gobierno regional de Cantabria, José Antonio Rodríguez, y el escritor Camilo José Cela cenaron juntos el lunes y conversaron durante más de tres horas sobre el litigio que escritor y Diputación sostienen en torno a la propiedad del manuscrito de La familia de Pascual Duarte, que se guarda en la Casona de Tudanea (véase EL PAIS de 25 de julio de 1982). Durante la entrevista, Cela retiró solemnemente sus declaraciones contra el presidente cántabro, al que en una conversación informal calificó de "subnormal profundo", y afirmó que "no hubo, ciertamente, buena fe" en quien reprodujo textualmente unas palabras pronunciadas "ante una tortilla de patatas y una cerveza". "Quiero que quede clarísimo que retiro cuanto, se ha dicho", insistió el novelista gallego. Inmediatamente, José Antonio Rodríguez quitó hierro al asunto afirmando que nunca había sacado del contexto las palabras del escritor, sino que tuvo en cuenta el lugar en que se publicaron.

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La conversación entre Cela y el presidente de la Diputación de Cantabria se celebró en un restaurante de Madrid, en presencia de tres redactores de EL PAIS. Político y escritor habían partido el camino para una entrevista, que terminó sin acuerdo pero que fue destacada por ambos como "el único modo de solucionar los problemas que puedan surgir entre humanos". Cela viajó por la mañana en avión desde Palma de Mallorca -"vine temprano porque uno no se puede fiar de los horarios, y si hoy no llego a esta cita, mientras lo aclaro o no, quedo como un cerdo", explicaba-, en tanto que Rodríguez había hecho el viaje por carretera.Hechas las presentaciones, la entrevista se desarrolló sin envaramiento alguno, salpicada de retratos picarescos y hasta amablemente crueles del genial relatador -también de palabra- que es Cela, al que dio réplica el presidente cántabro con una no pequeña capacidad conversadora, que apostillaba o engrosaba, si venía a cuento, el anecdotario celiano. No faltaron en tan larga charla los temas de rigor: un poco de gastronomía, algo de política, un tanto de historia, algunos cotilleos, numerosos recuerdos para el "señor de la Casona, don José María de Cossío", relatos de montaña..., hasta que, al comienzo del segundo plato (que para Cela fueron dos huevos fritos con chorizo), José Antonio Rodríguez entró en cuestión lisa y llanamente: "¿Por qué no vemos esos documentos?", preguntó al novelista, que se sentaba enfrente.

Los documentos

Cela resumió el contenido de los documentos, que avalan su petición a la Diputación de Cantabria, haciendo hincapié en dos de las cartas que conserva de Cossío. En la primera, fechada en Tudanca el 9 de octubre de 1961, el propietario de la Casona le dice al autor de La familia de Pascual Duarte que la novela "pertenece desde hoy mismo a su hijo", y que en la caja donde se guarda el manuscrito que le había regalado su amigo veinte años atrás ha depositado "un papel que dice textualmente y de mi mano" que el citado manuscrito "lo tenga- desde hoy en depósito, siendo su propietario Camilo José Cela Conde, a quien debe entregarse el día que yo falte. Y mi firma y rúbrica".Todos los documentos aportados por Cela eran conocidos por José Antonio Rodríguez, excepción hecha de uno que, en forma de carta, fechado el 2 de octubre de 1961, envía Cossío al novelista gallego. Cossío le propone a su amigo la solución ya conocida de quedarse en depósito con el manuscrito, no sin advertirle a Cela que "si esta solución desplacera su impaciencia o la de su hijo, desde luego se le enviaría inmediatamente".

Cela insiste en el citado texto porque, en su opinión, "tira por tierra" las objeciones de sus contradictores (recordadas en la cena por el propio José Antonio Rodríguez), en el sentido de que Cossío le "había tomado el pelo" y nunca tuvo intención de devolverle el manuscrito, sino que le había enviado las cartas para ganar tiempo. "¡Y si yo, entonces le digo que me desplace la solución y que venga el manuscrito!?". Esa posibilidad, aparte la buena amistad que le unía con Cossío, le hace desmentir a Cela cualquier tipo de suspicacia sobre la correspondencia que aporta al litigio.

Pero también fueron numerosas las razones que puso sobre la mesa el presidente del Gobierno cántabro. Por ejemplo, el hecho de que, frente a la costumbre de Cossío de escribir a mano, las cartas a Cela lo están a máquina aunque, eso sí, escritas con la máquina de Tudanca y firmadas por José María de Cossío. Por ejemplo, el hecho de que no aparece el manuscrito que dice Cossío haber colocado en la caja en que se guarda la novela. (Argumento contrario de Cela: pudo perderse o trastocarse en los últimos años de Cossío, o, extremando los argumentos, pudo hacerse desaparecer). Y, por último, el hecho de que, cuando el dueño de la Casona de Tudanca dona sus bienes a la Diputación lo hace sin aludir a excepción alguna. (Y Cela replica: "Nadie puede donar ni dejar en herencia algo que no es suyo. En las cartas, Cossío dice que desde esta misma fecha el manuscrito es propiedad de mi hijo, y que se queda en la Casona en depósito. Por eso, porque estaba en depósito y ya era, desde 1961, propiedad de mi hijo, me advierte Cossío que, si me desplace la solución, puedo recogerlo. Y yo le contesto que me parece muy acertada la solución que ofrece a mi petición, y le digo, incluso ¡cómo no se lo voy a decir, si era mi amigo!, que Dios haga que mi hijo tarde muchos años en entrar en posesión del manuscrito").

Una tercera vía

El repaso de los documentos y la discusión se prolongaron apenas media hora porque, desde el principio, se vio que las posiciones estaban muy distantes. Las dos partes creen tener razón y aprecian por igual, aunque desde perspectivas diferentes, el manuscrito del Pascual Duarte. No faltaron, sin embargo, las proposiciones concretas. La de Cela consiste en que la Diputación de Cantabria le devuelva el manuscrito con motivo del cuadragésimo aniversario de la publicación de la novela, y en un acto solemne a celebrar en Tudanca. Al gesto, Cela correspondería con la publicación en EL PAIS de un artículo de 1.500 palabras, en el que agradecería el gesto; con la realización de una edición facsímil y no venal de una tirada de 250 ejemplares, de los que regalaría a Cantabria los números pares y en la, que se incluirían las cartas cruzadas entre los dos amigos y una glosa sobre las mismas, además de unas inequívocas palabras suyas sobre la solución encontrada al problema; con unas muy concretas declaraciones del novelista a la agencia Efe sobre el significado de esos actos, y con la realización, para regalarlo a Cantabria, de un libro de viajes por la región, que podría titularse Viaje a las tabernas y comedores de Santander.La respuesta de José Antonio Rodríguez fue rotunda: "No puedo devolverle un manuscrito del que nos sentimos muy orgullosos". "Y yo también de cómo lo defienden, pero es que es mío", protestaba Cela. A cambio de no discutir esa propiedad, el presidente cántabro ofrece compensaciones parecidas a las del novelista: una edición facsímil para regalarle a Cela, o cualquier otra salida a negociar. "Todo menos devolverle el manuscrito. Eso no lo puedo hacer".

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