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La cultura europea, entre paredes de acero y a 400 metros bajo tierra, para preservarla de una guerra nuclear

La República Federal de Alemania ensaya nuevas fórmulas para proteger los bienes culturales

La vieja Europa, asolada en materia de patrimonio histórico-artístico por las consecuencias de la revolución industrial, ha tardado en reaccionar y tomar conciencia de unos bienes culturales deteriorados o amenazados por el éxodo rural, la concentración urbana, los desastres naturales, las guerras y la amenaza nuclear, sobre la que parece que nadie quiere pensar, excepto los alemanes.La Unesco ha sido uno de los organismos que han lanzado más llamamientos sobre la necesidad de conservar el patrimonio, pero muchos de estos avisos se han perdido debido a que sus recomendaciones se referían a todos los lugares del mundo. Todavía no existen leyes supranacionales sobre la conservación del patrimonio, pero sí convenciones y recomendaciones adoptadas por los países miembros de algunos de estos organismos

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Si la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural en Caso de Conflicto Armado, firma da en La Haya en 1954, supuso la creación de una "Cruz Roja cultural en tiempos de guerra", la segunda convención, y probablemente la más importante, fue la formada con ocasión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (Estocolmo, 1972). Recibió el nombre de Convención sobre Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, y fue calificada como la "Cruz Roja cultural en tiempos de paz".

Hasta esta reunión, la protección del patrimonio y la de la naturaleza aparecían como dos problemas diferentes. La gran innovación de esta convención fue la de vincular ambas tareas de protección y proporcionar a la cooperación internacional de esta esfera un marco jurídico, administrativo y financiero. Una de las primeras consecuencias de esta convención, en la que los países industrializados y en vías de desarrollo se comprometieron a responsabilizarse del patrimonio mundial, fue la creación de una lista del patrimonio mundial, en la que comenzaron a inscribirse, a partir de 1975, los monumentos y sitios naturales.

La cultura, en una caja acorazada

Veintiocho años después de la convención de La Haya, un país europeo, la República Federal de Alemania, experimenta una fórmula sofisticada para preservar de una posible guerra nuclear gran parte de su patrimonio cultural. Martín Lutero o el emperador Otón I no serán olvidados, ya que sus escritos originales han sido microfilmados y guardados en unas cajas de acero que se conservan en una antigua mina de plata de Friburgo que ha sido convertida en refugio antiatómico.

Hasta ahora, 270 millones de microfichas que contienen una copia de los principales documentos de valor dentro de la cultura alemana han sido depositados en el refugio Bárbara, que se encuentra a 400 metros de profundidad en un monte cerca de Friburgo. Lo curioso es que, ahora, algunos expertos dicen que este "museo para la eternidad" es como una muestra de lo que serán los museos en fechas no muy lejanas. Los colores distintivos de la bandera de las Naciones Unidas a la entrada de la estructura que guarda estos documentos alertan al visitante de hoy y al del futuro de que lo que allí se contiene es patrimonio cultural mundial.

De momento, Europa sabe que pueden sobrevivir, incluso a la propia vida de sus habitantes, testimonios históricos, literarios y culturales desde el siglo XIV hasta casi nuestros días. En el bunker antinuclear hay también bulas de León X, el acta de coronación de Otón I, cartas de Voltaire... Quienes sobrevivan a un posible conflicto nuclear, o los que vengan de otros mundos, si aquí no queda nadie, podrán encontrar también en este refugio valiosos documentos de Hitler y Goebbels, la política de armamentos del Tercer Reich o los escritos y recuerdos del ex canciller alemán Konrad Adenauer, padre del "milagro alemán".

Naturalmente, hay quienes critican la selección de estos microfilmes, que ha sido llevada a cabo por cien funcionarios del Servicio de Protección Civil de aquel país. Dicen que entre estos bienes culturales alemanes faltan en la mina Bárbara, por ejemplo, referencias a Beethoven, Bach, Goethe, Kant, Einstein y otros muchos.

El monumento como bien ambiental

La protección del patrimonio europeo ha sido también promovida desde organismos de este continente como el Consejo de Europa y la Comisión de Cultura del Parlamento Europeo. El Consejo de Europa se ha ocupado desde muy antiguo de las recomendaciones sobre protección del patrimonio (Cartas de Atenas y de Venecia), pero la verdaderamente importante ha sido la Carta de Amsterdam de 1975, porque en este intento de homologar las preocupaciones de los países de Europa sobre los bienes culturales se cambió el concepto de monumento.

La Carta de Amsterdam pasó de la concepción de monumento como bien cultural aislado a la consideración de la necesidad de proteger el monumento y su entorno, el ambiente y el contexto en que se encuentra. En aplicación de esta filosofía, el Consejo de Europa, que opera en este campo de la protección de monumentos a través de su Sección de Cultura, declaró 1981 como el Año del Renacimiento de la Ciudad, y prepara para años próximos el estudio y la declaración de la preeminencia del patrimonio rural.

Una de las últimas medidas emanadas de un organismo europeo, en este caso de la Comisión de Cultura del Parlamento Europeo, es el proyecto de resolución sobre la salvaguarda del patrimonio arquitectónico europeo, que será discutida por el pleno del Parlamento el próximo mes de junio. Este "plan de batalla que revolucionará las medidas de protección en este terreno", como han estimado algunos especialistas, aconseja que la lucha por el patrimonio se lleve a cabo con un plan comunitario sustentado en un fondo de monumentos y sitios alimentado por un presupuesto de la CEE.

Habrá que establecer previamente una lista -elaborada por los respectivos países- de monumentos que requieren la aplicación de medidas especiales de conservación. El proyecto, que tiene muchas probabilidades de ser aprobado, insiste también en la necesidad de incorporar al mismo á los jóvenes, sobre todo a través de los manuales escolares.

El texto previo de este proyecto de salvaguarda de la arquitectura europea cita algunos casos urgentes que ya han suscitado la atención del Parlamento Europeo. Entre estos casos se encuentran la destrucción progresiva de los sitios de Eleusis, en Grecia, debido a un desarrollo industrial incontrolado en la zona; la amenaza de las murallas romanas de Lucques, en Italia; los progresivos deterioros de los pueblos, también italianos de Orvieto y Todi, y una serie de amenazas a conjuntos antiguos de otras zonas de Italia, Grecia y de los Países Bajos.

Raíces de la identidad europea

La Comisión de Cultura de la CEE aduce, para tomar estas medidas de protección, diversas razones. En primer lugar, estima que, después de las destrucciones de la última guerra, Europa debe defender las obras de arte que le quedan, ya que son necesarias para mantener las raíces de su identidad. En segundo lugar, es menos oneroso conservarlas hoy que construirlas de nuevo el día de mañana. Además, el proceso de conservación crea puestos de trabajo, protege al artesanado y lucha contra la progresiva desertización de las zonas rurales.

En tercer lugar, la Comisión de Cultura del Parlamento Europeo estima que las medidas de conservación atraen el turismo y enriquecen al país, aunque hay que separarlas de las infraestructuras hoteleras y de las consecuencias de la civilización del automóvil.

Una de las más graves dificultades a la hora de poner en práctica estas recomendaciones reside en la falta de recursos económicos. El Parlamento Europeo recomienda aplicar ventajas fiscales en favor de estos edificios y sitios relacionados con el patrimonio cultural. El propio Parlamento tiene dificultades para aprobar un presupuesto simbólico de diez millones de pesetas.

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