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La irreductible sinceridad de Julio Caro Baroja

El antropólogo vasco recibe esta semana el título de hijo predilecto de Madrid y un homenaje del Club Cultura y Sociedad

Julio Caro Baroja culminará pronto su 67º aniversario con una actividad que apenas logra disimular con sus frecuentes apelaciones a achaques del cuerpo, a sus muchos años y a lo poco que se siente capaz de ofrecer al mundo de la cultura y la universidad, que le reclaman incesantemente. Antes de viajar, por la noche, hacia su caserío de Itzea, en Vera de Bidasoa, atiende en Madrid llamadas de teléfono y a alumnos que le piden un consejo para la tesis doctoral, el artículo para una revista de antropología, un dibujo dedicado o un detalle más en torno al curso que el antropólogo vasco está impartiendo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

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Retrato de familia

Su descanso y retorno a Itzea es muy breve: Julio Caro Bareja deberá estar el próximo día 28 en Madrid, para recibir el título de hijo predilecto otorgado por el Ayuntamiento de la capital, que recibe junto a Cela y Moreno Torroba. La jornada se prolongará para Caro Baroja con una serie de actos en su homenaje organizados por el Club Cultura y Sociedad."Que le digan a uno que es hijo predilecto entre cuatro millones de habitantes es más de agradecer que si te ponderan lo mucho que sabes de antropología. Pero prefiero considerar este honor como una herencia de mis tíos Pío y Ricardo, a los que transfiero el título que ahora se me concede", asegura Caro Baroja, que, "por otra parte", no cree haber hecho "muchas cosas por esta ciudad, en la que vivo la mitad del año".

Caro Baroja juró hace años -y los juramentos de los Baroja siempre han sido cosa seria- que no pisaría la universidad, que no le interesaba. Y ahora acaba de ser nombrado catedrático extraordinario. "Este nombramiento lo he acogido un poco como una obligación. Siempre dicen que no se puede hacer sólo labor de crítica. Y me he dicho: bueno, pues vamos a colaborar. Para que no digan que permanece uno en el mal humor y que me abstengo. Vamos a ver hasta dónde se puede trabajar."

Le preocupa "meterse" en la universidad española. "Estoy muy desacostumbrado. He superado los 66 años y medio y no tengo salud para aguantar lo que aguanta un hombre de cuarenta. Además, la facultad de Letras de la Universidad del País Vasco, de San Sebastián, es todavía un ensayo, con problemas políticos, un equipo muy joven, incluso unas instalaciones muy incompletas. Y claro, en esas condiciones, no me voy a un sillón cómodo ni confortable".

Su asignatura será la antropología filosófica. "Lo que quiero ahora es dar unos cursos monográficos sobre la historia del pensamiento antropológico, más que sobre la antropología de campo o sobre estudios de comunidades concretas. La teoría, más que la práctica. De hecho, estoy trabajando ahora en un libro sobre el pensamiento antropológico en los griegos, empezando por los presocráticos y acabando en el siglo I de Cristo". Ese regreso a los clásicos, que ni siquiera acuñaron la palabra de esta especialidad, es el último eslabón quizá de una metodología muy fluctuante, que pasa por las escuelas alemana e inglesa hasta la estructurafista. Caro Baroja alguna vez se ha quejado de que se vendieran como nuevas teorías que tenían siglos de existencia. "En la época griega había ya varias corrientes filosóficas sobre antropología, aunque no se formulase la existencia de esa ciencia como tal ciencia. Muchas veces, los temas se dan antes de que se acuñen las palabras. Lo cierto es que los griegos y los romanos ya tenían las ideas muy claras sobre muchos temas fundamentales de antropología que han estado en discusión desde el siglo XIX y a los que los antropólogos de ahora no hacen jamás, o casi nunca, referencia. Y a mí me choca. Porque no puedo pensar que haya sido siempre por ignorancia, sino para presentar como novedades cosas que no son tales".

Los conceptos de unidad

Completado el ciclo de estudios sobre el pueblo vasco, Caro Baroja tiene entre manos un largo y fatigoso estudio antropológico sobre Navarra, que inició hace cinco años. "Va a ser un libro de cuatro tomos, muy detallado, en el que trabajo un poco por encargo y haciendo un esfuerzo tremendo, que no sé si se corresponderá con el resultado. Estoy un poco saturado, además, de las encuestas directas en el campo. Me encuentro con que hay temas muy tristes, que reflejan desmembramientos de sociedades y desaparición de cosas entrañables".En España nos hubiésemos evitado muchos disgustos, muchas guerras, si los políticos hubiesen consultado a antropólogos e historiadores. Pero no, los políticos no acuden a Caro Baroja, pongamos por caso, en busca de consejo o de luz. Ya tuvieron una oportunidad cuando la descolonización de la provincia del Sahara, a la que el antropólogo vasco había dedicado años de trabajo. "A la gente de una profesión histórica, antropológica, lingüística, nunca nos han consultado. Al menos a mí, nunca. Ni ahora ni cuando se planteó lo del Sahara, al que habíamos dedicado muchos años. Así se hizo todo como se hizo. El inundo político sí que es autónomo. Creen que ellos, por su ideología, ya tienen de entrada una posición, y los que están fuera de eso que llaman la clase política no tienen nunca nada que decir. En el caso de Navarra, se trata de un antiguo Estado, evidentemente. De un reino. Ahora bien, sería decir una falsedad que ello indica que existe allí una unidad antropológica, lingüistica o fisiográfica. Esas unidades no son correlativas nunca. La voluntad moderna de hacer conceptos de unidad de raza, lengua, cultura y política es muy dificil de ajustar y va a traer muchos disgustos. Si la unidad no existe, no se puede forzar a decir que exista. En Navarra hubo una unidad ante la ley, que es el Fuero, pero éste tiene leyes para el sur de Navarra inaplicables en el norte, y otras leyes del norte o del centro queno tienen la menor significación en el sur. Creer que la ley es unitaria, también es una falsedad."

Madrid, para jóvenes

La medalla de hijo predilecto de Madrid le causa alegría a Caro Baroja, más por sus tíos Pío y Ricardo, dos grandes artistas del Madrid antiguo (uno, con la escritura, el otro, con la pintura). Pero el Madrid de hoy tiene poco que ver con el que vivieron los Baroja. "Cada época de la vida ve uno las cosas con sus ojos y también a través de su propio cuerpo. Por eso, mi impresión de Madrid es la del hombre ya un poco gastado, cansado, al que este progreso técnico y esta especie de multiplicación de complicaciones -autopistas, servicios, rascacielos...- realmente no me producen la euforia que puedan producirle a un hombre dinámico. Tengo la sensación de aplastamiento, y veo que para mu cha gente, sean niños o viejos, no es Madrid una ciudad muy acogedora. Es moderna, con todas las ventajas y todos los inconvenientes. El mundo moderno está hecho para un cierto tipo de gente agresiva y voluntariosa: la que ha creado el mito de la idolatría de lo joven, contraria a la antigua de los valo res de respetabilidad, de sabiduría, de orden de la vejez. Y no creo en ninguna de estas dos mitologías; las dos me parecen funestas. Pienso que se está abusando de la idea del hombre agresivo. Porque la mayoría de las personas jóvenes no son eso: preferirían soñar y estar en una situación de serenidad. En fin, esta apoteosis de la dinamicidad es una mezcla bastante curiosa de fascismo y anglosajo nismo".Vasco hasta la médula -y pocas veces la expresión es menos tópica- y conocedor profundo de su pueblo, Caro Baroja no encuentra modo de solucionar el llamado problema vasco, porque "a los maximalistas nunca se les llega a dar satisfacción". "Parece un callejón sin salida, tal como lo veo; y nos hemos metido más en él porque mucha gente de la política no tenía ni idea de que se iba a llegar a esto". ¿La posibilidad remota de poder pactar con ETA? Caro Baroja no lo cree posible. "ETA es una sociedad secreta, amorfa desde el punto de vista exterior. En un partido político sabe uno quiénes son los encargados de cada fun ción y a qué hay que atenerse en cada caso. Pero en una sociedad que no es pública, y en la que, además, ha habido escisiones, disidencias, cambios generacionales y hasta purgas y liquidaciones internas, ¿con quién negocia usted? ¿Qué compromiso puede contraer con un fantasma?". Habla vasco, vive al tanto de lo que pasa en su país, pero Caro Baroja confiesa que se ha desentendido un poco del estudio de las cosas de su tierra "por una sensación de frustración y porque tengo la idea de que, hasta cierto punto, los antropólogos y los etriógrafos no sé si hemos contribuido a crear unas imágenes peligrosas de las cosas que manejamos.

"Evidentemente, estoy inmerso en mi país, estoy arraigado allí. Pero es distinto a estar en un estado de solidaridad", dice no sin olvidar Ia sensación de la vieja, muy vieja, prevención" hacia su familia. "En una situación más conflictiva que la que vivió mi tío no vivo yo, eso está claro. Y aunque sea en un sí pero no, allí estoy, a pesar de que se haya llegado al extremo monstruoso de decir que no era un vasco genuino o que era un apóstata". Porque nunca oculta sus opiniones. "No las oculté antes, no lo voy a hacer ahora, no?".

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