_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Retrato de familia

Los Baroja no mienten y tienen una ilimitada vocación de independencia. Una día el pintor Solana, que era un cuco santanderino pasado por el tapiz chulesco del madrileñismo del diecinueve, le explicaba a don Pío que las obras de arte se hacen con sangre. Y don Pío contestó, imperturbable: "Yo creo que con sangre no se hacen más que morcillas".Otro día paseaba Julio Caro Baroja, el sobrino preferido de don Pío, por los alrededores del Palacio de la Magdalena. Había pronunciado algunas lecciones magistrales en el paraninfo de las Caballerizas Reales santanderinas y llevaba tiempo topándose con un hispanoamericano que le sometía a persecución casi apostólica. "Maestro, qué cree su sabiduría que..."; "Profesor, dígame cuándo...". Uno y otro día. Y don Julio, que es como don Pío, pacientemente iba contestando, a veces con seriedad, en ocasiones con humor, quizá con socarronería. Pero esa tarde, paseando entre los pinos frente a la bahía, rodeado de gente amiga, aparecióse el hispanolatino de repente e inició el ceremonioso preguntar. "Maestro...". Julio Caro Baroja levantó las manos, lanzó un grito dolorido y casi tarzanesco hacia el cielo y se echó a rodar pendiente abajo, dejando estupefactos a sus buenos contertulios.

Más información
La irreductible sinceridad de Julio Caro Baroja

Julio Caro Baroja es un fiel representante del clan que inició, el siglo pasado, su abuelo el ingeniero de minas, que no era exactamente del mismo paño que un ingeniero de minas. Culto, abierto, liberal o, más exactamente, librepensador. Pero es significativo que, al decir los Baroja por costumbre lo que sienten, les hayan marcado con fama de agrio malhumor en un país donde hay tanto energúmeno y tanta gente violenta en él sentido de la bestialidad pública.

De pequeño vivió Julio Caro Barája en el caserío de su tío en Itzea, en Vera de Bidasoa -"la carretera de Francia, húmeda y umbrosa, era nuestro paseo favorito-, y tuvo conversaciones de niño de cuatro años con el hombre de acción -imaginaria- que fue don Pío, del que fue Julio Caro su sobrino favorito. Y son iguales: entrañables, pacientes, tímidos, frágiles, amigables y hasta grúñones si la ocasión lo hace inevitable. Sinceros. Caro Baroja, además, escribe como Pío, con mucha garra y gracia, y pinta como su tío Ricardo. Toda una familia que completa otro Pío, hermano de Julio Caro, que trabaja en Televisión y que anda metido en la realización de una película seriada sobre El mayorazgo de Labraz. Pío Caro busca los escenarios y hará la realización y Julio Caro le asesora en las escenas, dibujándole una taberna, por ejemplo, o cómo concretar en imágenes la rica escenograria barojiana.

De Pío Baroja se ha dicho -se dice todavía-, que escribía mal. Igual afirman de Galdós o de Unamuno. Debe ser porque los que peor juntan las palabras -si es que las juntan mal-, son los que más cosas dicen. "Comparándolo con mi tío, el veneno contra mí es nimio", afirma Julio, sentado en un despacho en el que abundan los recuerdos familiares. "Volver a leer a Pío me evoca tantas cosas y me produce tantos recuerdos que a veces tengo un cierto reparo porque me revuelve el pasado. Me solivianta más que me da placer".

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_