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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las elecciones imposibles de El Salvador

LA TESIS que Estados Unidos defiende en El Salvador es impecable, con el único problema de que no coincide en absoluto con la situación práctica y real del arrasado país. La teoría es que la organización inmediata y el futuro del país debe decidirlo su propia población mediante unas elecciones. Estas elecciones se celebran hoy, domingo, y no parece que puedan representar ningún inicio de solución. Un país donde la guerrilla golpea en el centro mismo de la capital y opera sobre una considerable parte del territorio, donde las milicias de extrema derecha asesinan indiscriminadamente a los campesinos y donde los soldados contribuyen a estas matanzas no está en condiciones de celebrar una elección general con la mínima garantía de representación; y existe además la sospecha de que si los resultados pudieran ser libres y representativos no se respetarían. Acaba de suceder en Guatemala, donde las elecciones, ya preparadas de antemano para que se volcaran sobre el sistema oficialista, han sido replicadas por un golpe de Estado, cuyos perpetradores, además, parecen estar poco unidos entre sí mismos. En El Salvador hay una población de cuatro millones y medio, y los cálculos del día previo indican que los votantes pueden calcularse entre medio millón y 900.000. El propio censo está discutido: no parece legal, entre otras razones, porque ni siquiera ha sido posible hacerlo. Estos votos van a ser disputados entre la Junta cívico-militar, representada por un residuo de la antigua Democracia Cristiana, y una extrema derecha -la Arena, o Alianza Republicana Nacionalista- dirigida por el militar Roberto d'Aubuisson. En la campaña preelectoral, estas dos facciones se han acusado mutuamente.A pesar de todo este panorama, Washington apoya a la Junta. Sigue creyendo que, una vez elegidos los sesenta diputados del Parlamento y el Gobierno que corresponda a la mayoría -si esta mayoría es la de Duarte-, se podrá entablar un proceso de negociaciones, incluso con algunas de las bases negociadoras establecidas por Francia, México y Venezuela, entre otros países. No parece tan fácil. Ni siquiera parece fácil que gane Duarte o que su victoria. sea sostenida. Van a ir a votar precisamente los más conservadores del país, los representantes de una clase que tiene espanto a perder sus privilegios; y entre ellos está muy extendida la idea de que Duarte es "un Kerenski" -frase acuñada ya por todos los fascismos del mundo desde 1917, pero que sigue produciendo su efecto- y que las negociaciones, la política abierta, el intento de saldar el gran drama nacional son una forma de abrir el paso al comunismo. Para Washington, esta todavía posible victoria de la extrema derecha sería un fracaso. Pero es muy posible que, gane quien gane, el proyecto siga siendo un fracaso y la guerrilla no renuncie, mientras el ejército y las milicias de la derecha seguirán asesinando.

La idea de Reagan es la de que, a partir de los movimientos electorales de estos días -y ya el de Guatemala ha fracasado-, se pueda componer un plan general en toda la zona. La base de ese plan está en unas negociaciones directas con Cuba y con Nicaragua: el Departamento de Estado sigue culpándolas de lo que sucede en Centroamérica. La forma en que presenta Reagan este movimiento supuestamente democrático es la de que cesen inmediatamente en su intervención en Guatemala y El Salvador, o se expondrán a represalias inmediatas.

Lo que se juega en todo este proceso, con el desarrollo agudo que le den las elecciones de hoy en El Salvador, no es solamente el destino de ese país y el de la zona del Caribe y de América Central: es también una serie de complicaciones graves para el propio Reagan y para la política general de Estados Unidos.

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