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EE UU: política de suposiciones

"Estamos metidos en el peor desastre diplomático en mucho tiempo", ha dicho el senador Cristopher Dodd, miembro del Comité de Relaciones Exteriores de Estados Unidos: "Hemos logrado que todo el mundo nos considere como los villanos de la novela: la derecha de El Salvador cree que somos una pandilla de comunistas, y la izquierda piensa que somos fascistas". Casi toda la Prensa de Estados Unidos y Europa, aun la que no se ha distinguido nunca como la más liberal, parecía compartir esa consternación del senador este fin de semana. En realidad, lo que más teme la opinión pública de Estados Unidos es que la América Central se convierta para ellos en un nuevo Vietnam. Pero lo que tal vez no se había pensado es que también podía convertirse en un Vietnam político, del cual les fuera tan difícil salir airosos como de un Vietnam militar; sin embargo, es eso lo que ha ocurrido. Estados Unidos está ya con el agua al cuello y a punto de hundirse sin remedio en un Vietnam político en América Central. Es eso, con otras palabras, lo que sin duda ha querido decir el senador Dodd. Y no es una buena noticia, porque una potencia desesperada puede tratar de salvarse de un atolladero político por el peor camino de la solución militar. En ésas estamos.Las dos áreas de fuego, en este momento, son Nicaragua y El Salvador. Pero un análisis tranquilo permite establecer que el problema más grave no es la situación real de esos países, sino el embrollo en que los propios Estados Unidos se han enredado tratando de desenredarlo de la mala manera. Paso a paso, desde el día mismo de su posesión, el presidente Ronald Reagan ha venido construyendo para América Central y el Caribe una política sin escalera de emergencia, y a la hora de la verdad se ha encontrado con que ninguna de sus alternativas son viables, a menos que tuviera para alguna de ellas una buena puerta de escape que le permitiera salvar, en última instancia, aunque fuera la cara. El error principal estuvo en el punto de partida. Su análisis de la realidad se sustentó en la suposición falsa de que los conflictos en América Central y el Caribe no son el resultado de las condiciones históricas de la región, sino un capítulo más en una vasta conspiración soviética. Tratando de demostrarlo a la fuerza, aun contra las evidencias más nítidas, el Gobierno de Estados Unidos ha terminado en un pozo de arenas movedizas, al cual pudiera arrastrarnos a todos si alguien no le hace y nos hace a todos el favor de tirarle una tabla de salvación.

Esto ha sido más notable en las últimas semanas. El Gobierno del presidente Reagan ha apelado a todos sus recursos mágicos para tratar de demostrar que Nicaragua es el conducto de abastecimiento de armas para las guerrillas de El Salvador, que los instructores de éstas son soviéticos y cubanos, y que sus operaciones se dirigen por telegrafía sin hilos desde territorio nicaragüense. Tratando de probarlo, el Gobierno del presidente Reagan hizo desde aviones y satélites espías un mapa fotográfico completo de la superficie de Nicaragua. La revelación, sin duda, debía de ser definitiva. Casi como un símbolo, el protagonista escogido para aquel golpe de publicidad fue John Hugues, el mismo experto en interpretación fotográfica que reveló en 1962, y por el mismo método, la existencia de cohetes soviéticos en Cuba. Sin embargo, una vez más la historia se repitió en comedia. Hugues logró demostrar, con toda honestidad, que en Nicaragua se están construyendo varios aeropuertos estratégicos con técnicas que parecen de ingeniería soviética, que hay algunos tanques y cañones antiaéreos de fabricación soviética -cosa que ya se sabía de sobra desde que Estados Unidos se negó a vender armas a Nicaragua- y que el Ejército nicaragüense es tan numeroso y bien entrenado como tantas veces se ha dicho sin necesidad de semejante espectáculo. Se descubrió también que en el aeropuerto internacional de Managua se están echando las bases de algo que parecen ser unos hangares. A partir de esa suposición gráfica, Hugues concibió la suposición para los Migs 21 soviéticos, que "suponemos les serán enviados a los sandinistas en algún momento de este año". Esto, sumado a la suposición de que quinientos pilotos de guerra nicaragüenses se están entrenando en Bulgaria, le permitió suponer a Hugues que Nicaragua "va a tener tal vez la mejor fuerza aérea de América Central". Después de que el propio secretario de Estado de Estados Unidos, Alexander Haig, mostró en público unas fotos que no eran de lo que él decía, después de que trató de probar que un barco cargado de armas llegó desde Cuba hasta el golfo de Fonseca sin pasar de un océano a otro, y después de que un revolucionario nicaragüense de 19 años se retractó en Washington de lo que le habían hecho decir bajo tortura en El Salvador, el folletín fotográfico de John Hugues terminó de convencer a la prensa de Estados Unidos de que las revelaciones de su Gobierno carecen por completo de seriedad.

Hace una semana, en el Spor Lacustre, de Managua, Sergio Ramírez -miembro de la Junta de Reconstrucción Nacional- nos habló a un grupo de invitados sobre lo que podría llamarse la política de suposiciones de la Administración Reagan. "Hace casi tres años estamos andando con pluralismo de partidos, con economía mixta y con libertad de expresión", nos decía Sergio Ramírez. Sus datos eran terminantes. En Nicaragua hay once partidos políticos en plena actividad. Seis están contra el Gobierno, y actúan en consecuencia, y cinco están aliados en el Frente Patriótico Revolucionario, dentro del cual está el Frente Sandinista de Liberación Nacional. El 60% de la economía nacional está en manos de particulares; el 35% está en poder del Estado, y el 5% está en empresas mixtas. En el país hay veinticinco emisoras de radio de propiedad privada, quince estatales, y una sola -Radio Sandino- es de los sandinistas. Hay tres diarios: La Prensa y El Nuevo Diario, que son de propiedad privada, y Barricada, que es del Frente Sandinista. En Radio Sandino participé en un programa de una libertad a toda prueba: Línea directa. El programa consiste en que el invitado contesta en directo durante una hora a todas las llamadas que se le hagan de la calle, y que entran sin filtro en el estudio de la emisora. La mayoría de las llamadas, como yo lo había solicitado, eran sobre temas literarios, y en especial preguntas sobre mis libros. Pero muchos oyentes, que se identificaron como todos, no hicieron ninguna pregunta, sino que aprovecharon la llamada para decir por radio todo lo que quisieron contra el Gobierno. "Sin embargo", concluyó Sergio Ramírez, "Estados Unidos no ha dado ni un minuto de tregua en casi tres años, con el argumento de que no vamos a ser pluralistas, de que no vamos a tener economía mixta ni va a haber libertad de expresión".

No: la política de suposiciones no tiene fondo ni término, y es, sin duda, la que ha metido al Gobierno de Estados Unidos en el Vietnam político en que se encuentra empantanado, y del cual podría sacarlo quizá la presión de su propia opinión pública. Aunque es difícil, porque la política de suposiciones está fundada en un sistema de pensamiento que se alimenta de sí mismo. Hace poco, en efecto, después de una conversación con una personalidad extranjera de alto nivel, el general Alexander Haig comentó en privado: "Es un hombre tan convincente, que me habría convencido de todo lo que dijo si yo no hubiera sabido de antemano que no era verdad".

© 1982, Gabriel García Márquez-ACI

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