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La Unión Soviética silencia la fría acogida occidental a las propuestas desarmamentistas de Breznev

Toda la Prensa soviética de ayer -incluidos los diarios deportivos- dedicaba la mayor parte de sus ediciones a glosar y exponer el discurso pronunciado por Breznev el día anterior, ante el XVII Congreso de los Sindicatos. En cambio, se silenciaba la fría acogida de Occidente a sus nuevas propuestas para el desarme.

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Este escaso entusiasmo toma especial relieve si se le compara con el énfasis puesto por Breznev en el anauncio de su moratoria unilateral (no instalación de nuevos cohetes soviéticos SS-20 hasta que se llegue a un compromiso con Estados Unidos o se empiecen a desplegar los euromisiles, y posible reducción del arsenal nuclear soviético de alcance medio ya existente).Algunos observadores estiman que Breznev ha tratado de dar la sensación de que esta será su última oferta y que si Estados Unidos no renuncia a los euromisiles, Moscú estaría dispuesto a tomar medidas que irían más allá de la simple renovación e incremento de su arsenal nuclear de alcance medio.

El líder soviético se refirió en su discurso a eventuales "medidas de represalia", que afectarían, dijo, , al territorio de Estados Unidos, no hay que olvidarlo". (Algunos medios norteamericanos han interpretado que la Urss podría volver a instalar misiles nucleares en Cuba, o, incluso, en Nicaragua).

La frialdad mostrada por Europa -se estima en círculos occidentales de Moscú- puede dar lugar a nuevos motivos de reflexión a los soviéticos. En los últimos tiempos, la Prensa de la URSS ha atacado con cierta vehemencia a Alemania Occidental, sacando de la alacena histórica el fantasma del nazismo. Ayer mismo, el semanario Literaturnaya Gazeta publicaba un artículo en el que se describía el renacer de los fascismos en el viejo continente.

Ciertamente, la postura adoptada por los países europeos -especialmente Alemania Occidental y la Francia de Mitterrand- a raíz de los acontecimientos de Polonia y los consecuentes debates en la Conferencia de Madrid ha sido dificilmente encajada por Moscú.

La próspera cooperación económica con Europa occidental era interpretada -y así se llegaba a confesar en círculos oficiales soviéticos- como una cierta garantía de que los Gobiernos del viejo continente tratarían de convencer a Washington para que dulcificara su postura frente al Kremlin a la hora de negociar un acuerdo.

El discurso pronunciado el martes por Breznev hacía de nuevo referencia a este tema. Hablando sobre los posibles efectos de las presiones económicas occidentales sobre la URSS, el líder soviético afirmaba con cierta fuerza que "a nadie debe caberle la menor duda" de que su país puede siempre "salir adelante de alguna manera" frente a cualquier bloqueo o sanción occidental, cosa que no sucedería a algunos países "a los que Washington llama aliados suyos".

Quizá de forma más abierta que en ocasiones anteriores, Breznev reconocía el martes los efectos negativos que podría tener sobre la economía soviética un nuevo impulso de la carrera de armamentos. Esta consideración tomaba especial sentido porque su auditorio estaba compuesto por sindicalistas y teniendo en cuenta también el mal momento económico por el que pasa la Unión Soviética y el grave problema del abastecimiento alimentario, que no sólo parece ser endémico, sino que tiene tendencia al empeoramiento.

A pesar de ello, Breznev subrayó que "sin gastar ni un solo rublo más de lo necesario para garantizar la seguridad" de su pueblo, la URSS está dispuesta a "mantener al nivel debido la capacidad defensiva del país".

En Moscú -donde aún son recientes los rumores que afirmaban que Breznev se encontraba en difícil posición política- se comenta también lo mucho que se juega en este "pulso por el desarme" el líder soviético, quien, a pesar de los descréditos generados por las invasiones de Checoslovaquia y Afganistán, ha tratado de mantener la distensión como lema, al menos, de su estancia en el poder.

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