Washington está utilizando la crisis polaca para poner a prueba la cohesión de la OTAN y su capacidad de reacción
Estados Unidos está dispuesto a convertir la crisis polaca en una prueba de la unidad de la Alianza Atlántica y de su capacidad de reacción. Así lo insinuó ayer el secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, en una conferencia de Prensa celebrada en Bruselas. Haig anunció también que su Gobierno puede adoptar nuevas medidas de retorsión contra la Unión Soviética.
Haig se mostró satisfecho de los resultados del consejo atlántico extraordinario celebrado el pasado lunes. "Hemos hablado con una sola voz y hemos creado un marco claro y unitario para la acción. Ahora debemos actuar", añadió.Los aliados europeos, encabezados por la República Federal de Alemania (RFA) y Francia, soportaron parcialmente las presiones norteamericanas: rehusaron seguir el ejemplo de Washington, pero aceptaron estudiar en las próximas reuniones un plan de sanciones contra la URSS (a nivel nacional, puesto que, como dijo Claude Chaysson, ministro francés de Asuntos Exteriores, la OTAN es una alianza defensiva, y no una organización económica). Tanto Bonn como París han conseguido salvaguardar, al menos por el momento, su acuerdo con Moscú para la compra de gas natural soviético, pese a que Haig volvió a señalar en la conferencia de Prensa que Estados Unidos está "muy preocupado" por la futura "dependencia" de ciertos países europeos de fuentes energéticas de la URSS.
Haig aprovechó su estancia en la capital aliada para exponer, una vez más, su análisis de la crisis polaca, causada como lo estuvo la húngara o la checoslovaca, "sólo porque la Unión Soviética la ha instigado, animado y apoyado". Haig reveló que ya en septiembre pasado la URSS hizo imprimir en su propio territorio el texto del decreto-ley que implantó la ley marcial en Polonia.
El secretario de Estado, Haig, dijo que la resistencia en Polonia "existe y continúa", y que el pueblo polaco "mira al Oeste: debemos darle una prueba clara e inequívoca de nuestro apoyo".
Alexander Haig señaló que la crisis polaca es una muestra del fracaso de los regímenes marxistas-leninistas, una ideología que se ha desacreditado: "Nuestro persistente progreso, incluso con todas nuestras equivocaciones, muestra que el sistema soviético no es ni necesario ni inevitable". El responsable de la política exterior norteamericana atacó a quienes en Occidente han acogido con esperanza y expectación" el nacimiento de regímenes similares, y recordó los casos de Vietnam y Camboya. Algunos todavía no entienden qué está pasando en Nicaragua o en El Salvador", añadió.
"Turquía, dictadura diferente"
Haig arremetió con verdadera furia contra un periodista que le interrogó sobre el doble rasero que emplea Norteamérica con las dictaduras: "Es una pregunta frente a la que vuelvo la cabeza. No la acepto. No acepto que se compare lo sucedido en Polonia con Turquía. ¿Olvida usted que en Turquía morían cada día treinta personas antes de que la desgraciada solución autoritaria pusiera fin a esa situción?, ¿olvida usted que han prometido volver a la democracia?". Su encendida intervención fue acogida con un aplauso por el embajador norteamericano ante la OTAN, en medio de algunos rumores de protesta entre los periodistas. La tesis de Haig no parece haber sido compartida por los ministros de Asuntos Exteriores de Grecia, Francia y, Dinamarca, quienes, en la reunión del Consejo Atlántico, suscitaron el tema y resaltaron que la fuerza moral de la OTAN se veía afectada por la dictadura de Ankara.Más tranquilo -cas¡ exultante- se mostró el secretario de Estado a la hora de evaluar la reacción de sus aliados europeos: "Estamos en un cruce de caminos: ¿vamos a apoyar a las naciones libres o a permitir un cambio internacional dominado por fuerzas totalitarias? La debilidad de Occidente a la hora de actuar no sería sólo un apoyo a la represión contra el pueblo polaco, sino que reduciría también la confianza sobre nuestras reacciones frente a futuros acontecimientos".
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