Empeoran notoriamente las relaciones entre, Juan Pablo II y las autoridades militares polacas
Existe en los ambientes vaticanos la impresión de que en la última semana han empeorado visiblemente las relaciones diplomáticas entre Juan Pablo II y las autoridades militares polacas. En los mismos medios aseguran que el papa Wojtyla está nuevamente incomunicado conPolonia. Por eso ha vuelto a adoptar un tono duro, después de dos semanas de prudencia. "Aparece cada día con mayor evidencia la irritación del Vaticano al no ser escuchado por Varsovia", tituló ayer el diario Repubblica. Comentó que este -"sentido de impotencia" ha hecho aún más vivo en el Papa "el sentimiento de lejanía de su patria".
Durante todas estas fiestas, Juan Pablo II ha hablado continuamente de "su Polonia". Juan Pablo II dijo a los músicos de la orquesta polaca de Zielona Gora: "Este año ha sido muy duro para mí y para nuestra Polonia".Los analistas empiezan, mientras tanto, a reconstruir el "diario vaticano del golpe". Y las impresiones son cada vez más convergentes. El Papa estuvo aislado completamente y la noticia del golpe la supo a través de la Embajada polaca en Roma. Después, nada. Ni teléfono, ni télex. Pasó una semana sin más noticias, prácticamente, que las recibidas desde Washington por medio de su secretario de Estado, cardenal Agostino Cassaroli, que se encontraba entonces en Estados Unidos. Pero también éste, a su regreso a Roma, afirmó que ni siquiera el presidente norteamericano, Ronald Reagan, tenía noticias suficientes para hacer "un cuadro completo de la situación en Polonia".Durante una semana, el Papa esperó en vano la llegada de un representante de la Iglesia polaca, como le habían prometido a través de la Embajada de Roma. Por fin mandó a Luigi Poggi a Varsovia. No al secretario de Estado, Cassaroli, ni al ministro del Exterior del Vaticano, Silvestrini. Se asegura que Poggi no recibió el visado para ir a Varsovia hasta que llegó a Viena.Poggi llevó un mensaje autógrafo del Papa para el máximo dirigente polaco, general Wojciech Jaruzelski, pero éste tardó tres días en recibirle. El enviado papal regresó a Roma sin una respuesta del general. Al llegar, dijo: "Quizá no ha tenido tiempo de responder". Después Radio Vaticano afirmó: "La respuesta se espera para dentro de unos días". Pero el mensaje tampoco llegó.
Desde que volvió Poggi, el Papa abandonó su silencio y su prudencia, y volvió a utilizar un tono duro: condenó el golpe, declaró que las autoridades de Polonia no habían escuchado su petición y la de la Iglesia polaca de poner fin en Navidad al estado de sitio y liberar a los detenidos. Hizo tambien una apología de Solidaridad sin el más mínimo acento crítico. Incluso evocó indirectamente el peligro de un conflicto mundial si no se resolvía el problema de Polonia. Y se quejó de su aislamiento afirmando que "ya no llegan polacos a Roma". Ayer, el mismo Corriere della Sera, que en sus informacio-nes sobre la cuestión Vaticano-Polonia se había mantenido siempre más bien optimista, escribió que en cuanto al diálogo entre el Vaticano y las autoridades militares polacas no se podía advertir, por desgracia, ningún elemento nuevo".
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