No hay medios ni personal para realizar manipulación genética en la universidad
El divorcio existente entre la universidad y la investigación y la universidad y la realidad en materia científica y técnica es algo en lo que están de acuerdo desde los universitarios a los estamentos más conservadores de la docencia. Por lo que respecta a la ingeniería genética, este divorcio es aún mayor debido a la propia naturaleza de materia avanzada que es esta metodología.
«La ingeniería genética», apunta Esteban Domingo, del Centro de Biología Molecular, «no es una idea que hayan tenido unos señores y que, sin más, haya empezado a funcionar, sino que es el resultado de un método y de unos avances que se han venido acumulando en estos últimos diez años en universidades y centros de investigación, debido a que se contaba con el soporte básico para que esto cristalizara en resultados prácticos ».Y es precisamente de estos soportes básicos de lo que adolecen muchas de nuestras facultades. «Nosotros no estamos haciendo nada en ingeniería genética», explica Guillermo Suárez, catedrático de Microbiología y decano de la facultad de Veterinaria de Madrid, «porque antes de llegar a ella nos quedan muchas cosas por hacer. ¿Cómo vamos a hacer manipulaciones genéticas si no tenemos los medios materiales ni el personal cualificado necesarios? Y no es que no veamos la importancia que para el futuro profesional de los estudiantes tienen estas técnicas, sino que hay otros campos no tan nuevos como éste y más modestos que es necesario explicar, porque son la base para un posterior estudio de ingeniería genética».
Según el científico Esteban Domingo, en España está ocurriendo un fenómeno curioso: hay un gran interés en la metodología por parte de industrias y universidades, pero hay dificultades a la hora de lograr el ambiente suficiente para que este campo avance a un ritmo importante. «Aquí hemos despertado ya, sabemos qué es la manipulación de genes y la importancia que esto tiene; pero faltan personas entrenadas, a pesar de que existan grupos aislados. Y, lo que es muy importante, faltan muchas personas trabajando en investigación básica relacionada con el tema. Pondría un ejemplo para ilustrar este caso: para hacer ingeniería genética es absolutamente necesario dominar la técnica de la secuenciación de ácidos nucleicos, es decir, tener los conocimientos necesarios para saber si la manipulación de genes (la unión de unos con otros) es correcta. Esto se verifica observando si la secuencia de nucleótidos está en orden. Pues bien, esto, que es una labor básica, hace dos años en Madrid sólo había una persona preparada para hacerlo. Hoy, afortunadamente, somos dos grupos capacitados para hacer secuenciación. Y no hay que olvidar que en este terreno el atraso de uno o dos años es vital. No es lo mismo estar preparados hace cinco años que comenzar, como lo estamos haciendo nosotros, ahora».
La situación en la universidad española, por lo que respecta a la ingeniería genética, es, cuando menos, desigual. Existen departamentos aislados en facultades de Madrid, Barcelona" Salamanca, Oviedo, Valencia y Sevilla cuya existencia se debe, más que a una preocupación de la Administración por estos temas, a la preparación de profesores, en su totalidad educados en el extranjero, que han puesto sus conocimientos al servicio de la facultad en que trabajan. «Uno de los grandes problemas con que nos encontramos para el desarrollo de técnicas de ingeniería genética en la universidad española», dice el profesor César Nombela citando el Manifiesto de la Granda, que recoge el sentir de numerosos científicos españoles y que fue publicado en su día por este periódico, «es el de reincorporar a nuestro país a los investigadores que hayan finalizado el período de formación en el extranjero. Para ello es necesario garantizarles que la labor que van a realizar aquí obedece a un programa serio y coherente y no a una mera coyuntura.
Este programa serio y coherente que hoy demanda la universidad española debería comenzar por incrementar la dotación económica a la investigación. «Ahora se han dado 6.000 millones de pesetas» continúa el profesor Nombela. « Si se hubiera multiplicado por tres esta cantidad, aparte de que significaría muy poco si lo comparamos con otros déficit, se podría multiplicar por más de tres el desarrollo de la investigación».
Aun con esta dotación de 6.000 millones, no parece haberse distribuido el dinero con criterios de racionalidad. Puede ilustrar esta idea el hecho de que el Departamento de Microbiología de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid, que dirige el profesor Ruiz-Argüeso y que puede considerársele a la cabeza de las aportaciones en ingeniería genética relativas a la fijación de nitrógeno por las leguminosas, recibe 50.000 pesetas de dotación anual para el capítulo de prácticas con los alumnos.
«El problema de la escasez de prácticas», explica el profesor Nombela, «tiene que ser observado en el contexto de la escasez de la investigación, y dar prioridad a la investigación conllevaría también una reestructuración de la propia universidad, porque el esquema actual de departamentos no corresponde a las necesidades planteadas.
Esta reestructuración de la universidad incidiría también en los planes de estudio, porque, según están concebidos actualmente, perjudican más que benefician al desarrollo de la investigación: «Pienso que el alumnado tendría más acceso a informaciones del tipo de la ingeniería genética», dice el profesor Ruiz-Argüeso, «si hubiera más flexibilidad a la hora de confeccionar los planes de estudio».
La LAU, según los profesores consultados, vendría a introducir un poco de racionalidad en la situación de la universidad. «Pienso», continúa el profesor Ruiz-Argüeso, «que la LAU sería beneficiosa porque puede dar lugar a que los planes de estudio se hagan a partir de las bases, es decir, de los estudiantes, de los profesores y de los profesionales, porque su contribución podría ser muy valiosa para dar una visión de la práctica de la profesión».
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.