Contra la pared
No empleemos el término "inaceptable" para referirnos al escándalo polaco: está devaluado. Los ministros de Asuntos Exteriores occidentales, reunidos en Estrasburgo en enero de 1980, juzgaron "inaceptable", recordémoslo, la invasión soviética de Afganistán. En menos de un mes, lo inaceptable fue aceptado, y Afganistán, sumido en el silencio y el olvido. Reagan levantó el embargo de trigo a la URSS y los europeos confraternizaron con los rusos en el fabuloso negocio del gas de Siberia. Naturalmente, los políticos y diplomáticos occidentales dejaron entrever que en el próximo golpe de Breznev reaccionarían con violencia. Un paso de más en Polonia supondría una serie de respuestas económicas y la revisión total de las relaciones Este-Oeste.( ... ) Por supuesto, la "no intervención" de Moscú en los asuntos polacos es una tomadura de pelo. Como todo el mundo sabe, los soviéticos caminan por doquier con una gran diversidad de máscaras. ¿Quién trabaja en Angola? Angoleños e instructores cubanos. ¿Quién opera en Kampuchea? Los vietnamitas. ¿Quién reprime o fusila a los obreros de Katowice, de Ursus o de Wroclaw? Los polacos, adornados con bonitos gorros y galones dorados. Incluso si el general Jaruzelski intenta a su manera evitar el sacrificio, su política tiene un nombre que los franceses conocen bien: la colaboración. (...) Nadie puede dudar, en cualquier caso, que el KGB ha prestado al general Jaruzelski su valiosa experiencia.
En el momento en que Leónidas Breznev estrangula a Polonia por medio de polacos interpuestos, el mundo occidental se encuentra nuevamente ante una vieja pregunta, que es más grave y más opresiva que nunca: ¿Vamos a ir hacia el buen camino o bien capitularemos, una vez más, bajo la máscara de la indignación verbal?.
21-27 de diciembre
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