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Miami, capital de la contrarrevolución / y 2

El exilio nicaragüense se organiza para derrocar por las armas al régimen sandinista

Junto a la influyente colonia cubana, el exilio nicaragüense ha empezado a organizarse con los mismos objetivos (derrocar al Gobierno de su país) e idénticos defectos (divisiones internas, ambiciones personales, descalificaciones mutuas). Una llamada Alianza Patriótica Nicaragüense trata de dirigir la lucha política, en tanto que el enigmático comandante Juan Carlos dice tener en pie de guerra a un ejército de 8.000 hombres, 6.000 en Honduras y 2.000 en Miami. Los propios nicaragüenses opinan que no pasa de ser un sueño de grandeza. La oposición al Gobierno sandinista aprende a usar sus armas junto a los cubanos que llevan veinte años alimentando el regreso a la isla. El corresponsal de EL PAIS en México visitó recientemente Miami y ha elaborado este reportaje sobre la actividad de la diáspora nicaragüense.

Con su barba entrecana y un colt 45 siempre en la cintura, Pedro Ortega, 46 años, nunca sale a la calle a menos que lleve dos guardaespaldas, que a menudo se convierten en ocho. Hombre silencioso, casi taciturno, su ceceo delata un inequívoco origen español. Dicen que se hace llamar comandante Juan Carlos por su admiración hacia el Rey de España y porque en el fondo le gustaría convertirse en una especie de monarca nigaragüense.De creerle lo que dice, 8.000 soldados integrarían un Ejército de liberación de Nicaragua bajo sus órdenes. Prácticamente, el mismo número de soldados que tienen las fuerzas armadas de Honduras. Dice también que el mantenimiento de esta tropa le ha costado a su bolsillo particular más de un millón de dólares (cien millones de pesetas).

Los dirigentes de la Alianza Patriótica Nicaragüense restaban valor a sus palabras. "Nosotros no hemos visto ese ejército por ningún lado. Ojalá fuera cierto, pero no hay dinero capaz de sostener una fuerza de esa magnitud. Lo único que quiere Ortega es tener el poder y ser presidente de Nicaragua. No se da cuenta que el hecho de haber nacido en España, donde viven su mujer y sus hijos, se lo impide".

Pedro Ortega llegó a Nicaragua en su adolescencia, de la mano de un tío suyo que había hecho fortuna a la sombra de los Somoza. A la muerte de su tío heredó una fábrica de cerillas en Managua, en la que Anastasio Somoza tenía una importante participación. Los herederos políticos del dictador, entre ellos Urcuyo, que fuera presidente por un día, le han prestado un respaldo político que no quieren para sí ni los principales opositores del sandinismo. El comandante Juan Carlos tiene tras él únicamente a los somocistas que abandonaron el país con sus maletas llenas de dinero y a los ex guardias nacionales que salieron con lo puesto, dispuestos hoy a seguir al primero que les llene siquiera el estómago.

"Cuando los guardias somocistas vivían en los campos de Honduras", cuenta el abogado Arístides Sánchez, dirigente de la Alianza Patriótica Nicaragüense, "Ortega les visitó prometiéndoles ayudas que nunca se han materializado. Para eso les decía que necesitaba sus firmas, a fin de presentarlas a no se sabe qué organismos norteamericanos. Ahora viaja siempre. con esas firmas bajo el brazo y por eso dice que tiene no sé cuántos miles de hombres dispuestos a combatir con él".

Los informes del FBI

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Al margen de los sueños grandilocuentes de este comandante Juan Carlos, que se ve a sí mismo como un general laureado, nadie duda de que en Honduras hay, efectivamente, 6.000 ex guardias somocistas capaces de seguir al primero que les ponga un fusil en la mano y les garantice la supervivencia.

La oficina de Miami del FBI elaboró, por su parte, en agosto un primer informe en el que se afirmaba que doscientos nicaragüenses se entrenaban con equipos de camuflaje y armas semiautomáticas en el parque nacional de Everglades, en la misma zona que ocupa el cubano que se hace llamar comandante Bombillo. El informe establece que ninguna ley norteamericana prohibe ejercitar tales prácticas militares y que, por tanto, no se les puede molestar.

Un informe posterior del FBI apuntó la posibilidad de que en el Estado de Florida hubiera hasta seis grupos de trescientos hombres, cada uno realizando entrenamientos militares diarios. Una fuerza más numerosa que la que hace veinte años desembarcó en Bahía de Cochinos. Pedro Rojas, uno de los dirigentes de la brigada de asalto 2.506 admitió, con la mayor naturalidad, que en su campo de Hieleah se habían entrenado también unos veinte nicaragüenses.

El comandante Juan Carlos, que viaja casi permanentemente entre Miami y Tegucigalpa, aparece con frecuencia unido a Federico Mejía, al que ocasionalmente puede verse por la calle con su uniforme de general de la Guardia Nacional, incluidos entorchados y medallas. Mejía afirma que los ejércitos de El Salvador, Guatemala y Honduras le han prometido apoyo militar para el día que se inicie la invasión. Sus 2.000 hombres, que evidentemente son los mismos que Pedro Ortega dice tener en Miami, están equipados con fusiles R-18, ametralladoras, lanzagranadas y morteros, armas todas ellas que suponen una violación de la ley de neutralidad norteamericana.

Este insólito general espera que Guatemala le proporcione helicópteros, artillería pesada, lanchas de desembarco y vehículos blindados. Al fin y al cabo, los guatemaltecos ya hicieron lo mismo con ocasión del desembarco en Bahía de Cochinos.

Alianza Patriótica, escéptica

La Alianza Patriótica Nicaragüense mira con escepticismo todos estos anuncios bélicos. "Yo no sé de ninguna fuerza que pretenda invadir un país y que lo anuncie con tanta insistencia en los periódicos, a menos que sea para que el enemigo s . e prepare. La guerra hay que hacerla allí y no en las calles de Miami".

En opinión de Julio Pataky, antiguo amigo de Somoza, integrado hoy en la Alianza Patriótica, la guerra contra los sandinistas hay que hacerla dentro. "Nosotros creemos que los grupos de resistencia más serios que funcionan en el interior son los que capitanean el comandante Dimas, el comandante Fabián, dos sandinistas que abandonaron al Gobierno, y, en la costa atlántica, los rebeldes que dirige Shtetman Fagot. Fernando y Edmundo Chamorro también tienen su propio comando, tal vez de unos veinte hombres. "No tenemos ninguna fe en ese fantasmal ejército de liberación. En una ocasión conversamos con Pedro Ortega para tratar de saber qué es lo que pretende con sus declaraciones a la Prensa, pero no supo explicarnos nada", afirmaron.

Cuatro organizaciones integran la Alianza: la Legión 15 de Septiembre, Fuerzas Unidas Republicanas, Unión Democrática Nicaragüense y Alianza Democrática Revolucionaria Nicaragüense. A esta última organización pertenecía el empresario Jorge Salazar, muerto en Managua en un enfrentamiento con los sandinistas.

"Nosotros perseguimos el restablecimiento del pluralismo político en Nicaragua, que el pueblo pueda elegir libremente a sus gobernantes y que se instaure la libertad de empresa, anulada hoy por los sandinistas. Aceptamos en nuestras filas a todos los nicaragüenses que se sientan demócratas. No queremos la vuelta del somocismo. Por eso no tenemos ningún contacto con el partido liberal, aunque hay entre nosotros gentes que en su día estuvieron con Somoza, igual que hay otros que pelearon junto a los sandinistas, como José Francisco Cardenal, que fue vicepresidente del Consejo de Estado por dos días".

Sus dirigentes insisten en el carácter político y no militar de su organización, aunque no dudan de que el asalto al poder tendrá que tener un planteamiento bélico, "pero organizado desde dentro".

De ahí que, al menos en sus planteamientos iniciales, no exista gran diferencia de este comandante Juan Carlos, que asegura tajantemente: "Si no liberamos a Nicaragua, caerán El Salvador, Guatemala y Honduras. Y en breve tiempo México. Toda Centroamérica y el Caribe se convertirán en satélites de Rusia y Cuba si Estados Unidos no se decide a intervenir".

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