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Tribuna
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Una tradición de nuevo estilo

La Fundación del Principado de Asturias, que proyecta una ambiciosa actuación cultural complementarla de los premios Príncipe de Asturias, que se entregarán anualmente, tiende a institucionalizar, con un nuevo estilo, las tradicionales relaciones existentes entre el heredero de la Corona y el Principado.El propio príncipe de Asturias subrayó ayer la esperanza de futuro con que nace esta institución; José Ferrater Mora depositó su confianza en que el acto se reitere en lo sucesivo, y el director de la fundación, Graciano García, anunció una importante programación de nuevas actividades culturales.

De esta forma se pretende establecer un estrecho vínculo, a la altura del tiempo actual, entre el Principado y el príncipe de Asturias, título establecido por el rey Juan I en 1388, al otorgarlo a su primogénito, que posteriormente subiría al trono castellano con el nombre de Enrique III. Por entonces ya hacía más de un siglo que el heredero de la corona inglesa era distinguido con el título de príncipe de Gales, y también había sido instaurado el delfinado entre los herederos del trono francés; sin embargo, en el ánimo de Juan I pesaron más las consideraciones políticas.

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El aire de la libertad

La creación del Principado de Asturias vinculaba a dicho título al señorío de Aragón, del que acababa de ser desposeído el hermano bastardo del rey, Alfonso Enrique, que había utilizado una y otra vez el territorio asturiano, y especialmente su fortaleza de Gijón, para rebelarse contra el soberano. Asturias había desempeñado un papel destacado en las luchas por el poder en el reino de Castilla. En efecto, Enrique Trastámara, hijo bastardo de Alfonso XI y Leonor de Guzmán, se había refugiado dos veces en Asturias de la persecución de su hermanastro Pedro I, al que acabaría derrotando en los campos de Montiel, para sucederle en el trono con el nombre de Enrique II, e instaurar la dinastía de los Trastámara. Una hija de Pedro I se casó con el duque de Lancaster, matrimonio del que nació Catalina, que contrajo matrimonio con el príncipe Enrique, heredero de Juan I de Castilla. Así llegó la reconciliación entre los descendientes de Pedro I y Enrique II, dato que tuvo en cuenta el rey castellano para distinguir de modo especial a su heredero.

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