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El mejillón no es culpable

Felizmente, en esta ocasión, no hubo muertos que se filtran entre los papeles. Felizmente, en esta ocasión, no hubo resbalosas fichas epidemiológicas. Gracias a Dios y a los sanitarios todo fue leve, rápidamente controlado y, hoy por hoy, cosa pasada. Sin embargo, olvidar esta estruendosa llamada de atención sobre los riesgos alimentarios, en general, y, del mejillón -Mitilus edulis-, en particular, sería grave, gravísima irresponsabilidad. Dicho con otras palabras: unos cuantos millones de españolitos. repentinamente llevados a lugares privados, nos obligan a plantearnos los problemas de los riesgos inherentes a los moluscos susceptibles de ser consumidos crudos.Conscientemente limito a este plano mis reflexiones; acepto de buen grado que la categoría a la que la anécdota apunta está en otro nivel -riesgos inherentes a los alimentos, drogas, cosméticos (EE UU, 1938) y elementos terapéuticos (Canadá, 1953), radiaciones e instrumentos de uso cotidiano (OMS, 1979)-, pero, insisto, conscientemente me limito, en espera de la discusión parlamentaria sobre la ley de Protección del Consumidor, a pensar en voz alta sobre los moluscos, en general, y el mejillón, en particular, preparando la defensa de la proposición no de ley presentada por el grupo socialista.

A mi modo de ver, estamos ante un excelente producto alimenticio, nutritivo, relativamente barato, constituyente de la base económica de buena parte de las familias gallegas que, a la vez, tiene riesgos conocidos de afectar la salud de los que lo consumen crudo.

Económico y proteínico

En tal situación, lo primero es la protección de ésta, por descontado, pero teniendo presente que la calidad nutritiva del mejillón y su significación económica son también elementos a tener en cuenta y que deben vincularse a aquélla. Es tal la significación económica y el valor proteínico de los mejillones que, para que no pierdan el aprecio de los consumidores, debe hacerse todo lo preciso para que nunca más afecten a su salud, so pena de no ser consumidos. Y en este sentido, en establecer medidas preventivas y represivas, que impidin que los mejillones dañen a la salud y, por contra, alimenten, ¡y barato!, a los consumidores, podemos hacer unas cuantas cosas. Al menos cuatro: la primera redefinir el concepto de depuración; la segunda, responsabilizar a la empresa del proceso depurador, después modificiar el sistema de rotulación o etiquetación del producto depurado y, finalmente, diversificar las cantidades ofertadas pensando en las familias. Todo ello requiere, como puede suponerse, actualizar la legislación aplicable a la salubridad de los moluscos, a la cual es atribuible el juicio que Bingwood hizo de la legislación alimentarla europea, «llena de heridas y vendajes» (Principios de un derecho comparado de la alimentación. Bruselas, 1971).

Veamos las medidas con algún detalle. Hoy por hoy, depuración es equivalente a «eliminación en los moluscos vivos de los gérmenes patógenos por el hombre, inmediatamente antes de su envasado y embalaje para su distribución posterior». Sin embargo, en los cinco últimos años hemos vivido dos epidemias producidas por mitilotoxinas (toxinas del mejillón), ligadas al plancton alimentante de los moluscos, una producida por el Gonianulax catanella, neurotropa y moderadamente agresiva (1976), otra vinculada, al parecer, a un Acanthamoeba, enterotropa y poco patógena. Esto nos debe llevar a no considerar salubre el mejillón portador de toxinas y, en consecuencia, a no considerarlo depurado, de manera que para poder denominarlo tal, ha de permanecer aparcado hasta disponer de agua marina sin plancton tóxico en las piscinas de depuración. La definición arriba transcrita no es suficiente, debe modificarse para que incluya la depuración de las posibles toxinas, lo cual implica, ¡bien lo sé!, que los técnicos oceanográficos vigilen las variaciones planctónicas. den la alarma en los casos necesarios (crecimientos exuberantes de especies usuales o presencia de inusuales) y avisen cuando haya cedido lo que la motivó.

¿Es lógico que sea el Estadio quien garantice la salubridad de los mejillones? Para mí no; para mí, no es lógico. El Estado debe garantizar exclusivamente su voluntad de hacer respetar las reglas referentes a la depuración y comercialización de aquéllos, dictando las reglas, vigilando su cumplimiento y sancionando las infracciones. La actual situación, en la que la Administración sanitaria y el Instituto de Oceanografía firman juntos la etiqueta garantizadora de la salubridad de los moluscos, carga la última responsabilidad del incumplimiento de las normas sobre las espaldas del Estado, haciéndole responsable de un proceso que no está, ni puede estar, controlado a lo largo de toda su extensión y durante su total duración. A mi modo de ver las cosas, la garantía de la salubridad de los moluscos carga la última responsabilidad del incumplimiento de las normas sobre las espaldas del Estado, haciéndole responsable de un proceso que no está, ni puede estar, controlado a lo largo de toda su extensión y durante su total duración. La garantía de la salubridad de los moluscos debe ser solamente responsabilidad de la empresa depuradora (o envasadora en su caso); sólo así, ella misma vigilará que ningún molusco escape voluntaria o involuntarlamente a la red sanitaria depuradora, de malla excesivamente gruesa y, por tanto, fácilmente burlable si se desea burlarla -¡y encima con la garantía del Estado!-, aunque perfectamente limpiadora si es respetada.

Cambio de etiqueta

Por razones derivadas del párrafo anterior, la etiqueta que ampara sanitariamente al mejillón depurado debe ser cambiada. Si la garantía de salubridad es de la empresa depuradora, de la etiqueta debe desaparecer toda señal que induzca a pensar en la responsabilidad de la Administración sanitaria u oceanográfica. El principio general de la rotulación de los productos alimenticios, «que el consumidor obtenga de la misma, o que puede y debe lógicamente comprender», no se cumple en la actual situación, puesto que la palabra sanidad en las etiquetas induce a pensar en la seguridad del producto garantizada por la Administración sanitaria. Muchos recordarán, en este momento, que un fenómeno parecido sucedía cuando las empresas de desinsectación utilizaban guías sanitarias con la misma cruz. Las nuevas etiquetas, los sistemas de rotulación, que propongo, serían de exclusiva propiedad y uso de las empresas depuradoras, con su nombre y razón social como compromiso de que lo que amparan lo hacen bajo su responsabilidad. ¿Aceptarán este reto los componentes del Grupo Nacional de Depuradores?

La última medida es del tipo «que se cumpla lo legislado». Los tamaños de los envases transportadores de molusco depurado pueden ser de dos, seis, diez, quince y treinta kilos; ahora bien, el usual en el mejillón es el de quince, cantidad que supera las necesidades familiares. Propugno que, también para el mejillón, se utilice obligadamente el de dos kilogramos, en el caso de que vaya a ofrecerse a los mercados familiares; de este modo, su manipulación y trasiego será más higiénico (y nos acercaremos a la CEE).

Aprovechando que el Pisuerga pasa por una ciudad en la que también hubo intoxicaciones, no debería ser necesario un nuevo problema de salud pública para firmar, ¡de una vez para siempre!, un pacto sanitario multipartidos, punto de partida de una necesaria y real reforma sanitaria. ¿No hemos definido la cuestión como de Estado?

es miembro de la ejecutiva de UGT-Sanidad, diputado socialista por Palencia y ex jefe de Sanidad de Pontevedra.

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