Castellano y catalán
Probablemente como muchos de los lectores habituales de su periódico en Cataluña, he apreciado el gesto de cortesía de EL PAIS al publicarjuntamente con el artículo En torno al manifiesto sobre el uso del catalán, de los señores F. Jiménez Losantos, Carlos Sahagún, J. Luis Reinoso y Santiago Trancón, el texto del propio manifiesto del 25 de enero de 1981, suscrito por intelectuales y metalúrgicos residentes en Cataluña, aun a riesgo de reavivar una polémica lamentable desde el punto de vista de las perspectivas de convivencia de catalanes de distintas hablas maternas, de catalanes y no catalanes, y, sobre todo lamentable, desde el punto de vista del más elemental respeto a la historia, al lenguaje y a dos lenguas milenarias. En su día, a raíz de la difusión del manifiesto en casi todos los periódicos nacionales -a excepción de EL PAIS, como tan rencorosamente recalcan los autores de En torno al...- hice públicos mis puntos de vista sobre ese papel que me parece tan irritante como despreciable en Diario 16 y en La Vanguardia, bajo el título Diglosia, bilingüismo y discriminación lingüística. No creo necesario repetirlos en esta carta: precisar que el distingo entre histórico y jurídico respecto a la afirmación del estatuto de que el catalán es la lengua propia de Cataluña es sencillamente estúpido, porque es evidente que el catalán es la lengua natural de Cataluña por causa de su implantación milenaria y de su uso continuado y general por parte de los habitantes del mismo territorio a lo largo de siglos, once por lo menos, de los que solamente los cinco últimos comportan un régimen de coexistencia con la lengua castella na, hablada por sucesivas castas detentadoras del poder económico o político e intermitentemente por olas.de funcionarios de nación extraña, en situación de, tránsito. Tampoco repetiré que. el bilingüis mo en Cataluña -como en otras situaciones de colonialismo lingüístico- se caracteriza por el hecho de que son efectivamente bilingües casi todos los hablantes de la len gua natural y propia del país y no lo es, en cambio, la mayoría de los hablantes de la lengua importada y, en gran medida, impuesta. Tam poco repetiré que tan majadero re sulta negar al catalán su condición de lengua natural y primera de los catalanes -que, evidentemente, debe ser lengua oficial de la Administración pública en Cataluña y vehículo primordial de toda suerte y grados de enseñanza- como considerar amenazada la grandeja de una de las cuatro o cinco lenguas universales de la modernidad, el castellano, a la que, con cursilería insoportable, los firmantes del Manifiesto tildan de lengua de Cervantes, por la competencia del catalán, una competencia anclada en la baja romanidad y mantenida por la distancia, en el territorio tra dicional de Cataluña. Los autores del Manifiesto podían haberse referido con toda clase de detalle a los agravios e incomodidades que, a una generación de emigrantes ya adultos y a unos cuantos profesió nales de las humanidades particu larmente reacios a la asimilación de otra lengua romance, puede causar el proceso de restitución y de normalización del catalán, tras la etapa de persecución fascista, sin necesidad de meterse en el terreno del disparate en lo relativo a la dignidad y a la implantación de las lenguas. Negar la prioridad del catalán en Cataluña es majadería e quivalente a negar a la comunidad catalana el título de nación por temor a los excesos de la reivindicación política. Si no es nación una comunidad políticamente independiente y culturalmente singular desde el siglo VIII, con pasado expansionista y coloníal, lengua propia afianzada en una literatura de .resonancia universal, derecho privado diferente y voluntad ininterrumpida de sobrevivir como nación, que nos cuenten qué entendían por tal los reinventores de ese concepto en el romanticismo revolucionario y republicano.En el artículo publicado en EL PAIS, el 5 de julio, y firmado por el señor Jiménez Losantos y sus amigos, se me alude personalmente, motejándome de «demócrata a la catalana», lo que no se sabe qué querrá decir, aparte de ser chiste poco gracioso. Mi historia personal, ampliamente atestiguada, me acredita como demócrata, si es que el señor Jiménez y sus amigos entienden por tal la profesión constante de antifascismo y antifranquismo. Mi catalanidad, incluso étnica, está acreditada por la onomástica y los siglos. Dicen los autores del articulo, que yo veté a un representante del Manifiesto en un congreso sobre problemas del bilingüismo al que había sido invitado y al que no asistí, y que tuvo lugar en Zaragoza; me atribuyen una extraña influencia, que por supuesto no tengo, sobre el PSOE aragonés y poderes, de los que desde luego carezco, en Zaragoza y en todas partes, para vetar la presencia de personas que no me gustan. A lo sumo diría a quien me invitó que no deseaba discutir en público con alguno de los firmantes porque no me resultaba persona grata y porque el planteamiento del asunto me parecía totalmente inaceptable si había de ser como en el tan mentado Manifiesto. También, para decirlo todo, el profesor Amando de Miguel me citó, parece, a propósito del mismo asunto, en un programa emitido por Televisión Española que no tuve el gusto de ver, nombrándome con un impertinente diminutivo de mi nombre de pila, lo que podría hacer creer que ese profesor y yo estamos unidos por una vieja amistad, cuando la verdad es que nunca hemos compartido los mismos manteles. No estoy dispuesto a discutir en público o en privado con el profesor De Miguel sobre socio lingüística.
Para terminar, diré, que, con ocasión del atentado terrorista en el que resultó levemente herido Jiménez Losantos, declaré en Diario 16 mi solidaridad con el agredido por el hecho de haberlo sido, pero salvando mi discrepancia, con lo que me considero cumplido en el futuro, si hubiera lugar, que es de de sear que no, para nuevas obligaciones de cortesía. También quiero decir que mi condición de catalán que escribe en castellano y de editor en castellano en Cataluña me dan derecho a desmentir las repetidas boberías que en el Manifiesto y en el artículo se dicen acerca de las dificultades de expresión por escrito en lengua castellana en Cataluña y de discriminación de los castellano-escribientes. De una vez para siempre quiero decir que el Manifiesto y sus estrambotes me parecen una provocación política desde el punto de vista de la protesta por la restitución de los derechos lingüísticos y de la docencia en catalán y una payasada desde el, punto de vista de su fundamentación antropocultural, que no parece tener más objeto que el deseo de insistente manifestación pública de unos profesionales de la pluma que no tienen muchas cosas que decir y no han reflexionado lo bastante sobre la única que parece preocuparles./ .
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