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París y Washington coinciden en la política Este-Oeste y disienten en las relaciones Norte-Sur

La visita que hoy inicia a Washington el nuevo ministro francés de Relaciones Exteriores, el socialista Claude Cheysson, confirmará que Francia y Estados Unidos son firmes aliados en el capítulo de relaciones con el Este, pero contrincantes potenciales en las relaciones con los países en vías de desarrollo. Por otra parte, la Administración de Ronald Reagan, a lo largo de las entrevistas que Cheysson mantendrá con el presidente de EE UU y con el secretario de Estado, Alexander Haig, no dejará de recordar al nuevo jefe de la diplomacia gala la «preocupación» y el «temor» que provoca en Washington La eventualidad de una entrada de los comunistas en el Gobierno.

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«En lo que se refiere a la Alianza Atlántica, los norteamericanos no pueden tener un aliado más digno de confianza que nosotros», declaró recientemente Claude Cheysson en una entrevista al diario The Washington Post.

Los estadounidenses no olvidan que las posiciones de François Mitterrand respecto a la URSS siempre fueron más claras y tajantes que las de su predecesor en la presidencia de Francia, Valéry Giscard d'Estaing. Sobre todo en materia de denuncia de la invasión soviética en Afganistán. Tampoco parecen muy discordantes respecto a Oriente Próximo.

Más sutil será la postura que adopte París en el capítulo de nepociaciones para un control de armamento en Europa o en el de la vinculación a la defensa occidental integrada en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), á la que se había tímidamente acercado el Ejército francés durante el septenio de Giscard, tras varios años de relaciones corteses, pero distantes, desde la retirada de Francia del mando militar de la OTAN, en 1966, por decisión del general Charles de Gaulle.

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Recelos ante el tercermundísmo francés

Si el capítulo de relaciones con el Este no asusta a los norteamericanos -excepto en la hipótesis de participación comunista en el Gobierno que nazca de las próximas elecciones generales-, sí, en cambio, suscita más interrogantes la perspectiva de una política francesa tercerniundista.

«Para nosotros, el Tercer Mundo es un socio ideal del que dependemos muchísimo para nuestro abastecimiento», afirmó Cheysson en la entrevista concedida al Washington Post, entrevista en la que no ocultó su deseo de reavivar el agonizante diálogo Norte-Sur, donde países industrializados y países en vías de desarrollo ntentan, sin éxito, desde hace cinco años, armonizar políticas de cooperación.

No es seguro, ni mucho menos, que el aliado fiel en las relaciones con el Este siga la misma tónica en dirección al Tercer Mundo. ¿Chocarán ideas e intereses cuando París y Washington deban coordinar posturas occidentales hacia Africa, América Latina o Asia? Así lo teme la Administración Reagan, que aún trata de hacerse a la idea de que los socialistas ganaron las últimas elecciones presidenciales en Francia.

Cheysson dijo también en su entrevista al Washington Post que no comprendía por qué Estados Unidos quiere siempre que Europa occidental se arrodille ante la política y las opiniones norteamericanas, como en el caso de El Salvador. Un lenguaje nuevo e inédito que hace trinar a más de un alto funcionario del Departamento de Estado, donde existe una irritación mal disimulada por el nombramiento en París, como consejero del presidente Mitterrand, de un hombre, Regis Debray, que fue compañero de lucha del Che Guevara en las guerrillas latinoamericanas.

Resulta significativo que la visita de Cheysson a Washington sea por iniciativa de la Administración Reagan. Estados Unidos sabe que la relación con los socialistas franceses no será fácil; pero, sobre todo, quiere evitar a toda costa que entre un tercer elemento, el comunista.

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