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CIENCIA

Los científicos califican de prejuicios los temores de los políticos sobre la ingeniería genética

La posibilidad de que los derechos humanos puedan verse vulnerados por los avances de la ciencia en el campo de la ingeniería genética iba sido expuesta como un riesgo actual por diversos parlamentarios europeos, en el transcurso de los debates de la séptima audición parlamentaria del Consejo de Europa sobre las manipulaciones genéticas, que ayer fue clausurada en Copenhague.

Los parlamentarios de los veintiún países miembros han tenido la oportunidad de plantear todas las cuestiones que pudieran preocuparles acerca de la ingeniería genética a un numeroso grupo de expertos, desde investigadores de distintas universidades europeas hasta representantes de la industria farmacéutica, pasando por expertos en temas religiosos jurídicos sobre cuestiones científicas. Dos científicos especializados, los doctores Plillipson, de la Universidad de Uppsala, en Suecia. y Nordstrom de la Universidad danesa de Odense, afirmaron, al principio del debate, que se había dramatizado en exceso los posibles riesgos de la ingeniería genética, y que en absoluto podía temerse que los derechos fundamentales del hombre pudieran verse afectados por esta rama de la investigación científica actual.El doctor Philipson llegó incluso a afirmar que se trataba de «riesgos utópicos» y de «prejuicios», cuando, en realidad, según él estas investigaciones sólo tienden a mejorar las posibilidades actuales de obtener nuevos productos con los que afrontar las enfermedades.

El senador francés Berrier, médico de profesión, intervino inmediatamente para mostrar su desacuerdo con este optimismo. En concreto, expresó su alarma por haber sido probado el interferón obtenido por ingeniería genética demasiado pronto, haciendo concebir esperanzas infundadas a muchos enfermos de cáncer, cuando en realidad no se sabe si dicha sustancia sirve para algo. El doctor Nordstrom contestó que no era cuestión de optimismo, sino de abrir nuevas realidades a la investigación, mucho más prometedoras que peligrosas. En el caso del interferón, añadió, se trata de una sustancia con probada capacidad antiviral, sin que hasta ahora se haya podido probar su eficacia contra el cáncer, debido a lo extremadamente costoso y difícil de su obtención. «Gracias a la ingeniería genética», agregó, «no sólo hemos podido discernir entre los distintos interferones y sus variedades, sino que podremos obtenerlos en grandes cantidades y a precio módico».

El diputado alemán M. Schulte preguntó si era posible transformar el potencial hereditario del hombre. Numerosas respuestas a cargo de diversos científicos apuntaron el hecho de que las transformaciones genéticas conseguidas hasta ahora lo habían sido en células muy simples, como algunas bacterias muy conocidas, y que, a pesar de ello, las dificultades son enormes porque hay millares de genes. En el hombre, la complejidad es muchísimo mayor, por lo que, de momento, no parece posible que pueda alterarse su potencial genético, aunque nada impide pensar que pueda hacerse más adelante. «En todo caso», afirmó el profesor Trautner, del instituto de genética molecular Max Planck, en Berlín, los científicos no tenemos que limitar nuestras investigaciones. Son los juristas y los políticos los que hacen las leves que a nosotros nos limitan. En todos los avances de la ciencia». añadió, «el mal uso que se haya podido hacer de ella no ha sido por causa de los investigadores, sino por causa de los políticos, como en el caso de la bomba atómica».

El diputado belga De Jardin expresó su alarma por el hecho de que la industria se haya apodera do va de la investigación en tema de ingeniería genética, lo que supone una competitividad y una guerra de patentes sumamente alejadas de la necesaria cooperación internacional en cualquier tema científico. De Jardin atacó duramente a la industria farmacéutica internacional, a la que acusó de no perseguir más que el lucro y no el bien de los enfermos, Y se preguntó cuándo se diseñaría un código ético de la industria farmacéutica, que es muy capaz, añadió, de inundarnos de interferón aunque no sirva para nada.

A pesar de la virulencia del ataque, no hubo respuestas precisas, y sólo el doctor Grosman, de la Universidad de Estrasburgo, reivindicó el derecho de los científicos, y que, una vez más, se enfermos incurables a intentar ser curados, aun por métodos dudosos. El problema de la industria farmacéutica, añadió, no es científico, sino mercantil y a veces político.

Finalmente, el profesor Kaplan, del instituto de patología molecular de París, explicó, tras una pregunta de un senador belga, que las posibles aplicaciones militares de la ingeniería genética existen sin duda, como existen aplicaciones militares de prácticamente todo lo que se investiga en el mundo, pero que esto desborda la competencia de los científicos, y que, una vez más, se trata de una cuestión política.

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