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Escritores españoles y mexicanos polemizan sobre las relaciones entre periodismo y literatura

Más de treinta novelistas y poetas de habla castellana han polemizado estos días en México, en el marco del segundo Encuentro Internacional de Escritores, acerca de las relaciones entre literatura y medios de comunicación (Prensa, televisión y cine). La representación de nuestro país fue tan numerosa que en una de las mesas redondas sobre literatura y cine todos los participantes resultaron ser españoles, incluido el moderador. Entre ellos se encontraban Carlos Barral, J. J. Armar Marcelo, José Esteban, Fernando Sánchez Dragó y Fernando Rey.El punto más alto de la polémica se registró al analizar si el periodismo tiene o no algo que ver con la literatura. Fernando Sánchez Dragó y Carlos Barral negaron cualquier conexión, aunque a veces una misma persona ejerza sucesivamente como periodista y escritor. Sánchez Dragó dijo que la creación literaria es un acto íntimo del escritor, que no tiene por qué reflejar ninguna realidad si necesita justificarse a través del lector. La literatura empieza y termina en la creación misma.

Carlos Barral abundó en el mismo sentido. «El periodismo», dijo, «es comunicación, mientras que la literatura es expresión. La coincidencia en la máquina de escribir no disipa la diferencia abismal entre las dos actividades». Las colaboraciones de los escritores en los periódicos no serían casi nunca periodismo, sino literatura, a menudo degradada. La relación de hechos y la comprensión del lector son dos referencias fundamentales para el periodista, que carecen de sentido para el creador literario.

Frente a los dos ponentes españoles, tres escritores latinoamericanos, el mexicano Carlos Monsivais, el brasileño Eric Nepomuceno y el chileno Fernando Alegría, se opusieron a una separación tan totalitaria. Monsivais se apuntó a una antigua definición del periodismo como «literatura de emergencia», que en el caso concreto de México ha permitido una comprensión múltiple del proceso histórico nacional.

En general, la actitud más respetuosa hacia la potencialidad literaria del periodismo fue la de los escritores mexicanos. Tal vez influidos por su necesidad de colaborar en los medios de comunicación como única forma de llegar al gran público. Algo que les resulta poco menos que imposible con unas tiradas de libros que rara vez superan los 3.000 ejemplares.

Eric Nepomuceno señaló que los reportajes periodísticos de Gabriel García Márquez constituían un ejemplo de excelente literatura, igual que la novela A sangre fría, de Truman Capote, era una muestra de auténtico periodismo. Desde su punto de vista, el relato periodístico ha adquirido ya la categoría de género literario, aunque mucho de lo que se publica en los periódicos sea de tan ínfima calidad como mucha de la literatura que sale de las editoriales.

El chileno Fernando Alegría, autor de la obra Literatura y revolución, se negó a aceptar que el hecho literario pueda desvincularse absolutamente de la realidad. La estética como única moral del escritor sería una inmoralidad en el contexto latinoamericano, donde el escritor está obligado a utilizar la palabra como un arma más contra el avance del fascismo. Barral y Sánchez Dragó le contestaron que el escritor debe tener opiniones políticas como persona, pero no como escritor.

La polémica se extendió también, aunque en términos menos radicales, al mundo del cine y la televisión. Casi siempre, como corresponde a un encuentro de escritores, prevaleció la tesis de que ambos medios no han hecho sino degradar la mayoría de las obras literarias que intentaron convertir en imágenes.

Un español afincado en México, Paco Ignacio Talbo, novelista y hombre de televisión, dijo que este medio y el cine están transformando la literatura, aunque muchos escritores no se hayan enterado aún. La espectacular fuerza de la pequeña pantalla puede, además, aprovecharse para extender la literatura a sectores que nunca habían llegado a ella. «Pero lo mejor que pueden hacer los escritores por la televisión», dijo, «es aprender a hacerla, que no es tarea fácil».

Un actor español, Fernando Rey, opinó igualmente que en contadas ocasiones las obras literarias han tenido fortuna en el cine, sólo cuando sirvieron como pretexto. «Mil palabras», concluyó, «valen más que una imagen».

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