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Reportaje:Argentina, cinco años después del golpe de Videla / 1

Un país rico, con uno de los mas bajos crecimientos económicos del continente

La economía argentina puede saltar por los aires en muy pocas semanas si el nuevo equipo de Viola no aplica reformas drásticas. Esta es la opinión del ex ministro de Economía Alvaro Alsogaray, un político procedente de las filas liberales que no oculta sus simpatías por el proceso militar e incluso por la filosofía económica desarrollada por el actual Gobierno. A su juicio, «los objetivos trazados en 1976 eran correctos, pero fallaron las medidas concretas». Argentina es un país rico,con uno de los crecimientos más bajos del continente.

A tres días del cambio de inquilino en la Casa Rosada, tanto la calle como la Prensa parecen desentenderse del programa político de Viola, mientras se muestran expectantes ante el paquete de medidas económicas que tendrá que aplicar durante su primera semana de Gobierno. «Hay cuerda para muy pocos días», insiste Alsogaray.En el Gobierno cesante de Videla nadie ha conseguido en su contra tanta unanimidad como el superministro de Economía, José Martínez de Hoz, un declarado seguidor de la escuela de Chicago, al que estos días defienden sólo sus colaboradores más inmediatos y algunos sectores del Ejército. Aunque nadie sabe lo que va a hacer su sucesor, Lorenzo Sigaut, el país va a acoger con alivio el cese de Martínez de Hoz, un hombre que en su último discurso mantuvo todavía una impenitente defensa de su programa.

El éxito sería, desde su punto de vista, cuestión de perseverancia y de tiempo, justamente algo que ya no admite la crisis argentina. Según opinan casi todos, Martínez de Hoz ha logrado algo que parecía iruposible: hacer bueno el desgobierno de la viuda de Perón, empobrecer y endeudar hasta lo imposible a un país que ahora mismo es casi autosuficiente en energía y que sigue siendo el mayor granero del mundo, después de Estados Unidos.

Una crisis más grave que la de 1976

«Aunque me duele reconocerlo, porque elequipo económico saliente viene del mismo mundo que yo y de una escuela emparentada con el liberalismo», dice Alvaro Alsogaray, «la crisis actual es más grave que la de 1976, porque entonces el aparato productivo estaba todavía sano y no teníamos el actual embrollo financiero. Y lo peor es que lo ha tenido todo a su favor: no ha habido una sola huelga, no existió oposición, el pueblo aceptó las directrices que se le dieron y además hemos tenido en cinco años cuatro grandes cosechas».

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A pesar de todo esto, los indicadores económicos argentinos se hallan en límites inverosímiles. La deuda exterior se sitúa por encima de los 28.000 millones de dólares, casi tres veces la que tenía el Gobierno de Marla Estela Martínez antes de su derrocamiento. El dinero interbancario se paga al 400% anual. Los bancos ofrecen a los, ahorradores intereses del 11% mensual, sin que por esto consigan atraer un dinero que prefiere el refugio del dólar, aunque por él paguen sólo el 12% al año. Las reservas han perdido más de 3.000 millones de dólares en lo que va de año, situándose por debajo de los 4.000 millones. La pérdida llega al 60% si se la compara con las cifras de finales del año 1979.

Martínez de Hoz se propuso cinco años atrás un objetivo básico: sanear la economía con un programa abiertamente liberal. El sector público tenía que reducirse de forma drástica y el Estado en ningún caso iba a mantener su papel de hada madrina de las empresas deficitarias. El saneamiento exigía igualmente reducir una inflación que en el último Gobierno de la viuda de Perón había rebasado el 1.000% anual. Para reducir la inflación, Martínez de Hoz determinó la apertura al exterior y el desarme arancelario como mecanismo para rebajar los precios por la vía de la competencia internacional.

Varios de estos objetivos fallaron. El sector público no se redujo, sino que aumentó, y hoy representa el 35% del producto interior bruto, dos puntos más que en el último Gobierno constitucional. Y ello a pesar de que se redujeron las inversiones públicas productivas.

«La inflación real está retenida por una paridad con el dólar que no puede sostenerse. De ahí que el ahorro privado vaya hacia las divisas extranjeras y que cada día los bancos tengan que aumentar los intereses hasta alcanzar esos niveles increíbles del 400%. El resultado es obvio: las empresas nacionales no pueden soportar las cargas financieras y tienen que hacer frente a unos artículos importados que se benefician de u! dólar de bajo precio». Este embrollo financiero acabó el pasado año con cuarenta bancos y sociedades financieras.

Decenas de empresarios procesados

Decenas de empresarios, sobre todo financieros, se encuentran sometidos a causas criminales. Esto ha llevado al Times londinense a calificar el sistema argentino como el más corrupto del mundo.

La economía argentina ha tenido en estos cinco años el crecimiento más bajo del continente, emparejado con El Salvador. De seguir este camino, marcado por Martínez de Hoz, en Argentina habrá dentro de unos meses tres millones de parados (el 40% de la población activa) y el 70% de sus empresas habrá entrado en vía muerta, según cifras que maneja el rector de la Universidad Católica de La Plata, Nicolás Argentato.

Sólo los especuladores monetarios parecen sentirse a sus anchas en medio de este maremoto. Los precios de Buenos Aires, que en 1980 la situaron ya como la ciudad más cara del mundo, según el informe anual que realiza el Financial Times, han sobrepasado todo límite. La entrada de un cine de estreno cuesta más de cuatrocientas pesetas, la bajada de bandera del taxi cuésta más de cien, un traje de caballero valeen las rebajasmás de 25.000, la cerveza del bar más barato ya cuesta más de doscientas, y por cien ni siquiera llega para un café.

A Viola no le queda ni tiempo para madurar los cambios. Tan sólo tiene un dato a su favor: Argentina va a tener este año la mayor cosecha de la historia, con 35 millones de toneladas, de las que puede exportar veinticinco a un precio global de 5.000 millones de dólares (unos dos billones de pesetas). «Si se aplican las medidas correctas», opina Alsogaray, «sólo con dos cosechas conseguiremos reducir el déficit exterior a límites aceptables».

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