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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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El pesimismo

El maestro Tuñón de Lara ha denunciado estos días en la Universidad de Madrid el pesimismo generado por la guerra civil relámpago de las Cortes. El golpe está dado en cuanto que el pesimismo está generado. El ponerse en lo peor, el ponerse en lo último, siquiera sea hipotéticamente, es estar ya en ello. Mi parado, que es redicho, lo expresa a la manera del pueblo:-Es que nos han puesto en una tesitura, señor Umbral.

La «escura gente» suele usar tesitura como sinónimo de conflicto. Se equivocan académicamente, pero quizá aciertan intuitivamente. El pesimismo histórico es de derechas, es fatalismo/determinismo y viene a fijar, con tanta teleología, el precio de la merluza y la congelación de los salarios. El español, además de ser pobre, está condenado al infierno, o sea que más vale quedarse en casa, porque Barreiros sólo hay uno y hasta él declara suspensión de pagos, si le da el ataque determinista. Fernando Savater presenta su primera novela, titulada Caronte aguarda, título delicadamente fúnebre, pese al optimismo vital e intelectual del joven pensador. Alfonso Grosso, a su andaluza romería del Rocío la llama «romería de la muerte». Alegres que somos.

El alegre pesimismo español es la alegría de la muerte, que la Eclessia ha rentabilizado como resignación y el capital ha capitalizado como «un duro y quietos». Con tanto fundamento pesimista, el que se mueve es que es rojo. El mismo Calvo Sotelo va de marengo y pesimismo. Cuando quiere hacer una gracia, nos sube el teléfono. Mejor serio, señor presidente.

Me llama tempranera Vicki Lagos, que está recaudando firmas para pedir la medalla del Trabajo en favor de Mary Carrillo. Aquí, cuando uno-una es genial, trabaja toda la vida hasta desguazarse y come de lo que haya, ya sabe que entre los sesenta y los setenta le espera el cáncer o una medalla. El cáncer es la medalla del funebrisrno español y la medalla es el remedio de una posteridad irremediable. Pachá nos da una gran noche con el sonido y la música de Nueva York. El jazz y el flamenco han arraigado hondamente en Madrid porque son dos grandes pesimismos plastificados. La última película española se titula Apaga y vámonos, que es una consigna asombrosa del pesimismo nacional, porque supone que, además de que hay que irse (todo fatal), sigue corriendo el contador. Ramos Perera me envía su revista de parapsicología. La Parapsicología, que tiene por sacerdotisa suprema a mi querida Pitita, también ha arraigado mucho en un pueblo que siempre prefiere darle la razón al misterio, al más allá, darles la razón a los muertos. Los chistes que circulan sobre Tejero (algunos nacieron allí mismo, en el hemiciclo de la hemivida/hemimuerte) son todos funerarios. El gran Julián Gállego me dedica su último ensayo, Goya, hombre contemporáneo. De Goya a Zurbarán, del Greco a Valdés Leal, Solana y Clavé, nuestra pintura es tenebrista, como lo último que acaba de estrenar, en música, mi admirado Cristóbal Halffter. Somos unos genios de la mala suerte. Lorca escribió unas Bodas de sangre cuyo pesimismo andaluz ha pasado ahora por el pesimismo estoico de Gades, que baila siempre el martinete del pesimismo. Finalmente, el filtro pesimista de Saura fija magistralmente en cine (anoche fue el estreno) esa catedral del fatalismo español que es cualquier obra de Lorca.

Naturalmente, nos ha hecho pesimistas la Contrarreforma, y hasta la alegrísima Santa Teresa hablaba de escribir en «estilo ermitaño» (felizmente, su gran prosa la traicionaba) Contrarreforma, nacionalcatolicismo, paleocapitalismo enlutado, Tejero. Contra todo eso nos queda -Don Juan Carlos, Cebrián, Carrillo, Tuñón, Felipe- el optimismo democrático.

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