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Clausura del II Simposio Internacional de Lengua Española

Manuel Alvar habló sobre "La lengua como libertad"

Un total de 32 ponencias, bajo el titulo genérico de Unidad y variedad del español fueron leídas en el II Simposio Internacional de Lengua Española, que se ha desarrollado en Las Palmas -en sesiones de mañana y tarde- a lo largo de los tres últimos días y al que han asistido destacados lingüistas europeos y americanos. Este simposio fue patrocinado por el Cabildo Insular, Ministerio de Cultura e Instituto de Cooperación Iberoamericana.

De las tres jornadas cabe destacar la conferencia que pronunció el profesor Manuel Alvar, bajo el título La lengua como libertad. Comenzó su disertación afirmando que, «enfrentados ante su propia lengua, los hablantes pueden sentir la limitación de unas cercas que los constriñen o un universo de posibilidades para comunicarse. Se ha hablado de lengua como cárcel o de la lengua como libertad. Porque la lengua», añadió, «es ese conjunto de principios ajenos al individuo, que los recibe elaborados y no los puede modificar ni cambiar». Dijo más adelante que cada uno de nosotros es el mero receptor de un código que fatalmente le viene impuesto y con el que actúa, como el técnico que manipula el complejísimo ingenio de un ordenador.«Esto es cierto», manifestó, «pero no menos cierto es que la recepción del código evita al hombre la necesidad de tener que crear su instrumento en cada uno de los instantes en que le hace falta. Es la experiencia repetida por millones de hombres que en la lengua han ido depositando su saber, su emoción o su visión de las cosas. Tenemos, pues, que la lengua es el molde que nos limita, pero es también el cofre donde generaciones y generaciones guardaron sus experiencias para que nosotros podamos disponer de ellas en cualquier momento».

Señaló más adelante que, cualquiera que sea la posición que adoptemos, la lengua se nos presenta como ese código imprescindible para establecer la comunicación, y el hombre como que lo recibe y trata de darle virtualidad.

No hay sistema sin criatura

«Pero no se puede pensar en el sistema sin la criatura que lo utilice: son los factores fatalmente necesarios, el código hace ser al hombre, el hombre vuelca su personalidad sobre el instrumento que le entregan y la proyecta sobre él. Por eso se ha podido hablar de la lengua como cárcel y liberación». Después de apuntar que la libertad no era un acto insolidario y bárbaro de hacer lo que nos da la gana, afirmó que, «por este motivo, poseer una lengua no es estar emparedados en unas celdas que nos aprisionan, sino disponer de una clave para descubrir la luz. Si no existiera el sistema, la lengua no existiría, y sin la lengua seríamos cualquier cosa menos hombres. Poseer la facultad de comunicación es ser dueños de una infinita libertad. La lengua nos permite ser nosotros porque, más que cualquier otro instrumento, nos deja penetrar en su funcionamiento, adaptarlo a nuestras exigencias, convertirlo en una criatura totalmente nueva gracias a nuestra capacidad de creación. A cambio sólo nos exige el respeto a la libertad de los demás».Entre las ponencias más interesantes y que acapararon la atención de los asistentes figuran Observaciones alrededor del tratamiento de «vos» en Buenos Aires, de la doctora de la Universidad de Chicago. Leda Schiavo; Innovación y variedad en la morfología del plural nominal, de Fernando González Olle, de la Universidad de Navarra; Construcciones ecuacionales: un dilema en gramática normativa, de José Antonio Martínez, de la Universidad de La Laguna; El proceso de marginación lingüística en el Caribe, del doctor Humberto López, de la Universidad de Puerto Rico; Los hechos morfosin tácticos en andaluz y canario, de José Andrés de Molina, de la Universidad de Zaragoza, y Condicionamientos gráficos en la fonética del español, del doctor Emilio Alarcos, de la Universidad de Oviedo.

Ayer tuvo lugar la última jornada del simposio, con la intervención de María Vaquero, de la Universidad de Puerto Rico, que habló sobre el Léxico marinero de Puerto Rico. Vaquero sustituyó al profesor Gueorgui Stepanov, de la Universidad de Moscú, que no pudo trasladarse a última hora a Las Palmas.

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