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En sus primeros diez días como presidente, Reagan ha impuesto la firmeza en las relaciones con la URSS

En sus primeros diez días como presidente, Ronald Reagan ha dejado bien claro quesu posición ante la Unión Soviética va a ser de máxima dureza -al menos verbal- y que la política de Washington respeto a América Latina va a cambiar radicalmente.A pesar de sus rotundas acusaciones contra el papel que Moscú juega internacionalm ente, los dirigentes norte am eríca nos recalcaron ayer que el diálogo diplomático sigue sus cauces normales. El ministro de Asuntos Exteriores soviético, Andrel Gromiko, y el nuevo secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, han intercambiado mensajes descritos como corteses, en torno al futuro de las relaciones entre ambas potencias.

El presidente Reagan, que no tiene intención de sumergirse en las sutilezas de la diplomacia internacional, parece haberse dejado convencer por sus teóricos más conservadores de que el único lenguaje que comprende el Kremlin es el de la firmeza, y, si fuera necesario, el de la amenaza.

La espina dorsal de la política exterior que emprende la nueva Administración es simple, tal como la expuso Reagan la semana pasada: el papel a desempeñar por Estados Unidos consiste en garantizar que la Unión Soviética permanezca en su lugar. Washington prestará ayuda a todos los que deseen resistir a las ambiciones moscovitas, y luchará contra todos aquellos que ayuden a Moscú a ver realizados sus propósitos.

La Administración Reagan ha acusado abiertamente a Moscú de «apoyar el terrorismo internacional, con ayuda material, militar y prolpagandística, desde El Salvador hasta Namibia». Y asimismo ha optado por enterrar el concepto de la distensión, advirtiendo que las futuras negociaciones con la Unión Soviética dependerán del comportamiento soviético en todo el planeta.

La Prensa moscovita publicó ayer, sábado, a toda plana, la tajante respuesta de la agencia oficial Tass a las declaraciones de Reagan, en las que se le acusaba de «deformar la realidad». Según los observadores, la postura adoptada por Tass, rápida y severa, indica que el Kremlin no está dispuesto, ni muche menos, a hacer concesiones unilaterales. De hecho, los soviéticos parecen estar revisando su opinión inicial de que se juzgaría a Reagan «por sus actos».

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