_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Inglaterra fuera del Mercado Común?

En el ambiente multitudinario y acalorado de un palacio de congresos de arquitectura victoriana, en la ciudad-balneario de Blackpool, de antigua raigambre entre el proletariado británico, se celebró, entre el 29 de septiembre y el 3 de octubre, la conferencia anual del Partido Laborista. A este congreso tuve ocasión de asistir en representación del PCE, en la línea de las cada vez mejores relaciones que los comunistas españoles vamos teniendo con los socialistas de casi toda Europa. Hay en formación toda una corriente de confluencia de ideas para el futuro, en lo que se ha dado en llamar la «euroizquierda», es decir, el propósito de aunar las fuerzas del progreso para así poder hacer frente a la crisis y para plantear, sin ambages, la transformación de la sociedad capitalista, descaradamente ineficaz y de derroche, en una sociedad democrática avanzada.La conferencia de Blackpool ha sido uno de los temas centrales de la Prensa inglesa en estos días. Sobre todo porque hay en marcha un indudable ejercicio de reflexión acerca de lo que han representado los dos primeros años de Gobierno de la señora Thatcher. Por eso mismo interesaba mucho conocer los puntos de vista del laborismo sobre los principales problemas, como adelanto de lo que podrían ser sus posiciones electorales en la próxima confrontación electoral, que habrá de celebrarse antes de 1984, el célebre «año siniestro» de la premonitoria novela de Georges Orwell, que precisamente para dentro de menos de un lustro pintaba una sociedad agobiada por las escaseces, estancada por las restricciones de todo tipo y aterrorizada por el permanente control autoritario del Gran Hermano (Big Brother is watching you). Parece como si al acercarse 1984 los dos partidos mayoritarios de Albion, el laborista de un lado, y el conservador del otro, se aprestaran a imputar al contrario el estado nada consolador en que se encuentra la economía británica, y las incertidumbres que se ciernen sobre 55 millones de insulares que no acaban de estar muy seguros de ser europeos.

Casi dos millones de parados

Ese era en realidad el trasfondo general de la conferencia de Blackpool, la crisis económica que está afectando muy duramente a la economía y a la sociedad británicas. El paro ronda los dos millones de trabajadores, acercándose al 8% de la población activa, en tanto que, a pesar del liberalismo thatcheriano -o precisamente por el mismo, la inflación se mantiene en niveles elevados, sin que pueda ya cumplirse el prometido objetivo de finalizar el año 1980 con una inflación por debajo de los dos dígitos. Por otra parte, el sistema financiero sigue desempeñando un papel hegemónico en la dirección gpneral de la economía. La City, ahora reforzada por los flujos especulativos de los capitales del golfo -que van y vienen como eurodólares en busca del más alto tipo de interés-, ha impuesto una política ultraliberal en todo lo referente a los movimientos de capital.

En contra de la posición que defienden los laboristas en su Manifiesto -la necesidad de controlar los movimientos financieros para garantizar la inversión en la economía británica-, la Premiere de hierro, como parece que le gusta que la llamen a la señora Thatcher, decretó hace ya más de un año la plena libertad de circulación de capitales. Así, la exportación de ahorro al exterior se ha incrementado, pesando de forma ostensible en el proceso general de descapitalización de la economía británica. Pero como casi todo en la vida, la descapitalización de la economía británica se encuentra también muy mal repartida; hasta el punto de que se ha llegado a hablar de las dos naciones: una pujante y próspera, basada en los negocios inmobiliarios y financieros en el Sur, en torno al cosmopolitismo londinense, y la otra, la más extensa, deprimida y anticuada, que abarca a todo el Norte, incluyendo Gales y Escocia, con sólo algunos islotes de relativa prosperidad. No es difícil imaginar lo que sería hoy la Gran Bretaña si no se hubieran producido los espectaculares descubrimientos de gas y de petróleo del mar del Norte.

Todos los temas a debate

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En esta depresión, cuyo fin no es fácil de prever, los grandes problemas; que el Partido Laborista ha debatido en Blackpool durante su conferencia fueron muchos. Desde la posible supresión de las escuelas privadas hasta las mejoras en la Sanidad Nacional, y desde los problemas de la cultura hasta el mejor cuidado a dar a los animales para evitar que sufran a manos de sádicos o en los laboratorios de investigación. Pero los debates fundamentales versaron sobre el futuro del Reino Unido en las Comunidades Europeas, la posición frente a la OTAN, el tema de las nacionalizaciones de determinados sectores económicos y la supresión de la Cámara de los Lores. En la discusión de todos estos temas se advirtieron con claridad dos posiciones extremas: una, de tono más bien conservador, la de Callaghan, y, del otro lado, la postura más izquierdista de Tony Benn, uno de los aspirantes más destacados a ocupar el puesto de líder del Partido Laborista -pero con menos posibilidades que el menos izquierdista Denis Healey- tras la retirada de Callaghan, que ya es previsible antes de finales de 1980.

Los británicos y Europa

En lo concerniente a las Comunidades Europeas prevaleció la tesis de que, en caso de triunfar los laboristas en las próximas elecciones generales, Gran Bretaña debería retirarse de ellas. Pueden sintetizarse las principales razones de este abandono del Mercado Común. El Tratado de Roma -se dice-, con sus prescripciones sobre economía de mercado (y no sobre planificación), con su exaltación de la libre empresa y sus limitaciones a la empresa pública, bloquea las necesarias reformas de la sociedad británica y de Europa occidental en general. Por otra parte, en vez de ser el motor de un nuevo conjunto de poderosas empresas europeas, la CEE -afirman los laboristas- se ha revelado como el reino de las empresas transnacionales que, en ausencia de planificación nacional y de verdadera integración de las políticas industriales, son quienes deciden la tendencia general del crecimiento o del estancamiento económico. Para Stuart Holland y Francis Cripps, los dos economistas más destacados del Partido Laborista, frente a esa situación de bloqueo es necesario abordar una discusión a fondo -en la que deben participar los partidos socialistas y comunistas de Europa Occidental- sobre tres temas fundamentales: el militarismo, con la necesidad del desarme empezando por la desnuclearización de Europa occidental; el monetarismo, como forma de política económica que permite el predominio de los intereses oligárquicos, y el papel de las empresas transnacionales respecto de las cuales es indispensable una estrategia común de los sindicatos a nivel europeo y de planificación a nivel nacional con nuevas formas de cooperación europea.

En los otros temas, el grado de acuerdo dentro del Partido Laborista fue muy variable. No aumentó el número de los que favorecen una retirada de la OTAN, pero sí que creció sensiblemente (hasta hacerse mayoría) el número de los partidarios de la desnuclearización de Europa.

La supresión inmediata de la aristocrática Cámara de los Lores se aceptó como una cuestión decisiva, y no sólo por su poder actual, sino, sobre todo, porque la actual primera ministra conservadora se propone aumentar los poderes de la Cámara Alta, lo que sería lo mismo que disminuir las prerrogativas de la Cámara de los Comunes.

En cuanto a las nacionalizaciones, volvieron a ser el tema eterno, y no por la dialéctica de laboristas /conservadores, sino casi todavía más dentro del mismo laborismo, en el cual el grado de izquierdismo se mide -las más de las veces de forma un tanto simplista- por el número mayor o menor de nacionalizaciones que se reclaman y por la forma más o menos penalizadora de cómo indemnizar a los expropiados. En este tema, en Blackpool el ambiente fue claramente favorable a nuevas nacionalizaciones: los seguros, los bancos, el transporte de carga por carretera, así como la renacionalización -sin indemnizaciones- de las empresas que de aquí a las elecciones generales pudiera privatizar la señora Thatcher.

En suma, aparte de otros muchos detalles, se puede decir que en Blackpool se ha confirmado la línea más izquierdista del laborismo británico, ya apuntada en la conferencia extra ordinaria de Wembley en junio de 1980. Lo cual tampoco significa que la dirección del partido tenga que asumir una por una todas las decisiones de la conferencia. En el Partido Laborista seguirá el debate entre los que tienen miedo a perder electores si el partido se convierte -como los más conservadores presagian- en una vanguardia alejada de las masas votantes, y los que creen que debe aprovecharse la crisis presente para asestar al capitalismo británico los golpes necesarios para verdaderamente hablar de democracia obrera y de socialismo en el Reino Unido.

Ramón Tamames es catedrático de Economía, miembro del comité ejecutivo del Partido Comunista de España, primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid y prolífico escritor.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_